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Tiempo y vida

No quiero acudir a una definición de diccionario.  Quiero definirlo yo. Estoy absolutamente seguro que vos que lees estas líneas también lo podés hacer. De algún modo todos sabemos lo que es el tiempo   Lo conocemos desde que nacemos. Antes de nuestro capacidad de hablar manejamos los tiempos. Al poco tiempo de nacer supimos qué significa “hora de comer” y poco después empezamos a saber “cuándo” era el momento de dormir y poco a poco fuimos conociendo los “momentos” de nuestros padres (comenzamos a tener una idea del tiempo cuando intuimos que ellos deben estar a nuestro lado o regresar a casa). Todo esto fue y es con-vivir con el tiempo y quien convive con nosotros es nuestro compañero.  Llegamos así a una característica que nos permite una 1er definición: el tiempo es un compañero de vida. Esta bien. Es un avance pero solo eso. No me convence por completo. El tiempo no es “alguien” que nos acompaña. Es más que eso. Está con nosotros pero en una forma diferente a la compañía. Obvio es que por su permanencia con nosotros lo conocemos ¿Cómo no lo vamos a conocer? Esta siempre con nosotros. Pero conocerlo no significa definirlo. Esta conclusión, la de saber qué está pero no poder dar su significado, puede parecer una verdad muy simple y nada filosófica pero es quizás el mayor acercamiento de sabios pensadores a la cuestión. Agustìn de Hipona lo dijo hace muchos siglos, promediando el año 400 después de Cristo. Escribió Agustìn: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo que sí digo sin vacilación es que sé que si nada pasase no habría tiempo pasado; y si nada sucediese, no habría tiempo futuro; y si nada existiese, no habría tiempo presente. Pero aquellos dos tiempos, pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es y el futuro tampoco es? Y en cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase a ser pretérito, ya no sería tiempo, sino eternidad. Si, pues, el presente, para ser tiempo es necesario que pase a ser pretérito, ¿cómo deciros que existe éste, cuya causa o razón de ser está en dejar de ser, de tal modo que no podemos decir con verdad que existe el tiempo sino en cuanto tiende a no ser?”. (Confesiones, XI, XIV, 17). Pues bien, tenemos aquí el planteo de un dilema. No nos quedamos tranquilos diciendo que es un compañero de vida y, de vuelta, no quiero acudir al diccionario para dejar un significado y tranquilizarme. Es más, el acudir al diccionario no me satisface. La RAE dice en su primera acepción que tiempo es “la duración de las cosas sujetas a mudanza”.  Y, como dije, no me cierra ni me tranquiliza este significado. Yo no soy una cosa y tengo tiempo. ¿Qué quiere decir que tiempo es “duración de las cosas”? Yo hablo del futuro sin tener idea cuánto va a durar  ¿Y si no dura? ¿Eso implicaría que el futuro no es tiempo? ¿Durar puede ser medido por una unidad de tiempo? ¿Durar es “continuar siendo”? Pero como vimos el pasado ya fue. No dura... En fin, las dudas sobre la definición de tiempo me sobrepasan. Y esto es lógico por lo que veo en la historia. El tema viene siendo una cuestión desde Heraclio y su planteo de que nadie se baña en el mismo río  o desde Aristóteles y el tiempo cómo movimiento. Todos los filósofos se han visto interesados en el tema y en la última etapa mentes tan poderosas como Hegel, Heidegger (Ser y Tiempo), Sartre o Wittgenstein analizaron la cuestión. Pero sus enseñanzas y explicaciones me superan. Quiero encontrar una mirada más fácil. Es por eso que tomo una decisión. Voy a hacerme de una idea propia, que me sirva a mi mismo de lo que significa el tiempo en mi persona. Es la manera que tengo de arribar a una segunda definición, a una explicación acotada que me sirva para entender qué es para mi el tiempo. Y para mi el tiempo es sinónimo de vida. No tener tiempo para verte es no tener vida para hacerlo. Tener tiempo para escribir, como ahora estoy haciendo, es tener vida para apretar estas teclas y hacer nacer con el uso del tiempo una escritura. La vida en sí misma es usar el tiempo y transitar el tiempo es usar la vida.  