Un libro fundamental de Bertrand Russell es "La conquista de la Felicidad".
Quiero tomarlo como faro en el análisis de la pregunta planteada en el título de
esta Entrada. Russell sugiere que la felicidad no proviene de las circunstancias
externas sino de la actitud hacia la vida pero no focalizada en el interés personal sino en el interés externo. Entre sus recomendaciones más importantes, y haciendo un exagerado resumen, podría citarse los siguientes consejos: ****************************************************************************************
• Evitar la competencia y la envidia, ya que son fuentes de malestar continuo.
• Desarrollar intereses fuera de uno mismo para evitar el aburrimiento y la
autocomplacencia.
• Cultivar relaciones afectuosas y significativas con las personas que nos rodean.
• Trabajar en algo que tenga un propósito y que nos genere satisfacción, en lugar de trabajar solo por obligación o por el reconocimiento.
• Practicar la serenidad y la aceptación ante las dificultades que no podemos cambiar.
• Mantener un equilibrio en la vida, sin caer en los excesos ni en la inacción.
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En definitiva, para Bertrand Russell, la felicidad es
el resultado de una vida con contrapesos, en la que los intereses personales
sean equilibrados con los intereses externos y están alineados con un sentido de
propósito, conexión con los demás y una aceptación sabia de la realidad que no
podemos cambiar. Me interesa ahora profundizar en el t´tiulo de esta Entrada: ¿qué supone "primero yo"? ¿Es la prioridad en el
camino hacia la felicidad? ¿Hasta dónde debemos un lugar de privilegio a nuestros
intereses personales?. Vamos despacio.
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Bertrand Russell reconoce la importancia
de la armonía entre el amor propio y el interés por los demás, aunque su énfasis
se coloca más en evitar un egocentrismo excesivo. Para Russell, no es que esté
en contra de ocuparse de uno mismo. No. Es esencial pero no como fin exagerado que embirague nuestra conciencia y no nos permita pensar con claridad. La clave es salir de una
constante introspección (que hasta puede llevar a la confusión del enamoramiento
personal exagerado sin saber apartarse de los limites del ego) y enfocarse en
intereses externos, ya que, insiste Russell, "el centrarse demasiado en uno
mismo lleva a la insatisfacción y la infelicidad". No significa que Russell proponga
descuidar el autocuidado o el respeto por uno, sino más bien no convertir el yo
en el centro del universo de mi vida. Él advierte que la obsesión por los
propios problemas o deseos tiende a generar infelicidad porque nos volvemos más
conscientes de nuestras limitaciones y frustraciones. En cambio, cuando uno se
enfoca en algo más allá de sí mismo, como los demás o actividades
significativas, se reduce el malestar emocional.
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Bien. Hasta aca queda claro el concepto general de Russell. Sin embargo, debo hacer la
analogía con la máscara de oxígeno que explican en todas las aerolineas al
despegar un avión: primero colócate tu propia mascarilla y una vez que lo hayas hecho, ocupate de tu prójimo. Este consejo tan práctico como sabio se relaciona con una necesidad
de cuidarse para poder cuidar a otros, y en este sentido, Russell no contradice
esa idea. Por el contrario, avala la idea de un autocuidado básico, pero remarca en la importancia de su límite.
Amarse a uno mismo no debe convertirse en obsesión narcisista. Al contrario,
una persona verdaderamente feliz y equilibrada es aquella que es capaz de
interesarse y preocuparse por el mundo exterior y los demás, que es lo que nos proporciona una felicidad
más duradera. En “La conquista de la felicidad”, Bertrand Russell no aborda
explícitamente el concepto de autocuidado en los términos que podrían surgir de la analogía de la máscara de oxígeno de un avión, pero sí habla de la importancia de
evitar la autocomplacencia y el ego exagerado que omnubila el pensamiento crítico. Es por ello que enfatiza cómo
los intereses externos ayudan a equilibrar la vida emocional. Un pasaje
relevante de "la conquista de la felicidad" dice:
“Es un grave error pensar que uno debe entregarse constantemente a la
introspección y a la búsqueda de las causas de sus propios sentimientos. Si te
centras demasiado en ti mismo, tu infelicidad aumentará; solo cuando te
olvides de ti mismo y dediques tu atención a intereses externos,
experimentarás una satisfacción verdadera.”
