La esencia del pensamiento de Frederick Nietzsche encuentra su cimiento en la critica, furibunda y fundamentada, tanto de la religión como de la filosofía occidental porque, a su juicio, comparten una misma tendencia: ambas han manipulado a sus seguidores. Veamos por separado sus fundamentos.
1. Crítica a la religión: “La moral de los esclavos”
Nietzsche considera que el cristianismo, como religión predominante en Occidente, promueve una moral que valora la debilidad, el sacrificio y la sumisión como instrumento de manipulación de los débiles para subvertir el poder de los fuertes, al glorificar cualidades como la humildad y el sufrimiento. Esto, desde su perspectiva, fomenta una negación de la verdadera y única vida al priorizar el “más allá” sobre el "más aca", es decir el mundo real. Es que el ejemplo clave de este mecanismo está dado por la promesa de una recompensa en el cielo. Al presentar a la vida después de la muerte como la vida gloriosa y real, fomenta la resignación y limita la capacidad de las personas para ejercer su propósito en la tierra.
2. Crítica a la filosofía tradicional: “La obsesión por lo trascendental”
La filosofía occidental, especialmente desde Sócrates y Platón, también es objeto de su crítica por el mismo motivo precedente: engaña y no realza la importancia de esta y única vida humana. Nietzsche argumenta que los filósofos han buscado verdades absolutas y universales fuera de la etapa vital y que, al igual que la religión, han despreciado el mundo sensible y la experiencia directa de lo que supone celebrar la vida a pleno.
En este sentido Nietzsche critica a Platón y el dualismo: el rechaza la división platónica entre el mundo sensible (imperfecto) y el mundo de las ideas (perfecto). Para él, ese mundo es uno solo y está en la vida humana. La perspectiva de manipular la experiencia de vida humana que termina con la muerte y crear un mundo "ideal" perfecto ha influido en la filosofía posterior, llevando a un desprecio y negación de lo terrenal para inclinarse por el mundo de las ideas (y en algún caso del alma).
Pero Nietzsche no solo rechaza la visión de Platón. Se detiene en el otro enorme pensador del siglo de las luces: critica a Kant y la razón como límite. Nietzsche explica que en el siglo XVIII, Kant profundizó esta tendencia al establecer que la razón humana tiene límites insalvables para conocer lo “en sí” y señala que esto instituye una resignación filosófica que perpetúa la idea de que la realidad última idealizada es inalcanzable.
Esta mirada de Nietzsche iguala a la religión y la filosofía como aliadas al nihilismo, es decir, a la negación de todo principio moral.
Ambas, siempre según Nietzsche, contribuyen a un nihilismo particular al restar valor al mundo y a la existencia de los seres humanos. Al promover ideales inalcanzables despoja de sentido a la vida misma y fomentan un vacío existencial.
A esto el lo llama "nihilismo pasivo", donde las personas no encuentran sentido en la vida, al estar subordinadas a ideales intangibles (como la salvación o la verdad universal).
Frente a esta realidad impuesta por creencias religiosas y opiniones filosóficas, Nietzsche responde con un nuevo enfoque: la “transvaloración de los valores”. ¿Qué significa esto?
Nietzsche es esencialemente VITALISTA y ropone una revalorización de los valores que afirme la vida en todas sus formas. Esto implica abandonar la moral trascendental que privilegia la renuncia y el sacrificio, reconocer el mundo terrenal como el único lugar donde el ser humano puede crear y ejercer su poder y valorar la individualidad y la subjetividad, en lugar de buscar verdades absolutas fuera de la experiencia vital.
En definitiva, la crítica de Nietzsche a la religión y a la filosofía imperante hasta el siglo XIX no es solo un rechazo, sino una invitación a repensar las bases de nuestra cultura y nuestros valores. En lugar de mirar hacia un “más allá” o hacia verdades inmutables, su pensamiento impulsa al ser humano a mirar el "más aca" y nuestro derredor y a afirmar la vida tal como es, creando sus propios valores, liberándose de los dogmas impuestos tanto por la religión como por la tradición filosófica occidental que han manipulado las mentes de los hombres y mujeres con una colosal mentira: que el mundo de las ideas supera a la vida misma.
La frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” , formulada por José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914), constituye uno de los núcleos más vitales del pensamiento filosófico en lengua española. Ya ha sido objeto de análisis en este Blog pero reflexiones posteriores me obligan a hacer esta actualización de mi cavilación. Su potencia es tal que amerita analizarse con el paso del tiempo y reside no solo en la afirmación del sujeto como ser situado —inseparable de su contexto vital—, sino en la exigencia ética contenida en esa segunda mitad: “si no la salvo a ella no me salvo yo”. La pregunta que queda pendiente a responder es: ¿Soy yo el mismo yo el que la ha "salvado" hace diez años atrás? ¿Aquella "salvación" es la misma que haría ahora? Estas inquietudes han dado origen a esta segunda profundización sobre la frase de Ortega. Lo explico a continuación. Tradicionalmente, se ha interpretado que...
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