La historia, literatura y filosofía de las islas británicas, plagada de reyes, intrigas, caballeros, armaduras, revoluciones y sarcasmo siempre me cautivó. La genialidad de sus pensadores me impresiona por su profundidad, humor y sabiduría. Creo sinceramente que John Locke fue el padre de la democracia occidental y admiro su valentía y su sapiencia. Pero hoy no quiero hablar de él. Quiero detenerme en un paralelo de dos de sus filósofos más destacados. Uno nació en el siglo XVIII y otro en el sólo XIX. No podría decirse que uno originó la actividad intelectual del otro. No eso es demasiado atrevimiento. Pero yo siempre los uní y los admiré en conjunto. La perspectiva de los años (y quizás de mi ignorancia) fue comparándolos a medida que los leía, sorprendiéndome de similitudes y peripecias comunes. Confieso que alguna vez los imaginé reunidos, conversando, tomando un whisky, entendiéndose y comentando su vida y sus miradas. Es que, como verán en seguida, hay características muy pecu
Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma una café con la vida, en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta de sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa.