Hay veces que los hechos nos superan. La realidad nos impacta y amenaza con hacernos caer. Trastabillamos. Es como un pozo que no vemos al caminar apresurados. Sentimos algo diferente. Literalmente se nos mueve el piso. A veces no caemos. Los tobillos se doblan, los músculos de las piernas hacen esfuerzos inconcebibles para que nuestra humanidad no caiga y es así como, con una mueca de disimulo, nuestra soberbia no permite que nuestro cuerpo toque el piso. Preferimos aguantar el dolor que ser víctima de una situación embarazosa. Eludimos las consecuencias del "pozo" que nos hizo perder el pie y no nos detenemos en su porque ni en la manera de solucionar este inconveniente. Seguimos caminando intentando que el dolor no se note. Nuestro inconsciente ordena archivarlo y nuestra personalidad busca olvidar el episodio.
Pues lo mismo sucede con la pobreza.
Nos topamos con ella. Hay momentos que la vemos y no queremos verla. Giramos la cabeza. Cruzamos de cuadra. Miramos hacia otro lado. Eludimos el impacto. Pero somos conscientes que la miseria alli esta, que no se modifica porque yo no mire, sino que justamente no cambia porque poco o nada hacemos.
Como es posible que millones de ciudadanos y compatriotas sufran hambre en país que justamente da de comer al mundo? Como es posible que mueran por no tener medicinas o por carecer de atención medica? Como es posible que haya desnutrición en las provincias del Plata? Como es posible que no tengan agua? Como es posible que no accedan al servicio de luz o de gas? Como es posible que muchos no estudien? Como es posible que no aprendan? Como es posible que vivan en villas de emergencia vecinas a los barrios y hoteles de mas estrellas y prestigio de Buenos Aires? Es esto posible? No habrá algo que hacer?
La frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” , formulada por José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914), constituye uno de los núcleos más vitales del pensamiento filosófico en lengua española. Ya ha sido objeto de análisis en este Blog pero reflexiones posteriores me obligan a hacer esta actualización de mi cavilación. Su potencia es tal que amerita analizarse con el paso del tiempo y reside no solo en la afirmación del sujeto como ser situado —inseparable de su contexto vital—, sino en la exigencia ética contenida en esa segunda mitad: “si no la salvo a ella no me salvo yo”. La pregunta que queda pendiente a responder es: ¿Soy yo el mismo yo el que la ha "salvado" hace diez años atrás? ¿Aquella "salvación" es la misma que haría ahora? Estas inquietudes han dado origen a esta segunda profundización sobre la frase de Ortega. Lo explico a continuación. Tradicionalmente, se ha interpretado que...
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