Los seres humanos hemos definido, en algún momento de nuestra historia, que aquello que apoya la mayoría es un buen método de resolver conflictos. Y no es solo un método usado en política, es a veces una herramienta que utiliza la ética. Haremos una distinción al respecto pero primero tengamos en cuenta el marco de situación general que motiva este escrito: cuando el consenso no se logra, cualquiera sea la situación que nos ocupe, adoptar la decisión que es sostenida por el mayor número de voluntades vinculado a la cuestión, nos parece razonable y hasta natural: se hará lo que definan ellos, los que son más. La pregunta que pretende responder este pequeño escrito es porqué? Cual es el motivo por el cual aceptamos este método? Vamos despacio.
Que la decisión que se imponga sea la que defina la mayoría es un mecanismo, una fórmula, un camino que los hombres y mujeres hemos adoptado para solucionar temas controvertidos donde no hay unanimidad. Es decir, es este un mecanismo elegido para destrabar situaciones donde no se puede avanzar, para tomar decisiones y lograr que la vida continúe. Y la verdad es que utilizamos este método en un sin fin de cuestiones, desde las más sencillas y rutinarias a las más complejas y delicadas. Una ida al cine con amigos, el lugar de vacaciones y hasta qué vamos a comer por la noche se unen a la lista de tópicos que se resuelven por la pluralidad de los votantes y se suman a cuestiones de mucha mayor envergadura por lo que supone la relevancia de lo que deciden: desde una decisión ética influida por el poder de lo que hacen los que son mas, a una cuestión política como la elección de un Presidente, un Primer Ministro o de un Gobernador, Diputado o Senador. Quizás la respuesta automática que nuestro cerebro activa ante esta inquietud es que esta es la regla de oro del sistema democrático: la regla de la mayoría.
Pero la verdad es que si uno sigue hurgando se encuentra que el principio de la mayoría se utiliza en muchos mas aspectos que en aquellos que la democracia como sistema de gobierno supone. Este principio se usa en infinidad de temas relevantes que no hacen a la política sino a nuestra cultura, a nuestras creencias y a nuestra vida. Por ejemplo existen casos donde los líderes religiosos son elegidos por el voto de la mayoría: el Cónclave católico para decidir quién será el
Papa. Hasta 1179 bastó con la mayoría simple en la elección. Ese año, el Concilio Laterano III incrementó hasta los dos tercios la mayoría requerida. A los cardenales no se les permitía votarse a sí mismos. Se estableció un sofisticado procedimiento para asegurar el secreto del voto e inclusive la historia cuenta que se les restringió la comida y las comodidades para que votaran más rápido. Pío XII (1945) eliminó este sistema, pero incrementó la mayoría a dos tercios más uno de los votos. En 1996 Juan Pablo II restauró la mayoría de dos tercios, pero no la prohibición del auto-voto. El mecanismo establece también que pasadas 34 o 33 votaciones fallidas (según se haya realizado la primera votación el día de la inauguración del cónclave o el siguiente), los electores podrán decidir, por mayoría absoluta. Este sistema de elegir al líder de la Religión Católica por lo que decida una mayoría de hombres es notable porque supone un enorme poder otorgado a los que son más: el elegido tendrá la llamada infalibilidad papal, por la cual, conforme al dogma católico, el pontífice está exento de cometer errores en materias de fe y moral. Es decir que la regla de la mayoría es el vehículo para darle a un hombre nada menos que tratamiento de "Su Santidad" y además le da acceso a esta facultad divina de "no equivocarse". Menuda facultad vinculada a la prerrogativa que la mayoría otorga.
Pero lo religioso no es una excepción más del poder que tiene la aritmética de los que suman mayoría. También lo es decidir que es justo y que no lo es. Es que cuando un Tribunal Superior de Justicia resuelve si una persona debe ir a la carcel o hasta, en algunos países que la admiten, si debe ser condenado a pena de muerte, es, justamente (nunca mejor empleado el término o la ironía), por decisión de "la mayoría de jueces miembros de ese Tribunal". Pero detengamos, aunque solo sea para comprender la magnitud del tema, en otras cuestiones menos jerárquicas de las que hemos señalado -como la democracia, la religión o la justicia- pero no menores en cuanto a su impacto. Es que temas como la influencia de los intelectuales, la pasión por un equipo de fútbol o la relevancia de un libro son todos ejemplos también donde la autoridad de la "diosa mayoría" juega un rol decisivo en las mentes de millones y millones de personas que quedamos salpicados por esta inmensa ola que se genera en el soplo de la pluralidad de quienes sean los electores en cuestión. El mecanismo de la mayoría decide el premio al Mejor futbolista del año, el equipo con mayores pasiones detrás, o el best sellar de los libros o el Oscar a la mejor película.
