El comienzo de un nuevo año es una oportunidad que nos ofrece la ley. Han sido las instituciones las que han decidido medir el tiempo de una manera determinada. Y esto no es reprochable. Seguramente es la mejor o al menos es justamente el tiempo la que la ha convertido en rutina necesaria. Nadie imaginaría hoy cambiar el Primero de Enero y que modifiquemos nuestro año (más allá de algunas creencias religiosas que continúan por tradición contabilizando de manera distinta los distintos períodos anuales). ¿Sería factible que en lugar de comenzar Enero 2013 comencemos algo distinto y con otro número o un código alfanumérico? Pues no parece razonable ni oportuno pero no sería una opción descartable para algunos lo cual no es más que la mejor prueba que la medición del tiempo depende de una convención. De todos modos las modificaciones a realizar serían tan mayúsculas que nada recomienda tal implementación (me viene a la mente el vergonzante escándalo que se desarrolló con el temor del cambio del calendario al comenzar el año 2000!).
Pero hay otra cosa que me parece más interesante puntualizar al hablar del cambio de año. En primer lugar tener claro que es sólo un método, un sistema, una regla escrita a la que nos hemos acostumbrado y que el tiempo, en su esencia, en nada se modifica. Si repite, por regla general. Y es por el traslado alrededor del sol es que lo percibimos. Pero esas son las implicancias climáticas que nos depara el planeta y las que tal viaje supone. No se presentan porque comenzó en el Universo “el año 2013”. Este no existe. Allí todo sigue igual y el año que comienza en nuestro calendario no tiene entidad. La nuestra, reitero, es una convención “particular” que rige para una enorme proporción de los seres que aquí vivimos. Nada más que ello. Ni nada menos. Y esto tiene algunas consecuencias importantes que presentan la oportundiad del año.
Siempre los cambios las tienen. Así como también las tiene en un deporte el cambio de períodos de juego (del primero al segundo “tiempo” en el fútbol por ejemplo), o el cambio de set (en el tenis), o en un trabajo la llegada de las vacaciones, la asamblea general o reunión de socios, etc. Todas son convenciones que abren posibilidades (y también que las cierran). Lo mismo sucede al comenzar un año. Lo que no hicimos el año pasado no hecho quedará, pero la apertura de una nueva etapa nos permite pensar diferente la que se inicia. Y para ello se necesitan dos atributos fundamentales: orden y seguimiento. No quiero terminar esta breve reflexión sin unas pocas líneas para cada uno de estos términos.
Entender que el orden es primordial es comprender nuestra limitación. No hacerlo es soberbia. Y el planeamiento ordenado y profesional requiere de dos cosas tan sencillas como imprescindibles: papel y lápiz.
La segunda actitud para hacer del cambio de tiempo una oportunidad es la perseverancia, el seguimiento profesional, el repaso de objetivos frecuente, la segmentación de etapas, la reformulación de nuevos fines en su caso y , de nuevo, el mecanismo de auditoría.
No hay secretos pero si oportunidades abiertas. Es cuestión de saber aprovecharlas.
" Educar. (Del lat. educāre). 1. tr. Dirigir, encaminar, doctrinar. 2. tr. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.. Educar la inteligencia, la voluntad ." Estas son las dos primeras definiciones que nos da el Diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra "educar". Mucho se ha escrito sobre el sginificado del término. A mi criterio la educación es esencialmente un proceso de mejora de vida . Educar supone creer especialmente en tres verdades: 1) en el perfeccionamiento de aquel a quien se educa; 2) en su capacidad y deseo de aprender; y 3) en que la transferencia de conocimientos de quien enseña no es tal si no va acompañada por la elaboración propia de una reflexión de quien los recibe. Educar no es colmar un depósito de tecnicismos, conceptos y sapiencias ajenas sino que la verdadera educación, -y me refiero especialmente a la educación del menor pero apli
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