Se repite. Cual síntoma que regresa y no deja de impactar. Aparece cuando lo veo o cuando estoy por llegar. Me convencí hace tiempo que es una conjunción de elementos. No es posible que sea uno solo el motivo por el que se hace amar. Seguramente serán los colores disfrazados, el sonido del silencio o de su mejor sinfonía que asemeja una orquesta en el Teatro oficial. La suave textura del momento, la paz que se toca y que se palpa y se deja palpar. El entorno que se ríe, las gaviotas que bailan un secreto vals. Los veleros que descansan, el horizonte que dice presente y se hace notar. El sol que decide acercarse y sumergirse a bucear, las olas que llegan con respeto, la arena que no deja de hacer caricias, las sombras que dibujan lentamente y sorprenden al caminar. Esa es la magia del mar y el truco de la tarde al terminar. No hay secretos. Inspira, estimula, seduce. Atrae. Al menos a mi. Y así se deja atrapar. Estoy en Cadaques, donde los tonos a Dali y a Picasso hicieron enamorar, do
Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma una café con la vida, en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta de sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa.