Parecería que todos estamos de acuerdo en que al tomar decisiones en nuestra vida, como objetivo último y hasta a veces inconsciente, apuntamos a la felicidad. Puede que no tengamos este objetivo claramente definido y que inclusive muchas veces tomemos una decisión a sabiendas que lo que decidimos no nos hace feliz instantáneamente pero lo hacemos reconociendo que detrás de ese primer sentimiento hay algo bueno para mi vinculado con este concepto. Casi que la decisión obedece al "inconsciente adiestrado" hacia ese destino: la felicidad. Veamos un ejemplo. Si resuelvo ir a trabajar un domingo a la oficina, probablemente eso no me guste, me deprima y hasta me enoje, pero lo hago porque se que me beneficia, me ordena, adelanto temas pendientes, etc. Es decir, contribuye a que, sin perjuicio de mis primeros sentimientos, al recapitular me sienta bien conmigo mismo porque me satisface la decisión. De algún modo el haber ido a trabajar ese feriado contribuye a mi felicidad futura. Pues bien, este es un ejemplo sencillo y que sirve para disparar una reflexión. Es que la gran pregunta que se esconde en este planteo es qué es la felicidad. Se puede definir? Algunos dicen que es un estado de animo, una emoción, donde se conjugan la satisfacción y la alegría. Pero sea esta u otra la definición que tengamos al respecto la verdad es que la misma no obedece a una razón objetiva. La vida no tiene un manual de instrucciones que nos indique paso a paso la racionalidad de la felicidad. Es decir no hay una explicación racional unívoca de lo que debe hacer feliz al común de las personas. La felicidad es "intuita personae", es decir, está atada al ser humano que la experimenta, que la siente y sin un fundamento racional válido para terceros. En esto la magnitud no define, la mayoría no cuenta. Por más que una enorme proporción de habitantes desee ir al mar en verano, esa manera de "alcanzar su felicidad ante el calor reinante", no le da mayor racionalidad que la que tienen aquellos individuos que en verano deciden ir a escalar las montañas de hielo de la Antártida. Es que la felicidad no tiene una razón que la justifique ante todos los seres humanos del planeta. No. Es propia de cada uno. La razonabilidad podría inmiscuirse en los medios pero no en el fin. Veamos otros ejemplos para ser mas claros. Hay gente que para ser feliz se flagela. En esa misma línea, hay sadomasoquistas que celebran sus relaciones con golpes y violencia. Pues bien, si en este último caso son personas adultas libres que dan su consentimiento, por mas irracional que a mi me pueda parecer su trato, justamente se trata de su felicidad y no de la mía. Lo que si puede juzgarse de irracional son los medios y no el destino. De vuelta volvamos con un ejemplo. Si a mi me hace feliz ir a Mar del Plata es razonable que tome un colectivo en Retiro y que vaya por la ruta 2 hacia esa ciudad y seria irrazonable que cruce al Uruguay pretendiendo ir a "la feliz". Es decir los medios deben tender al fin. Allí esta su racionalidad pero el objetivo final no tiene una razón objetiva que lo justifique: para algunos Mar del Plata es su felicidad y para otros no, pero ninguno de los dos tiene fundamentos racionales para descartar la elección del fin. Mi racionalidad puede no ser la misma que la tuya y por tanto tu elección de felicidad, mientras respete ciertos principios (que en seguida veremos), debe ser respetada y tolerada y no puede ser denostada por irracional. Veamos algunos ejemplos más complejos. Existen grupos sociales que prohíben a sus seguidores más fieles a tener cualquier tipo de relaciones sexuales, sean estos hombres o mujeres y basan esta prohibición en la felicidad futura argumentando que esta prohibido a quienes se consagran a sus principios disfrutar del sexo, de cualquier riqueza económica y de autonomía, es decir los votos de castidad, de pobreza y de obediencia. Pues bien, esto que puede parecer irracional a un ser humano común es la manera que los sacerdotes y monjas de la religión católica apostólica y romana han elegido para ser felices. En el otro extremo encontramos comunidades abiertas, en los 60 llamadas de "hippies", de amor libre, cuya manera de alcanzar la felicidad es compartiendo todo, es decir, amplitud total en materia sexual, compartir el lugar donde viven, sus alimentos e inclusive, en la mayoría de los casos, drogas y alcohol. La razón detrás de la felicidad perseguida en ambos ejemplos no viene al caso. Son proyectos de vida donde la racionalidad no opera para justificar el fin sino, como dijimos, solamente para justificar los medios.
Ahora bien, donde está el límite? El hecho de sostener que la felicidad de todo ser humano viviente no responde a una razón única no es una barrera abierta a poder hacer lo que a cada uno se le antoja. Si un hombre pretende encontrar la felicidad raptando niños para torturarlos esto, independientemente de un sentimiento general de repudio, va más allá y no puede permitirse porque hace daño a otro, es decir, perjudica a un tercero y viola las reglas de convivencia generales entre los seres humanos que convivimos en este planeta. Y aquí estos llegando al punto quizás más complejo de esta reflexión: Cuales son, entonces, estas pautas que pueden erigirse como los pilares fundamentales de la búsqueda de la felicidad individual? Como sociedad, debemos tolerar todo hasta ese límite o actuar antes? Que rol tiene la Educación en este cuadro de situación? Que rol tiene la Constitución de un país y la apertura a "todos los hombres del mundo que quieran habitar su suelo"? Estas preguntas tienen mucho que ver con el derecho a no ser dañado y el valor de tolerar al diferente. La humanidad ha aprendido estos conceptos luego de siglos y siglos de violencia. Para comprender un punto de vista ajeno se necesita respeto. Y el respeto requiere de empatía. Comprender al otro no significa estar de acuerdo. Solo significa haber sentido lo que el otro siente para poder entender su conducta, su reclamo, su forma de vida. Entender al otro no es "ceder" a su postura. Por el contrario, es ascender un escalón gigantes en la escala humanitaria. Y esto requiere de humildad. La empatía es la base de la solidaridad, de la tolerancia y de nuestra humanidad. Debemos de reconocer que cada sujeto es producto de su realidad, de sus circunstancias y precisamente por esto es que hay seres diferentes: porque no hay una única razón que ordene una sola manera de vivir. Tomar plena consciencia de esto nos une como seres humanos y nos permite madurar como seres tolerantes. Es que no hay un código unico de racionalidad. Es propiedad privada de cada uno. Porque, vale la pena repetirlo, no hay una sola manera de vivir bien. Hay muchas. Y así como quiero que se respete la mía debo respetar la del otro. Porque efectivamente, no hay una sola. Tengámoslo en cuenta al juzgar al otro.
Estoy de acuerdo con casi todo ..... continuará..............ahora no tengo el silencio ni la calma necesaria, además, a mi me lleva bastante tiempo pensar.....lo tengo q saborear mucho todavia ..... por ej, a traves de la ventana de un tren q nos vamos a tomar de Montreal a Quebeq ,me encanta "a través de la ventana"
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