La pregunta, de nuevo, es porqué. Cual es el fundamento de justicia de este método? Porqué todos lo aceptamos? Cuál es la razón por la cual consideramos enteramente lógico que si no nos ponemos de acuerdo resuelve el dilema la opinión de quienes son más? Vamos a ver.
Hay una cuestión que la mayoría no resuelve y es lo que decide nuestra conciencia. Aquí no actúa la mayoría. La conciencia de cada uno es una excepción. Pero sabemos que no lo es absolutamente: obviamente las deficientes de conciencia pueden verse influidas por lo que piensa los que son más (la moda y la masa son ejemplos de esta influencia). Llegados a este punto de la reflexión es oportuno analizar que han estudiado algunos pensadores y filósofos al respecto.
Desde los griegos en adelante la idea de Democracia como forma de gobierno supuso la regla de la mayoría. El gobierno del pueblo buscaba consensos pero resolvía por mayoría. Con los límites que la historia se ocupó de precisar, si bien este principio fue determinante, tenemos que reconocer que la regla que se aplicó fue de la mayoría "Ma non troppo". Porqué digo esto? Pues porque en la vieja Grecia no se consideraba la voluntad de los esclavos ni de las mujeres y tanto en la Edad Media como hasta la Revolución Francesa, la mayoría popular no fue un factor decisivo a la hora de tomar decisiones. Con miradas distintas John Locke influyó terminantemente en los límites al poder (Gloriosa Revolución inglesa de 1668) y en la Revolución Americana de 1776 como luego Rousseau en la Francesa de 1789 y, especialmente, lo que vino después, con el genial Immanuel Kant y el Iluminismo posterior del Siglo XVIII la razón fue una gran plataforma para la reflexión y el análisis. Pero todo ese movimiento se basó en las ventajas de esta razón como base de legitimidad de lo que luego los Positivistas, en el siglo XIX, instituyeron con el poder del análisis científico de Comte o Stuart Mill y hasta Kelsen con la primacía de las normas. Pero llegado el Siglo XX (en esta apretadisima síntesis) fue quien puso en tela de juicio tanto a la razón como a la regla de oro de la mayoría. Y fue la Escuela de Frankfurt liderada por Max Horkheimer y Theodore Adorno quienes mejor analizaron este fenómeno. Veámoslo por segmentos.
En su "Crítica a la razón instrumental" Horkheimer explica que la razón puede explicar los medios pero no los fines de una conducta ni de un acto. Separa la razón como motivo o como instrumento del medio pero no del objetivo final de una decisión. Dice Horkheimer: "...los criterios para nuestros actos y nuestras convicciones, los principios conductores de la ética y de la política, todas nuestras decisiones últimas, llegan a depender de otros factores que no son la razón". Para Horkheimer estos factores son "asunto de elección y de predilección", es decir, el fin de una decisión personal, por ejemplo (para poner un caso polémico que hoy es de actualidad) el cambio de sexo de una persona, no se juzga por su mayor o menor razonabilidad sino que es materia de una acción privada (que como reza el artículo 19 de nuestra Constitución, "queda exenta de la autoridad de los Magistrados") que se ajusta a la preferencia del sujeto responsable de esa toma de decisión. Lo interesante del ensayo de Horkheimer es que vincula esta ausencia de razón objetiva con un "análisis del principio de la mayoría". Se pregunta cual es el fundamento de este principio y responde que hay un pensar general que cree que "los hombres al fin y al cabo, son los que mejor pueden juzgar sus propios intereses" y esto hace suponer que más voluntades de sujetos en favor de una alternativa representan mejor los intereses de una comunidad. Pero lo divertido y estimulante (a mi modo de ver) es que Horkheimer destroza este fundamento. Dice que no es cierto. Que los hombres no tienen porque conocer sus intereses y que muchas veces la decisión por determinada postura, aunque sea apoyada por la mayoría, es arbitraria y no obedece a la ciencia ni a lo conveniente. Horkheimer menciona que hasta los juristas norteamericanos defensores de la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787 no pensaban que la Regla de la Mayoría obedecía a la razón. "No cabe duda" explica "que no se consideraba que el principio de la mayoría implicase garantía de justicia" y agrega un pensamiento decisivo a su análisis: "el principio de la mayoría, al adoptar la forma de juicios generales sobre todo y todas las cosas... mediante toda clase de votaciones...se ha convertido en un poder soberano ante la cual el pensamiento debe inclinarse", pero eso no significa que sea ni justo ni eficiente. Y he aquí la esencia de mi pregunta que titula esta reflexión: Por qué entonces predomina este sistema? Cuál es el sustento que la mayoría se imponga? Algunos dirán que es el volumen o hasta la fuerza que significa la mayoría (en los orígenes del ser humano, Kant nos recuerda en su ensayo "Insociable sociabilidad" que la necesidad hizo al ser sociable y la fuerza de ser más se hizo respetar por temor y se apreció como un camino para la solución de un dilema), otros dirán que la suma de las partes, algunos otros que el significado de la magnitud de posturas acumuladas muestra un criterio que debe imponerse. Todas estas respuestas pueden tener parte de verdad pero lo que no veo es que la integren como el método justo por excelencia. Es un mecanismo no una garantía y comprendo que sea aceptado como regla de juego, como método de resolución de conflictos (y aplaudo por ello) pero eso no significa que lo que resuelva la mayoría sea sinónimo de justicia plena. En esto coincido con Horkheimer. Creo que para este objetivo se requiere más. Demasiados ejemplos tenemos de decisiones de la mayoría que han sido flagrantemente equivocadas, injustas y causa de debacles sociales (recordemos que Sócrates fue condenado a muerte por mayoría y Hitler, aun con desviaciones, fue apoyado el 5 de marzo de 1933 por la mayoría de los votantes alemanes respectivos). Quizás, como explico alguna vez Churchill, debemos resignarnos y no juzgar a la "regla de la mayoría", solo aceptarla. Como el dijo: "la democracia es la necesidad de inclinarse de cuando en cuando ante la opinión de los demás", para agregar una conclusión contunde respecto al producto más relevante de esta regla: «la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando». Encuentro en estas frases un argumento a favor para comprender el sistema pero me siento en deuda conmigo mismo con la razón del principio. Mi intuición me indica que la regla de la mayoría se origina en su poder, es decir en su fuerza acumulada. Seguir las decisiones elegidas por los que son más se origina en una regla aritmética, no de justicia. Es obvio que la aceptación del mecanismo luego se institucionalizó y la justicia lo protege y cuida, pero su origen no se debe a que entraña un proceso justo per se. Solo un medio para conseguir un fin: la solución ante la falta de consenso, pero precisamente esta falta requiere de algo mas para alcanzar la justicia de la regla que supone. Allí esta el desafío. Esta es la respuesta.
Que la decisión que se imponga sea la que defina la mayoría es un mecanismo, una fórmula, un camino que los hombres y mujeres hemos adoptado para solucionar temas controvertidos donde no hay unanimidad. Es decir, es este un mecanismo elegido para destrabar situaciones donde no se puede avanzar, para tomar decisiones y lograr que la vida continúe. Y la verdad es que utilizamos este método en un sin fin de cuestiones, desde las más sencillas y rutinarias a las más complejas y delicadas. Una ida al cine con amigos, el lugar de vacaciones y hasta qué vamos a comer por la noche se unen a la lista de tópicos que se resuelven por la pluralidad de los votantes y se suman a cuestiones de mucha mayor envergadura por lo que supone la relevancia de lo que deciden: desde una decisión ética influida por el poder de lo que hacen los que son mas, a una cuestión política como la elección de un Presidente, un Primer Ministro o de un Gobernador, Diputado o Senador. Quizás la respuesta automática que nuestro cerebro activa ante esta inquietud es que esta es la regla de oro del sistema democrático: la regla de la mayoría.
