Cuando vivimos, obramos. Vivir es un verbo, supone acción. Es inherente al vivir tomar decisiones. Saludo a las personas con quienes comparto mis días, digo “Buen día". Tomo el desayuno, agradezco en su caso a quien me lo sirve. Digo y doy las gracias. Saludo a la gente que conozco. Les sonrío, hago un gesto de afecto en su caso. Todas ellas, el saludar, el agradecer, el sonreír son decisiones de vida. Quizás automáticas pero quizás no. Puede que haya un día que no salude, no agradezca ni sonría. Y puede tener un motivo. Eso significa que mi conducta diaria tiene parámetros que construyen mi conducta, mi carácter, mi personalidad. Y si subimos un escalón para el análisis de decisiones más complejas veremos que estas requieren también de motivos, de un fundamento, de ciertos cimientos que me hacen actuar de una o de otra forma. Y que deben ser pautas claras y asentadas porque muchas veces las decisiones no dejan tiempo para pensar. Hagamos un ejercicio. Dejemos de lado aquellas
Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma una café con la vida, en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta de sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa.