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Morir sin querer

Miguel de Unamuno fue un filósofo español, escritor, político,  profesor y rector universitario cuya valentía, profundidad y singularidad le dieron el acceso a su obsesión: su pensamiento aun conmueve y su muerte no pudo detener su trascendencia. Don Miguel nació en Bilbao, en el año 1864. Fue el tercer hijo y primer varón, del matrimonio habido entre Félix María de Unamuno Larraza y su sobrina carnal, María Salomé Crispina Jugo Unamuno, lo que convirtió a su madre en prima hermana. Estudió la primaria y el bachillerato en el país Vasco y sus estudios terciarios los realizó en la Universidad de Madrid donde cursó Filosofía y Letras a partir de 1880, doctorándose en 1884 con su tesis sobre la lengua vasca. Comenzó trabajando como Profesor en su tierra natal hasta ganar una cátedra en Salamanca. Previamente en 1891 se casa con el amor de su infancia, Concha Lizarraga, con quien forma una familia que con el tiempo le daría nueve hijos. En Salamanca, muy joven, participa activamente en la vida cultural y académica de la ciudad y a la edad de 36 años es nombrado en 1890 rector de la Universidad. Sus libros comienzan a nacer. Unamuno ha sido un escritor prolífico. La ficción la encaró como “Nivola”, no como Novela, para salirse del corsé que los editores le exigían y así surgieron cuentos, poesía, obras de teatro y ensayos, destacándose “Niebla” donde su estilo rompe todo molde existente y el personaje creado intenta matar al autor desde las páginas de un libro no tradicional y adelantado a su tiempo. 
Su obra filosófica muestra su carácter y su fuerte personalidad. La filosofía de Unamuno fue una negación de cualquier sistema y una afirmación de fe «en sí misma». De allí su libro Contra esto y aquello. Don Miguel se formó intelectualmente bajo el racionalismo pero poco a poco fue abandonando esta escuela para, sin despreciar la razón, volcarse a la experiencia del hombre de carne y hueso y enamorarse de la vida en sí misma, con sus emociones, temores e incertidumbres pero con un foco central en la existencia y la maravillosa aventura que ella supone. Unamuno rompe con la Fe católica que heredó de su escuela primaria (tema recurrente en el que lo llevó a escribir Agonía del Cristianisno en 1925).  Comprende sus fundamentos pero categóricamente no acuerda ni cree en sus argumentos. Para él la muerte es algo definitivo, la vida acaba y no hay una “nueva” vida espiritual. Sin embargo, pensaba que la creencia de que nuestra mente o alma sobrevive a la muerte es necesaria para muchos que la reclaman como explicación imprescindible para poder vivir, pero la explicación supone una mentira y el no quiere sucumbir al engaño. Desde luego, Unamuno acepta que mucha gente necesite creer en un Dios (que puede perfectamente ser un Algo o Alguien) y tener fe. No discute que eso suceda. Lo que el sostiene es que tal creencia no es racional y origina un conflicto interior entre la necesidad de la fe y la razón que la niega.​ Que en algunos casos venza la Fe lo considera una victoria de la ficción y una lógica reacción al temor de la muerte. Por defender a rajatabla la filosofía de la vida es considerado uno de los predecesores de la escuela existencialista que, varias décadas después, encontraría su auge en el pensamiento europeo. Así estudió danés para leer directamente a Kierkegaard, a quien en sus obras solía llamar, en su peculiar y cordial estilo, «hermano». Don Miguel describió un pensamiento trágico de la vida digno de Schopenhauer. Dijo textualmente en Un sentimiento trágico de la vida: "¿Y qué es el derecho a la vida? Me dicen que he venido a realizar no sé qué fin social; pero yo siento que yo, lo mismo que cada uno de mis hermanos, he venido a realizarme, a vivir...La vida es tragedia, y la tragedia es perpetua lucha, sin victoria ni esperanza de ella; es contradicción." Es que el pensamiento de Unamuno defendía al hombre de carne y hueso. Al que quería vivir en la angustia de no querer morir. El decía que cuando las dudas invaden y nublan la fe en la inmortalidad del alma, “cobra brío y doloroso empuje el ansia de perpetuar el nombre y la fama”.  Eso es sobrevivir. Es superar la muerte de algún modo en la memoria de los otros. Don Miguel de Unamuno fue valiente y atrevido. Interpretó al Quijote y lo reescribió en una versión que resaltó al Hidalgo Caballero como el más inteligente y cuerdo de esa obra. Y así fue que sostuvo: “El más alto heroísmo para un individuo, como para un pueblo, es saber afrontar el ridículo; es, mejor aún, saber ponerse en ridículo y no acobardarse en él."  Cuando comenzó la guerra civil española Unamuno apoyó a Franco y quizo que esa agrupación de soldados restituyese a España el orden y su historia pero no tardó mucho en darse cuenta de su error en creer en el Generalísimo. Pocos meses antes de morir, en Octubre 1936, con Unamuno rector por tercera vez de la Universidad de Salamanca las tropas franquistas llegaron a su claustro, con los ruidos de las balas y los fusilamientos en la ciudad, bajo la consigna que pronuncia el general Millán frente Unamuno “Viva la muerte” a lo que Don Miguel responde: “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha, razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España”. Solo la intervención de la mujer de Franco impidió que le mataran ese día. Unamuno fue perseguido y se alojó en su casa para continuar trabajando en su obra y en su filosofía. El quería vivir. Lo sostuvo diciendo metafóricamente que a  Dios no le necesitamos “ni para que nos enseñe la verdad de las cosas, ni su belleza, ni nos asegure la moralidad con penas y castigos, sino para que nos salve, para que no nos deje morir del todo. Y esto lo consiguió. Murió en diciembre de 1936 conversando con amigos y repentinamente. Sin razones. Como lo había previsto: “No faltará a todo esto quien diga que la vida debe someterse a la razón, a lo que contestaremos que nadie debe lo que no puede, y la vida no puede someterse a la razón...porque el fin de la vida es vivir y no lo es comprender." Don Miguel de Unamuno y Jugo vivió y aún sobrevive pero dejó de existir como solo él hubiese querido: murió sin querer. 


Comentarios

  1. Fenomenal. Desconocía cómo murió don Miguel. Si es que murió, porque, como decía Facundo Cabral, "hay que desconfiar de los genios porque a veces se hacen los muertos".

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