Cinco siglos antes de Cristo los griegos comenzaron a construir la historia del pensamiento occidental. Los Pre Socráticos observaban la naturaleza y desarrollaban sus ideas erigiendo al hombre como centro y señor de su cosmología. Hasta que llegó Sócrates y los hizo dudar de todo. "Conócete a ti mismo" fue una frase que no agradó a la clase dirigente local y que a la postre le costaría la vida al hombre más sabio según Delfos: su decisión de la cicuta pretendió poner justicia a quien hizo pensar. Comenzó formalmente así la estupidez humana y nació la rebelión de la inteligencia: Platón se hizo presente para vengar con su intelecto la muerte de su Maestro.
La Academia y luego el Liceo de Aristóteles fueron las instituciones educativas que hicieron reflexionar a la sociedad griega. El mundo de las Ideas platónico estableció un nuevo nivel de límites al ser humano, mostrando en su caverna que todo podía ser una ilusión proyectada. Aristoteles pulió y amplió los conceptos, estudió la ciencia, profundizó un análisis sobre la conducta debida de ese ser que debía educarse y nos dejo la Ética para Nicómano. Las escuelas helenísticas continuaron profundizando y nos hicieron pensar sobre la felicidad, el estoicismo y la ironía cínica del ser humano hasta que llego Cristo, con conceptos totalmente diferentes.
Fue él quien revolucionó el mundo con ideas que ya no era filosóficas sino "divinas": el dijo que venia de otro mundo, que era el hijo de un Dios que no era un ser humano pero que todos éramos hermanos por ser todos "hijos de Dios". Pero quizás su punto más difícil de comprender fue el sostener que la muerte no era un límite. El argumento central que inauguró Jesucristo y que el catolicismo sostuvo fue la "muerte de la muerte". Existía para todos la "vida eterna", la muerte no era un fin sino un comienzo: para aquellos que cumplieran sus normas estaba el paraíso y para quienes las incumplieran, el infierno. Como toda revolución sus efectos causaron impacto, violencia y venganza (entre las estupideces consecuentes el hombre decidió matar quien prometió vida después de la vida). Pablo y, especialmente, Agustín de Hipona (a fin del siglo IV d. C. y comienzos del V) fundamentaron la doctrina cristiana remarcando esta vida ilimitada a la que se podía acceder con la "gracia" en "La ciudad de Dios". Las idas y vueltas del pensamiento científico, religioso y filosófico sobre el hombre se mantuvieron en esta cadena de evaluaciones llegando a su máxima expresión con Tomás de Aquino en el 1200. Fue Tomás quien sentó las bases de una doctrina que le permitió a la Iglesia poner un límite a la razón del ser humano. El raciocinio comenzaba a indicarle a los seres pensantes que no era "razonable" ni la Trinidad, ni la vida eterna y que la muerte física era un verdadera frontera infranqueable para el hombre. En contra de esta lógica Tomás sostuvo que para la razón del humano "no es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado por Dios" (y sus Cinco Vías de la demostración de su existencia). Estableció así la prioridad de la fe sobre la razón humana y por tanto fijo otro límite al hombre: no puede razonarse a Dios (es decir que debíamos creer lo irrazonable). Pues bien, esta se constituyó en la piedra angular de la cristiandad y así Tomás fue proclamado Santo en el siglo XIV, un siglo antes que naciera Nicolas Copérnico (1473), quien trajo un descubrimiento sorprendente para demostrar los límites y, nuevamente, la estupidez humana.
Copérnico con su obra "Sobre la revolución de las esferas celestes" publicada el año de su muerte 1543, fija un límite científico y muestra los límites a la supuesta inteligencia del hombre con un descubrimiento de la modernidad: el ser humano no es el centro del universo. Viene a sostener científicamente que los hombres estábamos equivocados: no es la tierra el punto alrededor del cual circula el sol sino que es el sol el punto central de un sistema (y sólo de un sistema de los tantos que tiene el universo) sobre el cual circula la tierra! Este descubrimiento cachetea el ego humano (Freud le llama la primer ofensa del amor propio de la Humanidad en un escrito de 1916 llamado "Una dificultad del psicoanálisis") y le señala su error, su límite, su simpleza y le hace tambalear todas sus creencias, su religión y las ciencias, abriendo una puerta ancha a la posibilidad ilimitada de la incertidumbre y la ignorancia a la que se enfrenta el ser humano. Ante tamaña "blasfemia" esta obra de Copérnico es prohibida por la Iglesia e interviene la "Santa" (?) Inquisición para impedir el ridículo de la Biblia que tal afirmación suponía y castigar a su autor. Una muestra más que la estupidez no se rinde fácilmente, especialmente cuando el narcisismo la defiende. Pero los límites a la tontería humana tampoco se detienen y unos años más tarde, ante el surgimiento de Galileo Galilei, quien a través de su telescopio e investigaciones meticulosas retoma el cambio "copernicano" que significó la teoría heliocéntrica, la estupidez se viste de gala y vuelve a condenar al mensajero. Sostener esta postura científica, que luego resultó absolutamente cierta y rigurosamente comprobada, llevó al pobre Galileo a un enfrentamiento con la imbecilidad y a una condena a cadena perpetua por la Santa Inquisición (que el Papa Urbano la conmuta por arresto domiciliario... hasta el final de sus días en 1642). El sólo hecho de recordar los castigos de la Inquisición por pensar y actuar distinto a las enseñanzas de la Iglesia, nos brinda una muestra acabada de la estupidez humana con poder. Como antes vimos Freud escribió sobre este episodio de la humanidad y la denominó "ofensa cosmológica".
Pero Copérnico y Galileo no fueron las únicas víctimas de la lucha de la ciencia y la razón contra las imposiciones religiosas. Sobre el comienzo de ese siglo XVII aparece un matemático y filósofo brillante, René Descartes, quien duda de todo. Parece gritarle al mundo: "No seáis estúpidos! Duden, piensen y razonen". Vuelve a marcar otro hito en la historia del hombre. "Pienso luego existo" y el Discurso del Método utilizó el raciocinio para pensar e inició, de este modo, la Modernidad sentando las bases de una duda existencial a todo lo pensado hasta ese momento. Marca así Descartes una nueva etapa: todo debe repensarse bajo el prisma de la razón y la duda. Nada es lo que parece, todo debe demostrarse. Y así se inicia un ciclo de pensadores profundos que ejercen esa duda sobre el hombre y sus reflexiones. Spinoza es perseguido hasta la sepultura por abrirnos la mente con su Ética, John Locke (el extraordinario pensador anglosajón) fija los límites al poder del Rey y levanta la bandera de la tolerancia dividiendo el poder celestial del poder civil (la tontería humana había establecido que la autoridad del Rey provenía de Dios), David Hume sacude al mundo con su teoría de las percepciones y así sucesivamente los filósofos construyen un muro a la estupidez haciéndonos despabilar de nuestra anestesia y temor. Y llega el siglo XVIII con la Ilustración y su máximo referente: el Profesor de Konisgberg. Fue este Profesor, Immanuel Kant, que declara el fin de la inmadurez humana y nos despierta bajo el grito: Sapere aude o «atrévete a saber» que inicia el siglo de las luces luego de la Revolución Francesa y le reitera al hombre «ten el valor de usar tu propia razón». Su imperativo categórico y la Crítica a la razón pura son las bases de una nueva filosofía que ya en las puertas del siglo XIX inicia Hegel con su idealismo y dialéctica. Luego Karl Marx utiliza a Hegel para mostrar otro límite del hombre: la relación del Capital y el trabajo.