La hermenéutica del párrafo anterior parece clara: si te cuidas lo suficiente como
para mantener un equilibrio emocional, puedes volcarte en actividades externas
que enriquecen tu vida. En su lógica, el autocuidado es implícito en la idea de mantener una mente clara
y enfocada en salirse de uno mismo.
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Un filósofo que
ha profundizado con más detenimiento en la necesidad de ocuparse de los intereses individuales antes de ocuparse de
los demás es Michel Foucault. En su obra, especialmente en sus últimos años,
Foucault estudia la noción de “el cuidado de sí” (o epimeleia heautou, del
griego), un concepto clave en la filosofía antigua que aparece en textos de
Platón, Sócrates y los estoicos. Foucault argumenta que en la filosofía antigua,
ocuparse de uno mismo era una práctica esencial antes de poder dirigir una vida
social o política de manera responsable. Según Foucault, este concepto implica
que, para poder ser un buen ciudadano o ayudar a otros, primero se debe alcanzar
un estado de equilibrio personal (algo asi como "ponte primero tu mascarilla..."). En sus cursos en el Collège de France, Foucault exploró cómo en la Antigüedad, la ética se
centraba en la transformación personal a través de la autodisciplina, la
reflexión y el conocimiento de uno mismo. Uno de los puntos clave de Foucault es
que este “cuidado de sí” no es un acto egoísta, sino que es un proceso de
formación personal necesario para poder interactuar con el mundo y los demás de
una manera más ética y equilibrada. En este sentido, Foucault reconoce la
importancia de conocerse y cuidarse como un paso fundamental para luego poder servir
mejor a los demás y participar en la vida pública.
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Otros filósofos que tocan el
tema: • Aristóteles en su Ética Nicomáquea, Aristóteles sugiere que para poder
llevar una vida virtuosa y plena (eudaimonía), el individuo debe primero
alcanzar un estado de estabilidad personal, desarrollando sus propias virtudes.
Solo así puede contribuir al bienestar de los demás de manera genuina. •
Friedrich Nietzsche, especialmente en textos como Así habló
Zaratustra, enfatiza la importancia del desarrollo individual, el “superarse a
sí mismo”, antes de influir en los demás o en el mundo. Nietzsche no usa el
término “cuidado de sí” como Foucault, pero su concepto de la autoafirmación y
del cultivo de la propia vida para alcanzar la “voluntad de poder” resuena en
esta línea de pensamiento.
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Como síntesis podríamos decir que Michel Foucault es, quizás,
uno de los filósofos más adecuados para explorar este tema del "primero yo" en
términos de una preparación ética necesaria para poder ocuparse de los demás. Sin negar la relevancia de salir del narcisismo, se detiene inteligentemente en la necesidad de priorizar loa intereses propios, influido por aquella máxima que afirma que "el interés es la medida de la acción". LAs líneas previas citadas sobre Aristóteles y Nietzsche analizan una mirada de ambos sobre las "prioridades
de vida" (y muestran que hubiesen sido también los primeros pasajeros en colocarse la máscara de
oxigeno!). Al final, aquel mandamiento cristiando del Nuevo Testamento que exige "amarse a uno amismo para igualar en ese amor al prójimo" está en línea con las instrucciones de los Auxiliares de abordo y sus mascarillas... Tengámoslo en cuenta. Turbulencias siempre hay...
José Ortega y Gasset es recordado, entre otras cosas, por una frase profunda y desafiante de su obra Meditaciones del Quijote: "Yo soy yo y mis circunstancia, y si no las salvo a ella no me salvo yo". Es bastante sencillo explicar el concepto de "circunstancia" yendo a la etimología del concepto ( circuntatia ) que apunta a lo que nos "circunda", es decir a lo que nos rodea, a nuestro entorno, a nuestra cultura, a nuestra historia. La circunstancia de un joven nacido en la jungla africana no es la misma que la del joven nacido en la península escandinava. Yo soy yo y "lo que me ha hecho así o lo que me sigue haciendo así" parecería querer decir Ortega. Y con esta poderosa primera reflexión de su frase nos deja una serie de dudas por responder: ¿Ortega me está diciendo que no soy yo, sino lo que la circunstancia hizo y hace de mi? Si esto fuera así: ¿soy realmente libre o las circunstancias son los barrotes de mi celda que no me han permitido
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