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Hacerse hombre

Hacerse hombre

Fue una tarde de Febrero de 1988. Mucho calor. El sol castigaba duramente el andar y algo de viento, que siempre había en la zona, hacían que la tierra volara y se pegara al cuerpo. Recuerdo el clima porque decidí subir al auto a la familia y resguardarla en su aire acondicionado, hacer los 20km que nos separaban y apuntar en dirección a 30 de Agosto (el Treinta como le decíamos). Era una forma cortar la rutina del día en San Faustino. Iba con mi mujer y mis dos hijos mayores que para ese momento tenían 4 (la mayor) y 1 año y monedas (el mas chico que recién había empezado a caminar). En casa habían dicho que debíamos comprar algo para la noche. Decidí ir a lo de Pedro Nilo Rodriguez. Sabia que hacia poco había abierto un mercado que era algo así como una tienda que intentaba modernizar su "Almacén de Ramos Generales" que Don Pedro había fundado y regenteado durante tantos año en Tronge, pequeña población a la vera de las vías de la estación de tren. Me incliné por ir a verlo a Don Pedro porque lo respetaba y me gustaba escucharlo. Desde que lo conocí, cuando era muy chico, me impresiono su estilo y su presencia. Yo iba con mi padre a su almacén. Ellos siempre hablaban del mundo, de política y hasta de filosofía. Pedro era muy lector, disfrutaba de esos encuentros y recuerdo que siempre tenía una anécdota o una enseñanza. Papa le tenía cariño. Su pinta le daba un marco a este hombre que hacia de su oratoria una canción y de sus historias y consejos un discurso de izquierda con condimentos e inclinación a cierto autoritarismo que todo lo solucionaba según su particular visión. Era alto, con pelo fecundo y un bigote mas frondoso que el normal. Mirada picara y ojos saltones completaban una imagen que podría recordar a Salvador Dalí y su charla y mercadería de Pulpería y Almacén, eran tan surrealistas como lo fue la obra del pintor Catalan. Aunque ese día de Febrero de 1988 no lo encontré como siempre. Hacia tiempo que no lo veía. Alguien me había dicho que estaba enfermo y solo el verlo aparecer detrás del mostrador me conmovió. Pedro, Pedrito Rodriguez, no era el mismo. Su pelo ya no era abundante ni negro. Me impresiono verle su cabellera blanca y su cara flaca y filosa. Pero su voz se mantenía robusta. Tenía color y recuerdo que su expresión fue de alegría cuando me reconoció. "Manuelito que lindo verte!" dijo. Miró a mi mujer y con sorpresa pregunto en voz alta: "Esta belleza tan tierna no puede ser tu mujer ni la madre de estas dos criaturas". "Si" dije con media sonrisa en los labios mientras mi mujer se sonrojaba y entregaba en su mesada las pocas cosas que decidimos comprar. Pedro me preguntó por mi profesión. Le gustaba el hecho que yo fuera Abogado y, para despuntar el vicio, decidió examinarme. Me pregunto que pensaba de Raul Alfonsin. Le dije lo que pensaba. Le expliqué que lo admiraba por su esencia democrática, por habernos dado un ejemplo vivo a los argentinos sobre los principios que estudie en Educación Democrática y Cívica y que a pesar de la inflación y los paros, yo creía en la justicia de su programa. Recuerdo haberle dicho que su legado democrático era mucho más importante para el país que los problemas económicos que pudiéramos tener. Me miró despacio. Dejo pasar unos segundos en silencio y no se movió. Fue como que el tiempo se detuvo. Me hizo sentir incomodo porque interpreté que había dicho algo incorrecto pero interrumpió mis temores con su voz profunda y de barítono: "Lo has dicho muy bien Manuel" (ya no empleo el Manuelito). Y agregó: "Lo has dicho muy bien". Cruzamos dos o tres frases más, pagué la cuenta, salió del mostrador y le di la mano para despedirlo. Lo hizo mirándome con cariño, como si quisiera decirme algo más. Mi mujer y mis hijos lo despidieron desde la salida porque alguno de los chicos se puso impaciente y corrió a la puerta con ganas de llegar a la calle. Cuando ya me iba, volví la mirada, lo salude nuevamente y me salió decirle: "Gracias Pedrito (como le decía mi padre). Un gusto verte". El se quedo mirando y nuevamente no dijo nada. Solo levantó la mano en gesto de saludo y de gracias. Crucé la puerta, me dirigí hacia el auto, lo levante en brazos a Manu y agarré la mano de Macarena para cruzar la calle de tierra. Mariana estaba colocando en el baúl del auto las compras que habíamos hecho. Acomodé a los chicos, cerré la puerta de atrás del auto dando la espalda al negocio y escuche la voz de Pedro que me gritaba: "Manuel!". Me di media vuelta y lo vi en la puerta de su negocio. Me acerque. Y fue entonces cuando "Pedrito" Rodriguez me dijo una frase que aun recuerdo con cariño y algo de emoción porque nunca mas lo vi y porque con el tiempo entendí que tenía razón. Me miro con ojos vidriosos que reflejaban una mezcla de satisfacción y de despedida: "Me alegro tanto Manuel. Ya estas hecho un hombre y podes volar".

Comentarios

  1. Hola Manuel. Mi nombre es María Lorena Rodríguez, y si bien el apellido es bastante frecuente, imagino que tu cabeza ya va estableciendo alguna ligazón con el texto sobre el que te escribo. Soy la hija menor de Pedro Nilo, orgullosa hija de un ser humano increíble. Me dio placer leer tus apreciaciones sobre mi viejo, hasta lo vi en el negocio, atrás del mostrador, hasta lo pude oír preguntándote por su querido Raúl Alfonsin... toda tu semblanza ha sido un hermoso y nostálgico recuerdo a mi querido Tronge, y a mi inolvidable y siempre vivo Pedro Nilo. Llegue a tu texto por mi hermano Gerardo, quien casualmente es abogado también. Te agradezco la memoria compartida... y te agradezco el cariño que tiñe tu recuerdo. Soy periodista y tengo algunas cosas escritas de Tronge,,,siempre espero poder darles una forma final, y publicarlas. Yo tuve el gusto de vivir en Tronge y de conocer a muchos de los que hicieron de esa tierra un lugar maravilloso. Es mi deuda escribir para ellos también,, como lo has hecho vos en este blog. Te mando un abrazo y te dejo mi mail por cualquier inquietud que tengas.... lorenarodri@fmail.com. Cariños¡

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