Pero fue Charles Darwin quien promediando el siglo propinó un segundo golpe letal a la ingenuidad del hombre (manipulado por la Iglesia) al demostrar que su origen no era divino sino que descendía nada menos que de los "primates". Darwin explicó en su obra "El origen de las especies mediante la selección natural y la supervivencia de las razas favorecidas en la lucha por la vida" que el ser humano provenía del mundo animal y que no había sido creado como una criatura autónoma. Tamaña teoría puso a las clara un nuevo error humano comparable al descubierto por Copérnico y Galileo y como erá lógico volvió a enojar a la Iglesia que maltrató a Darwin señalando que su teoría era una "quimera de un ateo blasfemo". La religión católica repudió esta teoría darwinista y la condenó y rechazó como pecado mortal de la ambición científica hasta que, luego de muchos anos de condena tuvo que admitir su error y en 1996 el Papa Juan Pablo II admitiera que las investigaciones de Charles Darin eran válidas. Freud llamó a este episodio de la historia de la humanidad, la "ofensa biológica", porque la ciencia demostró el error del hombre en su concepción del origen vital: nos creíamos seres divinos, creados a "imagen y semejanza de Dios" y resultamos ser un animal más en la escala zoológica, dotado de razón pero también de narcisismo.
El Siglo 19 y el 20 fueron doscientos años intensos para el desarrollo del hombre y su lucha con la referida estupidez. Una de las mayores mentes que marco esa intensidad fue Friederich Nietzsche quien con una energía mayúscula destruyó a "martillazos" intelectuales varias de las creencias humanas. Inspirado en sus estudios de la Grecia antigua y motivado por la desesperación de Kierkegaard y el absurdo de la vida de Schopenhauer, sus aforismo y reflexiones lo llevaron a conclusiones explosivas. De entre ellas su declaración "Dios ha muerto" provocó otra revolución de las ideas y conmocionó la tontería de la absoluta dependencia de un ser todopoderoso y extraterrestre. Nietzsche le dijo al hombre que dependiera de si y no de un Dios. "Humano, demasiado humano" pretendió hacer hincapié el que el hombre se "de cuenta de lo que no quiere darse cuenta" y fue un hito en la historia de los límites al ser. Pero aun más fuerte que Friederich fue la postura de un un médico neurólogo austríaco, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX: me refiero a Sigmund Freud. Ya lo hemos citado previamente como el autor que enumero las tres heridas del narcisismo humano. Las dos primeras habían sido humillaciones "externas" a sus afimraciones (la ofensa cosmológica y biológica) pero la tercera ofensa y herida fue "interna"y fue la que el mismo Freud descubrió: fue la más sensible porque fue de naturaleza psicológica: "ustedes no se conocen, ustedes no son ustedes, no son solamente su conciencia, son su inconsciente al que no manejan" y de ese modo desmoronó lo que el hombre creía saber sobre sí mismo y su voluntad. Le mostró su debilidad: el yó se da cuenta que no es el amo en su propia casa... Jung y Freud en este siglo hicieron caer una creencia simple: "no estoy seguro si soy lo que creo que soy porque es mi inconsciente quien decide y a quien no conozco..." . Tamaña ofensa al creer del hombre lo confundió y enojó consigo mismo. Quizás haya sido la desesperación de sus límites, quizás la ambición de poder pero en cualquier caso fue esta estupidez y soberbia humana la que condujo al hombre en ese siglo XX a convertirse en algo mucho peor que el "lobo del hombre" de Hobbes: nacieron las guerras mundiales.
La Primera Guerra de (1914-1918), también conocida como 'la Gran Guerra', donde la Triple Entente (Francia, el Reino Unido y el Imperio ruso) luchó contra la Triple Alianza (del Imperio alemán, Imperio austrohúngaro y el Reino de Italia), se llevó la vida, entre muertos y desaparecidos, civiles y militares de aproximadamente 15 millones de seres humanos. Unos años más tarde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), donde los Aliados (luego de Pearl Harbor liderados por cinco grandes potencias: el Reino Unido, la Unión Soviética, la Francia libre, los Estados Unidos y la China) lucharon contra las Potencias del Eje (la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y el Japón de Hiroito) costó la muerte de aproximadamente 55 millones de personas. Es decir, el siglo del existencialismo se topó con el mayor crimen de la existencia: más de 70 millones de personas se llevaron las guerras mundiales amén de las guerras civiles y enfrentamientos armados internos y externos (España, Rusia, Africa, Vietnam, Camboya). Es este el mejor ejemplo de la estupidez humana? Quizás si por la vergüenza que supone para el hombre.
Pero en este contexto las ideas del hombre se inclinaron a pensar en la pregunta más simple y quizás más compleja de la humanidad: Quienes éramos? En qué consiste ser? Fue allí que surgió la figura de Martin Heidegger (filosofo nazi, rector de la universidad alemana de Friburgo en épocas del Fuhrer) quien basado en la fenomenología de Husserl se cuestionó sobre la esencia del ser y el "dasein". Ser y Tiempo nació como obra fundamental de esta disquisición señalándole al hombre su pequeñez: no sabia quien era. José Ortega y Gasset, desde España le agregó que uno no era "el yo" solamente, sino que era "sus circunstancias" y que "si no las salvo a ellas no me salvo yo".
Producto entonces de estos cuestionamientos y/o como reacción frente a la realidad de la violencia y sus consecuencias nace la exaltación a saber existir: Simone de Beauvoir (una filosofa extraordinaria que con su "Segundo Sexo" revolucionó la posición de la mujer en la sociedad y luchó por su igualdad) y Jean Paul Sartre (el líder intelectual de este movimiento y figura indiscutible del movimiento del 68 francés) ya promediando el Siglo XX nos arrojan a la reflexión del Existencialismo: en que consiste vivir con libertad? Como coexistir con el sufrimiento, la desigualdad y la explotación? Los límites de la estupidez humana deben ser abolidos para disfrutar la existencia y luchar contra la opresión. Nace así una base filosófica para el mundo Hippie de paz y amor que surge recordando el jardín de Epicúreo de la Grecia antigua.
Y paralelamente este siglo XX nos dio otro genio que protestó contra otro límite humano demostrando nuevamente nuestra pequeñez y nuestra soberbia: el lenguaje del ser humano no alcanza para expresar lo verdadero, tiene límites y lo que se quiere decir y expresar no es lo que el otro entiende, simplemente, porque no significa lo que uno cree. Fue Ludwig Wittgenstein quien, luego de nacer filosóficamente con Bertrand Russell, dio vuelta el pensamiento de su época con su Tractacus que cuestionó nuestra capacidad de comunicarnos y nos dejo dos conceptos que refieren a la tontería humana: "nada es más difícil que no engañarse" y "sobre aquello que no se puede hablar (con claridad) hay que callarse".
En esta apretada síntesis hemos repasado la fabulosa reacción de mentes brillantes contra la estupidez del hombre que siempre se creyó más importante de lo que era. Hubo muchos más pensadores, escritores y líderes sociales que lucharon con la estupidez humana (entre ellos Gandhi con su revolución pacífica en India o Martín Luther King y Mandela dando batalla al racismo) pero valga esta breve historia como homenaje a todos quienes se levantaron contra los que creyeron en la invulnerabilidad de sus certezas, y como condena contra todos quienes sojuzgaron a otros seres humanos basados en la superioridad de la estupidez y sus creencias. Esa soberbia causó dolor y muerte de pensadores que, como vimos, se rebelaron a la tontera. Esto originó creencias absurdas que justificaran desde la hoguera para quienes ponían en riesgo la religión católica (el Santo Oficio de la Inquisición) hasta el ataque suicida contra las torres gemelas a comienzos ya del siglo XXI. Que la educación para la paz y el cuidado del medio ambiente nos permita gestionar la inteligencia artificial, la robótica, los avances de una nueva revolución industrial, las novedades tecnológicas, las armas nucleares y los peligros de la arquitectura biológica. De otro modo la crónica de la estupidez humana continuará escalando y no serán suficientes los grandes pensadores de esta historia para ponerle límite: la misma estupidez puede destruirnos.
Dr. disculpe que comente en su blog, quisiera obtener su mail para consultarle sobre la materia Metodos de la Facultad de Derecho UBA.
ResponderEliminarruano227@est.derecho.uba.ar
Muchas gracias !
p/d: excelentes reflexiones !