La sociedad argentina está envenenada. Y lo grave es que, producto de sus efectos, no lo percibe. Veneno es la “sustancia que introducida en un ser vivo es capaz de producir graves alteraciones funcionales..”. Esto es lo que nos ocurre a los argentinos con la violación al derecho de aprender de millones de alumnos que se forman en nuestro país. No tomamos conciencia de la gravedad de la situación. Estamos anestesiados. En un entorno de incumplimientos mayúsculos a la ley de educación nacional (las clases no comenzarán la semana próxima, el financiamiento educativo ha descendido y las obligaciones de promoción de la igualdad y calidad educativa se olvidan) las cifras nos indican que la situación educativa del país es extremadamente delicada. Veámoslo despacio. El 70% de los alumnos que llega a terminar el Secundario (solo el 46% que lo inicia) no alcanza los conocimientos mínimos y hay más de seis millones de alumnos bajo la línea de pobreza de los cuales el 90% no puede resolver un ejercicio simple de Matemáticas y más del 60% no comprende lo que lee. Pese a la dimensión de esta tragedia ni el gobierno ni la mayoría de padres y madres de nuestro país, ambos bajo los efectos del veneno aludido, no lo ven. La educación “ es una prioridad nacional” dice el artículo 3 de la Ley de Educación Nacional, pero pese a ello no se cumple con el presupuesto mínimo establecido en el artículo 9 de la misma Ley (6% del PBI) ni con los días de clase obligatorios, entre otras cosas. Tampoco los políticos se interesan a fondo en resolver esta deuda social. No hay reclamo y si la sociedad no pide mejor educación, las encuestas no lo registran y los candidatos no le prestan atención. La calidad educativa no es un tema electoral. Es solo un accesorio, no es prioridad pese a que es la solución estratégica a los temas coyunturales que hoy interesan en la elección como la inseguridad o la falta de empleo y desarrollo. Es que el veneno de la ignorancia produjo una “grave alteración funcional” del sistema argentino. Pensemos en lo que todo esto supone. Si al gobierno, a los políticos o a los padres se les dijere que el agua de las escuelas ha contaminado y ha envenenado a los alumnos todos reaccionarían. Lamentablemente cuando se les informa que los niveles de aprendizaje no alcanzan y que esto es un veneno que hará estragos en el futuro de la Nación, no reaccionan. La mayoría o no lo cree o no le da entidad. El auto engaño es también una consecuencia del envenenamiento de la ignorancia. ¿Cuál es entonces el antídoto a esta situación desesperante? El antídoto es gritar, reclamar, exigir mejor aprendizaje. Y la mejor vía para encausar este reclamo en este año electoral es votar Educación. ¿Qué significa este voto? Colocar a la educación primero y pedirle y exigirle a los candidatos a Presidente y Gobernador una propuesta integral y urgente con los pasos concretos a seguir en caso de acceder al puesto al que aspiran. Y la exigencia debe ser firme. No es posible seguir así. Además de las cifras aludidas hay tres razones fundamentales que dan sustento al voto Educación: 1) desde hace más de catorce años tenemos una Ley que exige 180 días de clase mínimos y no se cumple esta disposición ni se cumple su remedio: no se recuperen los días perdidos (y los gobiernos y la sociedad se asemejan al mal arbitro del fútbol que ante una falta grave le dice a los jugadores “siga, siga”); 2) La inequidad del sistema es alarmante y de nuevo, pese a que la Ley de educación nacional exige la mejor educación y todos los recursos para las escuelas más vulnerables, la realidad nos indica que esto es justamente al revés y constituye un fraude, y 3) el enfrentamiento Gobierno-Sindicatos no ayuda a la solución de los problemas planteados. Por diversos motivos (ideológicos, incumplimiento presupuestario y disminución de la inversión, intereses políticos de ambos lados) los argentinos nos enfrentamos año a año a la incertidumbre del comienzo de clases y la negociación concluye como ha concluido este año: los niños y niñas se perjudican. Ante esta situación este 2019 tenemos una oportunidad: el voto Educación. En una democracia el poder del electorado está en su exigencia y en negar el voto si no hay respuesta. Votar contra el veneno es votar Educación. Este es el antídoto.
*Esta Entrada salió publicada en CLARIN el día 03.03.2019
Comentarios
Publicar un comentario