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Paralelo de gigantes: David y Bertrand

La historia, literatura y filosofía de las islas británicas, plagada de reyes, intrigas, caballeros, armaduras, revoluciones y sarcasmo siempre me cautivó. La genialidad de sus pensadores me impresiona por su profundidad, humor y sabiduría. Creo sinceramente que John Locke fue el padre de la democracia occidental y admiro su valentía y su sapiencia. Pero hoy no quiero hablar de él. Quiero detenerme en un paralelo de dos de sus filósofos más destacados. Uno nació en el siglo XVIII y otro en el sólo XIX. No podría decirse que uno originó la actividad intelectual del otro. No eso es demasiado atrevimiento. Pero yo siempre los uní y los admiré en conjunto. La perspectiva de los años (y quizás de mi ignorancia) fue comparándolos a medida que los leía, sorprendiéndome de similitudes y peripecias comunes. Confieso que alguna vez los imaginé reunidos, conversando, tomando un whisky, entendiéndose y comentando su vida y sus miradas. Es que, como verán en seguida, hay características muy peculiares, circunstancias y preocupaciones que los unen e identifican vidas paralelas. Me refiero a David Hume y a Bertrand Russell. Allí vamos. David Hume nació en Edimburgo, Escocia, el 7 de mayo de 1711 y murió a los 65 años en la misma ciudad, el 25 de agosto de 1776. Bertrand Russel nació en Gales, el día 18, también en el mes de mayo, 96 años después, en 1872 y murió también en Gales el 1 de febrero de 1970, a los 97 años de edad. Ambos provenían de familias vinculadas con la nobleza. En el caso de Bertrán Russell su familia estaba vinculada con la corte de la Reina Victoria y en el caso de Hume con la nobleza escocesa en la frontera con Inglaterra. Tanto David Hume como Bertrán Russell sufrieron la muerte de sus padres cuando eran niños. En el caso de Hume su padre murió a sus dos años de edad. En el caso de Bertrán, su madre y su hermana murieron de difteria cuando él tenía cinco años y su padre falleció al año siguiente, cuando el tenía seis. Ambos se criaron con sus familiares, en el caso de Hume con su madre, su hermano mayor y el cuñado de su madre. En el caso de Bertrán Russell con su abuela de vínculos muy fuertes con la nobleza y la clase dirigente inglesa Su padrino fue nada menos que John Stuart Mill. Sus estudios de base fueron diferentes y ambos partieron de distintas ciencias para, a partir de allí, llegar a la filosofía. Hume estudió leyes en la Universidad de Edimburgo y Russell matemáticas en la Universidad de Cambridge. Los dos estudiaron en profundidad la educación y el conocimiento. David Hume continuó las teorías de John Locke y profundizó el empirismo radical. Todo en la vida es experiencia, empírea. No hay conocimiento innato. A los 26 años escribió un tratado sobre este tema, Tratado sobre el Conocimiento Humano, explicando que el ser humano conoce por percepciones e impresiones y desde allí conforma las ideas de lo existente. Bertrán Russell se destacó en filosofía analítica partiendo de las matemáticas. En 1914 escribió sobre el conocimiento del mundo exterior y en 1934 escribió La Educación y el orden social. Ambos fueron vanguardistas en sus teorías sobre la distribución del conocimiento humano. Cuando Hume describe sus teorías sobre la ética y la política basa sus razonamientos en la simpatía del otro. Esa afinidad, esa compasión que parte de las emociones no deja de ser, a pesar que lo expresa un racionalista, el fundamento de la actuación por el otro. Bertrand Russel escribió con más detenimiento sobre la enseñanza y el aprendizaje de los menores y fundamentó sus teorías en que había que ponerse en el lugar del niño y dejarlo crear. El debía ser el centro del aprendizaje. Había que entender sus emociones y desvincular la disciplina que “esteriliza la inteligencia del individuo al doblegarla ante el rebaño”. Ambos filósofos también se unen a través de los años en su mirada crítica hacia la religión. Hume escribió dos tratados demoledores al respecto: Historia sobre la religión natural y Dialogo sobre la religión natural. Russell escribe su célebre libro Por qué no soy cristiano, haciendo un análisis profundo sobre la irracionalidad de las pautas cristianas. Los dos autores fueron en ese sentido disruptivos y valientes ya que, especialmente en la época de Hume, ser considerado ateo era un cargo difícil de sobrellevar para la época y la influencia de las persecuciones por la religión y la inquisición estaba muy presente. En ese sentido por sus escritos sobre la moral, la religión y la postura liberadora de ataduras mentales ambos filósofos sufrieron en sus carreras como profesores universitarios. A Hume se le impidió ser Profesor de la Universidad de Edimburgo. A Bertrand Russell ser Profesor de la Universidad de New York. De algún modo ambos sufrieron la misma acusación que sufriera el maestro de Platón, Socrates. Sus ideas eran peligrosas y podían corromper la mentalidad de la juventud. Ambos supieron celebrar la vida sin trabas mentales. Russell tuvo una larga vida. Hume no, solo hasta los 65 pero ambos tuvieron un enfoque común de celebrarla sin eufemismos, sin imposiciones y mandatos del cielo ni del infierno. Cuando Hume se entera que tiene una enfermedad terminal decide invitar a sus amigos, y hacer una gran fiesta de cariño de afecto de diversión. Habla con sus amigos de la muerte. Le dice a Adam Smith en un párrafo histórico: “He hecho todo lo importante que alguna vez quise hacer en la vida y no podría suponer, en ningún momento, que dejaría a mis conocidos y amigos en una mejor situación que en la que probablemente los dejo ahora; tengo, por lo tanto, razones de sobra para morir contento”. Russell también exprimió la vida hasta el final. Sin importarle el juicio de los demás fue un adelantado al defender a la mujer, condenar el racismo, la guerra, las armas nucleares, defender la libertad sexual y condenar la moral del matrimonio. Tras la Segunda Guerra Mundial, Russell se dedica plenamente a la tarea de evitar la guerra nuclear y asegurar la paz mediante una adecuada organización internacional, iniciando una etapa de activismo político que provocaría su segunda encarcelación a los 90 años.En 1950 recibió el Premio Nobel de Literatura. En 1952, a los ochenta años, se casó por cuarta vez con Edith Finch, en brazos de quien murió pacíficamente 18 años más tarde. Ambos son recordados como dos enormes pensadores. Hume se preparó con paz para su muerte y escribió su propio epitafio: «Nacido en 1711, Muerto en 1776. Dejando a la posteridad que añada el resto», que está grabado conjuntamente con el año de su fallecimiento en la «sencilla tumba romana» que dejó escrito que prefería y que está situada, como deseaba, en la ladera este de una montaña desde la que se ve su casa en Edimburgo. En el caso de Russell, fue su segundo hogar, el Trinity College de Cambridge, quien redactó la placa tras su muerte que resume su afecto y admiración: “El tercer conde Russell, O.M., profesor de este colegio, fue particularmente famoso como escritor intérprete de la lógica matemática. Abrumado por la amargura humana, en edad avanzada, pero con el entusiasmo de un joven, se dedicó enteramente a la preservación de la paz entre las naciones, hasta que finalmente, distinguido con numerosos honores y con el respeto de todo el mundo, encontró descanso a sus esfuerzos en 1970, a los 97 años de edad”.

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