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Le dicen el Padre Pepe

El sábado último me levanté más temprano. Habíamos quedado de visitar la Villa Carcova, en Jose Leon Suarez, partido de San Martín. En realidad el objetivo era otro: queríamos conocer al Padre Pepe, José María di Paola y hablar con él de sus necesidades educativas. Algunas de sus colaboradoras nos habían venido a ver en la semana a pedirnos una mano para el barrio. Y hacia alla fuimos.

El padre Pepe es un cura "villero", es decir, un sacerdote comprometido con los más pobres de los más pobres que ha trabajado en distintos asentamientos de la Argentina. Fue párroco de la Villa de Barracas, 21-24 durante más de trece años y fue amenazado de muerte por su lucha contra la droga. Esto motivó un destino de transición por Santiago del Estero para regresar al conurbano bonaerence e instalarse en la Villa Cárcova antes aludida, hace algo más de dos años.

"La gente que vive aca es tercera generación de "cartoneros". Asi comenzó el Padre Pepe a explicarnos su realidad. La denominada Villa Cárcova tiene una población de cerca de cuarenta mil habitantes, nueve iglesias y dos escuelas. Fueron los primeros datos que nos lanzó. Y digo lanzó por la dimensión del impacto. "Tercera generación de cartoneros". Recuerdo con nitidez cuando mi padre me presentó, hace ya mucho tiempo, a una familia amiga del interior de la provincia de Buenos Aires, y me dijo con orgullo "Tercera generación de carpinteros". También recuerdo a mi abuela que me contaba con el mismo orgullo que su abuelo decía con un gesto de alegría indescriptible: "Nuestra familia ya tiene su tercer generación de médicos". Deben haber sido esos recuerdos que me llevaron a interrumpir al padre Pepe para preguntarle qué significaba que la villa estuviera habitada por una tercer generación de cartoneros y me explicó: "Es que no tienen un trabajo estable, la mayoría cartonea con sus hijos y muchas veces sus nietos". Mientras intentaba asimilar esta realidad Pepe fue más allá y nos explicaba que en esta Villa Cárcova la situación es de mayor pobreza que en la 21. "En la villa 21 existen muchos obreros de la construcción, con gran presencia de paraguayos. Muchas veces están acompañados por empleadas domésticas y una pareja con ese trabajo están salvados. Tienen una actividad "profesional" que los coloca en otro lugar social. No ocurre eso en Villa Cárcova. El ambiente aca es mucho más difícil y agresivo. Mis amigos de villa 21 que vienen a visitarle me lo dicen y me preguntan: "qué es lo que sucede aca que hay tanta violencia"? A medida que lo escuchaba aumentaba mi admiración a su compromiso y su humildad. "La verdad que este es un barrio grande y muy violento. La violencia es un recurso y es normal. Hasta las peleas de mujeres son cosa habitual. Eso "gusta" a los hombres que se entusiasman cuando dos mujeres se pelean a las trompadas y patadas en las calles del barrio". Sus palabras seguían percutiendo mi cabeza. La realidad era difícil de comparar. Le pregunté por la educación, como están las escuelas, que pasa con los aprendizajes. "La realidad es que los chicos no aprenden. Chicos de 5to y 6to grado no están alfabetizados. Y esta es la realidad que vemos en las nueve capillas que tenemos en toda la extensión del barrio. Lo que más me sorprendió es ir a la Escuela a hablar con los alumnos, y me encontré con una escuela sin alumnos, sólo unos pocos, muy pocos". Mi reacción, y la de mi compañero, fue preguntar por las causas. Se quedó pensativo. En su silencio atiné a preguntarle por las drogas. Qué cómo estaba esa situación. Y su respuesta fue otro golpe de la realidad: "La droga está desmadrada. Los chicos y los jóvenes se drogan con Paco pero más con mariguana y cocaina. Tenemos Centros de trabajo contra este flagelo pero la situación es muy difícil". Nuestro silencio hizo una pausa en la charla que seguramente sirvió para que el Padre Pepe se levantara de su silla de una oficinita muy pequeña donde estábamos conversando y nos pidiera disculpas: "es que hubo un tiroteo y tengo que averiguar que sucedió".

El espacio que se abrió en la espera permitió que una señora que colabora con el Padre nos trajera un mate y unas galletas que quedaron a la espera de reanudar la charla. "Disculpen" dijo Pepe y nos explicó: "La violencia es normal en este barrio. Muchas veces escuché que los adolescentes y los jóvenes decir que "salen a trabajar". Trabajar para ellos es salir a robar. Esta es la realidad. Salen en grupos, y lo hacen como algo "normal". Lo que acaba de decir me dió escalofríos. Como para cambiar un momento de tema, y contarles que hacemos nosotros desde Educar 2050 comenzamos a describirle nuestros ejes de acción y contarle que hemos hecho trabajo de campo. "La educación para nosotros sería fundamental. Ven esta obra en que estamos metidos (y nos señalaba con su brazo una estructura de dos pisos que recien está en su etapa inicial). Bueno esta obra pretende tener una escuela primaria que se llene de los pibes que están en el barrio. Y arriba tendrá un centro de artes y oficios. Queremos enseñarle a la gente un trabajo y queremos que los chicos tengan una escuela y un lugar donde puedan venir a estudiar. Queremos crear centros de recreación para los mas chicos. Tenemos un Centro de atención de adolescentes y jóvenes pero es muy peligroso, se hace muy difícil trabajar con esos chicos!". Los planes de Pepe entusiasman en la misma proporción que duele la realidad: "La verdad es que nos prometieron todos los fondos para esta obra pero la plata no llega. Ahora no hay plata. Me dieron un número de partida y el dinero estaba adjudicado pero vaya a saber uno donde fue...Acá no llega. El otro día me calenté y llamé enojado a reclamar. Vamos a ver si ahora me responden". Lo escuchábamos atónitos. Hay cosas que nos costaba asimilar: "La realidad de esta Villa es compleja. Los chicos deben aprender las costumbres mínimas. Hemos dado un gran paso adelante consiguiendo que los chicos se sienten en una mesa a tomar una merienda juntos. Esto es un avance colosal".

Hubo varias frases más. La mirada del Padre Pepe se perdía en algún momento como intentando ordenar los temas, determinando prioridades, enfoques, estrategia, pero su mirada era de pesar, como sobrepasada de temas a identificar. Sus ojos no alcanzaban. Su humildad y su convicción lo protegían y quizás operaban como remedio o coraza para aceptar la situación. "Si claro que me pueden ayudar. Hay una persona que está coordinando todo lo que debemos hacer en Educación. Tomen su teléfono. Llámenla". Ese fue todo su pedido. Un llamado telefónico.

Nos despedimos con un abrazo y me quedé pensando en lo escuchado, en lo aprendido, en esa realidad a veinte minutos de la Ciudad de Buenos Aires. Y mi cabeza giró todo el día con la imagen de esa mirada perdida que pide auxilio para encontrar el camino, o lo que es aún mas fuerte, para poder caminar.

¿Qué ha sucedido en Argentina? ¿Qué fue lo que pasó? Más allá de la crisis del 2002, trece años atrás, que alguien me explique ¿qué pasó? Las frases que escuche fueron un indicio de la actualidad no una explicación de sus motivos: "Tercera generación de cartoneros". "Salir a trabajar es salir a robar". "La violencia es un recurso. Las balas son cosa de todos los días. La pelea a las trompadas de mujeres entusiasma a los hombres que salen a gritar". "Las escuelas están vacías. Los chicos de 9 años, no saben leer". "La droga está desmadrada". Solo recordar estos conceptos es una invitación a la acción. Cuesta escribir estas frases todas juntas. Sintetizan una realidad que indigna, que no es digna. Que obliga al compromiso. Que algo hay que hacer, pero hacer de verdad y por eso el trabajo en educación es trabajar por el remedio. Educar es sanar o al menos comenzar el tratamiento.  ¿Estaré equivocado? ¿Todo tendrá una explicación razonable que no nos obligue a la acción? ¿O seré un inconsciente? Me llevará un tiempo responder estas preguntas pero lo que si tengo claro que en el interin hay alguien que trabaja y es sinónimo de acción. Le dicen el Padre Pepe.




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