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Frente a la violencia, educación


El crimen de Fernando Báez Sosa marca un límite. Han asesinado a un joven indefenso a patadas en la cabeza. Lo ha hecho un grupo de amigos en una salida de verano. Todos hemos leído, escuchado y visto las declaraciones y los cientos de artículos y dolorosas imágenes al respecto. La sociedad reacciona indignada, pero con la lógica confusión que la conmoción supone. La pregunta que está sin responder es qué podemos hacer para que esto no se repita. ¿Cuál es la propuesta? Sugiero dos ideas para pensar. En primer lugar, identificar la causa separándola de los factores que propician el homicidio, y en segundo aprovechar distintos ámbitos vinculados para tratar ya las acciones concretas y urgentes. La violencia que este hecho nos muestra no es una excepción. Todo se ha unido en este caso como “ingredientes” de un cóctel explosivo. Alcohol (mucho alcohol), noche, jugadores de rugby, previas, droga, disco, guardias de seguridad, calle, machismo, grupo, psicología de masa y las patadas asquerosas. Todo esto no es una sorpresa. Es una conducta que lamentablemente refleja un fin de semana “normal”. Esto es lo grave. No podemos ser hipócritas. Los hechos muestran una conducta reiterada donde la violencia está presentes a diario, sea a la salida de un boliche, en Villa Gesell o La Matanza, o en la escuela o en twitter, sea donde sea. Por eso creo importante hacer una distinción que no está tan clara en la discusión actual. Por un lado, están estos “ingredientes” o factores que hemos citado (desde el alcohol a las patadas) que han llevado al homicidio, y que se ubican en la parte visible del iceberg, pero por otro lado está “la causa” que está debajo de la superficie. No se la ve, pero es el origen de cada uno de los factores y conductas que conducen a la violencia sin límite y al desprecio sin fin. Se trata de la falta de formación integral, de la falta de capacidad para pensar. Se trata, en definitiva, de la falta de educación para ser verdaderamente humano. Este homicidio es un claro efecto de su carencia. Educar no es sólo transmitir conocimientos sino criterios y valores necesarios para reflexionar sobre conductas. Un sujeto no está educado porque sabe Química, Historia o Filosofía sino cuando sabe que implican los saberes recibidos para su rutina, para la toma de decisiones, para vivir con otros. Formar ese pensamiento crítico en un joven es darle la capacidad de razonar sobre su comportamiento ante tal o cual circunstancia (sea beber de más o golpear hasta matar a otro ser humano).  Ese es el objetivo de la enseñanza y del verdadero aprendizaje que la educación supone. Pues eso ha fallado. En la base de las razones de una conducta está la capacidad de criterio que la sustenta. Para ejercer la libertad un ser humano utiliza su ética, la que le brinda su educación y su discernimiento. Esto supone no solo un docente. No nos equivoquemos. Supone una familia, un adulto, una sociedad o una tribu -como dice un proverbio africano- y por supuesto una escuela y maestros que dan las herramientas para entender un no, para comprender el principio de la realidad que se basa en no ser compañero de aventuras de nuestros hijos o alumnos, sino en un ser humano mayor de edad que enseña justamente a ser humano, a ser mayor y responsable. Pues bien, la causa de lo sucedido está en esta ausencia de reflexión que una educación cabal exige. Ahora bien, analicemos el segundo aspecto: ¿qué se puede hacer en lo inmediato para que esta clase de hechos no se reitere? El ciclo lectivo está por comenzar. Las autoridades y los sindicatos se encuentran negociando la paritaria, lo cual no sólo se limita al salario digno que los maestros necesitan sino a distintos aspectos del derecho de enseñar y de aprender. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para conversar entre las partes e iniciar una discusión seria y específica sobre la violencia que también afecta a los docentes, sobre bullying o acoso escolar, sobre educación para la paz, sobre distintos modos de resolver conflictos? Y más allá de la paritaria, ¿por qué no incentivar a las Escuelas a que convoquen a madres y padres a conversar sobre el tema? ¿Por qué no plantearlo en el próximo Consejo Federal de Educación para coordinar políticas educativas en todo el país? Hay materias que pueden dar un marco para esta conversación (ESI, Formación Ética y Ciudadana) pero cuanto mayor sea el foco sobre lo ocurrido mejor será la discusión.   ¿Por qué no analizar el caso Báez y similares casos de violencia para escuchar a las alumnas y alumnos de la secundaria? Justamente ellos reclaman aprender sobre casos reales. Los estimula y convoca. En fin, estas son solo aportes para movilizar una reflexión que en honor a Fernando y su familia no podemos postergar. Llegó el momento de pensar en lo que ocurre cuando no logramos los aprendizajes respectivos ni capacidad de reflexión. La falta de educación está en el origen. Esto requiere una conversación urgente. Tenemos obligación de hacerlo y obligación de exigirlo.


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