Pero la verdad es que si uno sigue hurgando se encuentra que el principio de la mayoría se utiliza en muchos mas aspectos que en aquellos que la democracia como sistema de gobierno supone. Este principio se usa en infinidad de temas relevantes que no hacen a la política sino a nuestra cultura, a nuestras creencias y a nuestra vida. Por ejemplo existen casos donde los líderes religiosos son elegidos por el voto de la mayoría: el Cónclave católico para decidir quién será el
Papa. Hasta 1179 bastó con la mayoría simple en la elección. Ese año, el Concilio Laterano III incrementó hasta los dos tercios la mayoría requerida. A los cardenales no se les permitía votarse a sí mismos. Se estableció un sofisticado procedimiento para asegurar el secreto del voto e inclusive la historia cuenta que se les restringió la comida y las comodidades para que votaran más rápido. Pío XII (1945) eliminó este sistema, pero incrementó la mayoría a dos tercios más uno de los votos. En 1996 Juan Pablo II restauró la mayoría de dos tercios, pero no la prohibición del auto-voto. El mecanismo establece también que pasadas 34 o 33 votaciones fallidas (según se haya realizado la primera votación el día de la inauguración del cónclave o el siguiente), los electores podrán decidir, por mayoría absoluta. Este sistema de elegir al líder de la Religión Católica por lo que decida una mayoría de hombres es notable porque supone un enorme poder otorgado a los que son más: el elegido tendrá la llamada infalibilidad papal, por la cual, conforme al dogma católico, el pontífice está exento de cometer errores en materias de fe y moral. Es decir que la regla de la mayoría es el vehículo para darle a un hombre nada menos que tratamiento de "Su Santidad" y además le da acceso a esta facultad divina de "no equivocarse". Menuda facultad vinculada a la prerrogativa que la mayoría otorga.
Pero lo religioso no es una excepción más del poder que tiene la aritmética de los que suman mayoría. También lo es decidir que es justo y que no lo es. Es que cuando un Tribunal Superior de Justicia resuelve si una persona debe ir a la carcel o hasta, en algunos países que la admiten, si debe ser condenado a pena de muerte, es, justamente (nunca mejor empleado el término o la ironía), por decisión de "la mayoría de jueces miembros de ese Tribunal". Pero detengamos, aunque solo sea para comprender la magnitud del tema, en otras cuestiones menos jerárquicas de las que hemos señalado -como la democracia, la religión o la justicia- pero no menores en cuanto a su impacto. Es que temas como la influencia de los intelectuales, la pasión por un equipo de fútbol o la relevancia de un libro son todos ejemplos también donde la autoridad de la "diosa mayoría" juega un rol decisivo en las mentes de millones y millones de personas que quedamos salpicados por esta inmensa ola que se genera en el soplo de la pluralidad de quienes sean los electores en cuestión. El mecanismo de la mayoría decide el premio al Mejor futbolista del año, el equipo con mayores pasiones detrás, o el best sellar de los libros o el Oscar a la mejor película.
La pregunta, de nuevo, es porqué. Cual es el fundamento de justicia de este método? Porqué todos lo aceptamos? Cuál es la razón por la cual consideramos enteramente lógico que si no nos ponemos de acuerdo resuelve el dilema la opinión de quienes son más? Vamos a ver.
Hay una cuestión que la mayoría no resuelve y es lo que decide nuestra conciencia. Aquí no actúa la mayoría. La conciencia de cada uno es una excepción. Pero sabemos que no lo es absolutamente: obviamente las deficientes de conciencia pueden verse influidas por lo que piensa los que son más (la moda y la masa son ejemplos de esta influencia). Llegados a este punto de la reflexión es oportuno analizar que han estudiado algunos pensadores y filósofos al respecto.
Desde los griegos en adelante la idea de Democracia como forma de gobierno supuso la regla de la mayoría. El gobierno del pueblo buscaba consensos pero resolvía por mayoría. Con los límites que la historia se ocupó de precisar, si bien este principio fue determinante, tenemos que reconocer que la regla que se aplicó fue de la mayoría "Ma non troppo". Porqué digo esto? Pues porque en la vieja Grecia no se consideraba la voluntad de los esclavos ni de las mujeres y tanto en la Edad Media como hasta la Revolución Francesa, la mayoría popular no fue un factor decisivo a la hora de tomar decisiones. Con miradas distintas John Locke influyó terminantemente en los límites al poder (Gloriosa Revolución inglesa de 1668) y en la Revolución Americana de 1776 como luego Rousseau en la Francesa de 1789 y, especialmente, lo que vino después, con el genial Immanuel Kant y el Iluminismo posterior del Siglo XVIII la razón fue una gran plataforma para la reflexión y el análisis. Pero todo ese movimiento se basó en las ventajas de esta razón como base de legitimidad de lo que luego los Positivistas, en el siglo XIX, instituyeron con el poder del análisis científico de Comte o Stuart Mill y hasta Kelsen con la primacía de las normas. Pero llegado el Siglo XX (en esta apretadisima síntesis) fue quien puso en tela de juicio tanto a la razón como a la regla de oro de la mayoría. Y fue la Escuela de Frankfurt liderada por Max Horkheimer y Theodore Adorno quienes mejor analizaron este fenómeno. Veámoslo por segmentos.
