Es el sentimiento más poderoso que impacta en el ser humano. Tiene aspectos positivos cuando sabemos que es él, pero tiene efectos nefastos si no le prestamos atención. Es como el fuego, lo necesitamos para vivir pero si lo dejamos actuar a su voluntad puede destruir nuestra existencia o hacernos doler en demasía y padecer sus consecuencias. Su poder radica en su disfraz. Muchas veces no percibimos su presencia, no se deja ver. Ese es su fuerte. Y es por ello que las más de las veces no caemos en la cuenta que es él quien dirige y motiva decisiones que hacen a nuestra historia y lo que es peor, que hacen a nuestra vida. Caemos en su trampa. Nos jactamos de haberlo vencido, de nuestra autonomía, de nuestra valentía, de nuestra madurez. Esa es precisamente su victoria. Nos induce a razonar que nuestros fundamentos fueron otros y hasta, pasajeramente, nos brinda una sensación de tranquilidad, de haber hecho lo correcto, de paz con nosotros mismos. Allí esta su máximo engaño, su fraude, su
Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma una café con la vida, en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta de sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa.