Solidaridad, según el diccionario de la RAE es la “adhesión circunstancial a la causa o a la Empresa de otros”. No todos la definen igual. Otros diccionarios indican que es la “actitud de quien participa y presta su apoyo a las causas, deberes o responsabilidades de otras persona”. Más allá de estos matices mi duda y, lo que es peor, mi angustia por encontrar la causa de la acción, no encuentra una respuesta adecuada en el Diccionario. Tiene que ver con los motivos y las razones por las cuales cualquiera de nosotros es solidario y eso no lo encuentro en la descripción del concepto. Mi duda es más aguda:
¿Porqué uno “adhiere a la causa de otro”? ¿Cuál es el motivo por el cual cualquiera de nosotros presta su apoyo a las “causas o deberes o responsabilidades” de otra persona? ¿Hay un porqué? ¿Hay un para qué? ¿Lo debe haber? ¿Es porque así nos educaron? ¿Se debe a una formación religiosa? ¿Es un instinto animal o es una cualidad humana? ¿Hay seres humanos que carecen de solidaridad o se trata de magnitudes, unos son más solidarios y otros menos? Vamos despacio. Son muchos interrogantes. Cuando las preguntas son difíciles conviene segmentarlas y comenzar por el principio. Vamos a ver. Mi primera inclinación es que solidaridad supone el reconocimiento del otro. Esta es la plataforma de lanzamiento de cualquier conducta solidaria. El primer escalón. Y ese reconocer a otro significa darle entidad. Hay una reflexión ontológica: el otro es un ser humano que identifico como un ser que tiene mi misma esencia. En ese reconocimiento del otro y su identidad hay, o debería haber, una aceptación de la dignidad que ese otro representa. ¿Es esto así? Dar una primera respuesta en esta reflexión merece mayor profundidad. Y aquí nacen más dudas y de distinto calibre. ¿Reconocemos siempre en el otro esa capacidad de ser? ¿Nuestra mente automáticamente discrimina y rechaza la identidad de algunos de esos seres aludidos? ¿Hay algunos que si los reconozco y otros que no? ¿Vemos y percibimos en todas las personas a un ser humano con la misma dignidad que la nuestra? Los que tienen diferente color de piel, o pertenecen a otro continente, o son minusválidos, o pobres o indigentes, o de otra edad, o visten diferente, ¿no tienen exactamente la misma entidad que la nuestra? Estas preguntas podrían tener respuestas distintas. Tenemos todos la misma dignidad en tanto seres humanos pero podría ser que no merecemos todos conductas solidarias. Veámoslo en un ejemplo. Yo puedo reconocer la dignidad de una persona de Arabia Saudita o de Somalia pero podría ser que decida no ser solidario con ellos si su causa es el terrorismo y la violencia. Con este ejemplo estamos llegando a una primera conclusión. La solidaridad supone reconocer la dignidad de todos los seres humanos pero no es esta causa exclusiva ni suficiente que explique porque uno es solidario. Parecería que hay un segundo escalón entre los motivos que sustentan una conducta solidaria y que podría ayudarnos a encontrar el origen y el motivo de la solidaridad que estamos buscando. Se trata de la simpatía o compasión con la causa. Pero lo más interesante es lo que esto supone: esa simpatía tiene su base en verse uno mismo reflejado en el otro. Simpatizo porque empatizo. Me pongo en su lugar y imagino su sentir. Siento o percibo lo que el percibe y es allí cuando escucho el llamado a la acción: porque me identifico con quien necesita solidaridad. Es decir porque veo al otro en mi. Y acá estamos llegando a lo que vendría a darnos una primer respuesta al porque uno es solidario. Lo explico. Se trata del amor propio. Puede que esto no se dé en el cien por ciento de los casos, en seguida lo profundizamos, pero si parece ser la causa de una enorme mayoría de situaciones en las que decidimos una conducta solidaria. Apoyo la obra en favor de los ciegos porque me pongo en el lugar del que no ve y siento por un instante lo que debe ser vivir en la oscuridad y es allí donde me solidarizo con esa causa. El sentirlo en carne propia, el amor a uno mismo me dispara un sentimiento de colaboración con el otro. Ahora bien, si está conclusión es correcta, podríamos sostener que la solidaridad tiene su base y su razón de ser en el egoísmo, es decir en el amor a uno mismo. Choca leerlo de este modo. ¿Es posible que el fundamento, el motivo, la razón última de la solidaridad sea el ego? Pero por otro lado, ¿no es este el mensaje del Mandamiento de los Cristianos: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”? Pues si esto fuera así, es necesario hacer un par de aclaraciones. En primer lugar que alguien podría decir que su decisión solidaria no pasa por su ego sino exclusivamente por el amor al otro. Comprendo el punto pero recuerdo a Wittgenstein: “nada es más fácil que engañarse”. En segundo lugar, basar la solidaridad en el amor propio no es ninguna soberbia. Por el contrario, es sabiduría. El saber amarse a uno mismo es un acto de inteligencia sano e imprescindible para la buena vida. Ningún amor puede ejercerse sin esta premisa y quien no ama no vive, solo existe...lo que no es lo mismo. Y el solo existir supone algo así como una supervivencia tan vacía como el desierto. En tercer lugar, el amor propio bien gestionado es la base irreemplazable de cualquier virtud. Nadie es virtuoso sino es egoísta, en el buen sentido que el término supone. Y esto es innegable . Puede que el egoísta excesivo produzca rechazo y no genere virtud pero al igual que el agua de la catarata, es hasta preferible el volumen y el revuelto del rio que da belleza y color a la catarata al caer que el cause del río seco que ninguna belleza ni color produce y que su imagen solo es motivo de tristeza y sequía emocional. Puede ser perfectamente que el egoísmo excesivo sea un obstáculo y no permita ese ser egoísta identificarse con otro ser humano al que discrimina por la razón que sea, porque pertenece a otro continente o porque justamente ese egoísmo lo haga diferente pero esa deducción es producto de un egoísmo mal entendido. De un ego equivocado que no sabe ni permite sentir lo que siente el otro, por desprecio o por soberbia. Ese no es el verdadero amor propio. Eso es egoísmo equivocado. Amarse uno mismo es causa necesaria de una vida feliz y es, como estamos concluyendo, el origen, motivo y razón de la solidaridad con el otro. Apoyo una causa de otro y trabajo por los demás porque me identifico con su sentir. Aquí esta respuesta. Al final el interés no es solo la medida de la acción, es también su causa.
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