En su "Crítica a la razón instrumental" Horkheimer explica que la razón puede explicar los medios pero no los fines de una conducta ni de un acto. Separa la razón como motivo o como instrumento del medio pero no del objetivo final de una decisión. Dice Horkheimer: "...los criterios para nuestros actos y nuestras convicciones, los principios conductores de la ética y de la política, todas nuestras decisiones últimas, llegan a depender de otros factores que no son la razón". Para Horkheimer estos factores son "asunto de elección y de predilección", es decir, el fin de una decisión personal, por ejemplo (para poner un caso polémico que hoy es de actualidad) el cambio de sexo de una persona, no se juzga por su mayor o menor razonabilidad sino que es materia de una acción privada (que como reza el artículo 19 de nuestra Constitución, "queda exenta de la autoridad de los Magistrados") que se ajusta a la preferencia del sujeto responsable de esa toma de decisión. Lo interesante del ensayo de Horkheimer es que vincula esta ausencia de razón objetiva con un "análisis del principio de la mayoría". Se pregunta cual es el fundamento de este principio y responde que hay un pensar general que cree que "los hombres al fin y al cabo, son los que mejor pueden juzgar sus propios intereses" y esto hace suponer que más voluntades de sujetos en favor de una alternativa representan mejor los intereses de una comunidad. Pero lo divertido y estimulante (a mi modo de ver) es que Horkheimer destroza este fundamento. Dice que no es cierto. Que los hombres no tienen porque conocer sus intereses y que muchas veces la decisión por determinada postura, aunque sea apoyada por la mayoría, es arbitraria y no obedece a la ciencia ni a lo conveniente. Horkheimer menciona que hasta los juristas norteamericanos defensores de la Constitución de los Estados Unidos de América de 1787 no pensaban que la Regla de la Mayoría obedecía a la razón. "No cabe duda" explica "que no se consideraba que el principio de la mayoría implicase garantía de justicia" y agrega un pensamiento decisivo a su análisis: "el principio de la mayoría, al adoptar la forma de juicios generales sobre todo y todas las cosas... mediante toda clase de votaciones...se ha convertido en un poder soberano ante la cual el pensamiento debe inclinarse", pero eso no significa que sea ni justo ni eficiente. Y he aquí la esencia de mi pregunta que titula esta reflexión: Por qué entonces predomina este sistema? Cuál es el sustento que la mayoría se imponga? Algunos dirán que es el volumen o hasta la fuerza que significa la mayoría (en los orígenes del ser humano, Kant nos recuerda en su ensayo "Insociable sociabilidad" que la necesidad hizo al ser sociable y la fuerza de ser más se hizo respetar por temor y se apreció como un camino para la solución de un dilema), otros dirán que la suma de las partes, algunos otros que el significado de la magnitud de posturas acumuladas muestra un criterio que debe imponerse. Todas estas respuestas pueden tener parte de verdad pero lo que no veo es que la integren como el método justo por excelencia. Es un mecanismo no una garantía y comprendo que sea aceptado como regla de juego, como método de resolución de conflictos (y aplaudo por ello) pero eso no significa que lo que resuelva la mayoría sea sinónimo de justicia plena. En esto coincido con Horkheimer. Creo que para este objetivo se requiere más. Demasiados ejemplos tenemos de decisiones de la mayoría que han sido flagrantemente equivocadas, injustas y causa de debacles sociales (recordemos que Sócrates fue condenado a muerte por mayoría y Hitler, aun con desviaciones, fue apoyado el 5 de marzo de 1933 por la mayoría de los votantes alemanes respectivos). Quizás, como explico alguna vez Churchill, debemos resignarnos y no juzgar a la "regla de la mayoría", solo aceptarla. Como el dijo: "la democracia es la necesidad de inclinarse de cuando en cuando ante la opinión de los demás", para agregar una conclusión contunde respecto al producto más relevante de esta regla: «la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas las otras formas que han sido probadas de vez en cuando». Encuentro en estas frases un argumento a favor para comprender el sistema pero me siento en deuda conmigo mismo con la razón del principio. Mi intuición me indica que la regla de la mayoría se origina en su poder, es decir en su fuerza acumulada. Seguir las decisiones elegidas por los que son más se origina en una regla aritmética, no de justicia. Es obvio que la aceptación del mecanismo luego se institucionalizó y la justicia lo protege y cuida, pero su origen no se debe a que entraña un proceso justo per se. Solo un medio para conseguir un fin: la solución ante la falta de consenso, pero precisamente esta falta requiere de algo mas para alcanzar la justicia de la regla que supone. Allí esta el desafío. Esta es la respuesta.
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