Bien. Supongamos que tenemos esta 2da definición de tiempo. Sabemos, y eso entra dentro del marco de lógica de esta definición,  que nuestras vidas han tenido pasado, presente y (actuamos cómo y rogamos que tenga) futuro. Los tres estadios del tiempo.  Pero esto me trae a mi memoria una pregunta más compleja (que juro habérmela hecha a mi mismo de muy chico cuando me explicaron las diferencias verbales entre los tres tiempos correspondientes): ¿cuánto mide el presente?  Nunca le encontré respuesta. Mi dilema era el siguiente: si el presente es lo actual, lo que sucede ahora, cuánto mide el ahora? Porque si el “ahora” dura un día, por ejemplo, lo que hice a las 0.00hs es pasado respecto a lo que estoy haciendo a las 10.00 de la mañana y el futuro será, en ese momento, lo que haga a las 12 del mediodía. Entonces, cuál es el Presente? Y si presente fuera lo que estoy haciendo en este preciso momento, esto que acabo de escribir, deja de ser presente y ya pertenece al pasado. Por tanto me formulo nuevamente la pregunta:¿ cuánto dura el Presente? ¿Es solamente un Segundo? ¿O el mismo Segundo, como unidad de tiempo, al comprender en su haber varias milésimas de segundo tiene una estructura con pasado, presente y futuro? Y si así fuera, ¿cuál es la relevancia de las cosas que suceden entonces en un Presente que es ínfimo, que no puede durar porque el durar lo hace ingresar en la categoría de Pasado? Dudas existenciales que le restan relevancia al tiempo presente o generan más dudas al asimilar el presente extenso con la Eternidad. Y aquí ingrésanos a la mayor de las complejidades. La eternidad nunca comenzó ni terminará jamás porque su esencia es el no tiempo. ¿Qué significa esto para una sociedad que no puede entenderse sin el concepto de la finitud? Pues nada que los humanos podamos comprender fácilmente porque nosotros estamos hechos de tiempo y no de su contra esencia: el no tiempo o eternidad. Dijimos que el tiempo era nuestro compañero de vida y que era en sí mismo un sinónimo de la vida misma. Pero nuestra vida no es eterna. Es justamente la negación a la eternidad ya que al nacer, vivir y morir su esencia es el devenir. Y la eternidad es lo contrario. Por eso decimos que la eternidad es presente continuo porque es inmutable: perpetuidad sin principio y sin fin pero que rechaza y se opone al marco del tiempo. El tiempo finito es una línea que podemos identificar con un segmento como la vida misma, tiene un comienzo y un fin. El tiempo infinito es una línea que comienza en un punto pero que no termina. La eternidad es circular: ni comienza ni termina. Cuesta entenderlo y graficarlo. Mirar una puesta de sol es mirar el tiempo: el movimiento de la tierra es una muestra de su transcurso. Ahora, lo que no nos preguntamos, o al menos si lo hacemos no nos es tan claro compréndelo, es si podemos saber con exactitud desde hace cuanto tiempo que el sol está allí y si el universo al que pertenece nuestra Estrella sol es eterno o tuvo un comienzo. ¿Si el universo fuera eterno quiere decir que no tiene tiempo? Y si esto fuere así, ¿podría ser que el universo sea eterno pero sus estrellas, galaxias y planetas si tengan un tiempo limitado con un pasado, presente y  un fin? En definitiva, la eternidad es un espacio incomprensible para mentes como las nuestras cuya esencia ha sido (y es) antagónico al no tiempo que la eternidad supone. Pensar que es el tiempo y lo que el implica no es poner luz en un cuarto oscuro sino que es intentar comprender que significa la luz que no logra alumbrarnos. Los jardines que se bifurcan y la indescifrable duda de un laberinto como Borges nos explicó. Me quedo con mi humilde significado que me acerca una idea del tiempo: el es mi compañero de vida, es la vida misma que respira y se mueve en mi interior. Al final, repito, la vida y su transcurso es usar el tiempo... y transitar el tiempo es usar la vida.  

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