Hemos hablado en este blog de José Ortega y Gasset. Ortega es famoso por su Rebelión de las Masas, por sus Ideas y Creencias, por su Racional vitalismo, por El Espectador y por tantas cosas más. Pero una de sus obras de su juventud marcó su filosofía, su línea de pensamiento y su legado. Dijo en su obra Meditaciones del Quijote: "Yo soy yo y mis circunstancia; si no las salvo a ella no me salvo yo". Esta frase puede y ha sido interpretada de distintas formas. Así lo hemos explicado en una de nuestras Entradas previas. Quizás Ortega nunca imaginó la repercusión psicológica, literaria, filosófica y hasta periodística que la misma originó pero, luego de darle diferentes vueltas, quiero hoy detenerme en algunas consecuencias del proceso de madurez personal que la frase supone y que Ortega estableció, creo yo, con intención aviesa al formularla.
Está claro que Ortega apuntó a que no somos solo lo que la genética hizo de nosotros sino que somos también lo que la circunstancia (o las circunstancias) modeló y ha hecho de cada uno y cada una de aquellos y aquellas que hemos disfrutado y disfrutamos la vida. Somos, entonces, una fusión de lo que heredamos y de todo aquello que nos ha circundado y nos circunda, y nos ha formado y conforma nuestra personalidad. Allí está mi educación, mi religión, las reglas impuestas por mis padres, por mi escuela, por mis maestros, por mi ambiente social, cultural, deportivo. Allí están las normas que he adoptado y que rigieron y rigen mi vida. Pero, ¿qué más me esta diciendo Ortega exactamente? ¿Me está diciendo que no soy yo, sino lo que las circunstancias hicieron y hacen de mi? Pues si. Allí está el desafío de su afirmación. Y la preguntas obligadas que siguen a esta definición, entre otras, surgen a mansalva: ¿fui realmente libre al constituir mi yo o las circunstancias me lo impidieron y fueron los límites que no me animé a sobrepasar? ¿Esas circunstancias me han permitido ejercer mi libertad? ¿Es ejercerla haberme quedado dentro de esas fronteras que tejieron mis circunstancias? ¿Todavía lo impiden? ¿Las visualizo o son cual rejas invisibles que operan como una celda que no consigo ver pero que me impide salir del encierro que supone? ¿Podría haber sido distinto? ¿A cuáles de esas "circunstancias" modifique? ¿Logré cambiar esas "circunstancias" y convertirlas en propias con mi convencimiento y reflexión cabal o nunca las puse en tela de juicio? ¿Cuáles de mis características personales son genuinamente mías, creadas por mi y no por aquello que me "circunda"? Si mis circunstancias hubiesen sido otras, ¿quién sería yo? ¿Dejan de llamarse circunstancias cuando yo las analizo, las tamizo, las modifico y las adopto?
Apasionantes incertidumbres. Como hemos visto en la otra Entrada que dediqué a este tema la parte más sugestiva de la frase de Ortega está en el final. Él nos dice "si no las salvo a ella (a mi circunstancia) no me salvo yo" Y con la palabra "salvar" lo que Ortega está diciéndonos es que debemos dejar de silenciarlas, debemos ponerlas "en relación", debemos hacer el proceso de "comprensión", de "análisis", de "adopción" de la circunstancia, en su caso o de rechazo. De otro modo no madura nuestra personalidad, no hay auto conocimiento, no nace nuestro verdadero yo, nuestro crecimiento queda trunco y sin ese "salvar" el ser humano se diluye en cuanto a su individualidad y queda ahogado en su circunstancia. Y esto es grave. Ahogado por su circunstancia que lo ha creado a su propia esencia pero no a la propia del yo que tiene vida propia y libertad para ser. Fuerte. Veamos esto más despacio.
¿Qué significa madurar? ¿Qué significa hacerse adulto, hacerse hombre o hacerse mujer, o mejor dicho, hacerse ser humano? Algunos me podrían decir que uno se hace uno cuando declara la independencia de los demás, cuando asume la responsabilidad propia de su causa. ¿Y esa proclama de libertad no será "salvar" las circunstancias? Aceptar, comprender, pulir, adoptar y adaptar las circunstancias de cada uno es crecer. Y a veces también es crecer rechazarlas, saltarlas, evitarlas o mandarlas a "tomar por culo" como dicen los compatriotas del mismo Ortega. El gran psicólogo Carl Jung denominó a un proceso muy similar, el proceso de individuación de un ser humano y de este modo describió lo que constituye a un ser autónomo. Esto supone la diferenciación del otro, la particularización de mi propia esencia, mi auto conocimiento y mi confirmación. Es evidente que ante un Psicólogo de su envergadura, las distintas fases a recorrer y la oposición entre lo consciente y lo inconsciente constituyen el eje central que analiza el ego y su integración, como vía principal de acceso o de "salvación de mis circunstancias" en el lenguaje ortegano. Lo que quiero marcar con la mención de Jung, es que la frase de Ortega va mucho más allá de lo que sus palabras suponen.
Ortega con esta frase nos ha incitado a pensar nuestra historia, a analizarla en relación con lo que nos rodea, para entender porqué y cómo construimos nuestro yo. Pero el gran secreto de su frase es lo que no menciona. La pregunta a la que nos obliga Ortega es la referida al "Yo y mis circunstancia" y el tiempo. Casi se mezcla con el gran libro de Heiddeger que nos plantea el Ser y Tiempo. ¿Cuándo soy? ¿Cuándo salvo mi circunstancia? Y ¿lo hago en mi adolescencia? ¿En mi juventud? ¿En mi adultez? En definitiva, ¿salvo mi circunstancia una vez en la vida o dos, o tres? ¿O la salvo todos los días para ser yo?
Me inclino por responder que soy yo y mi circunstancia cuando la salvo a diario, cuando me presento y actúo como soy yo, no como es mi circunstancia. A ella la he salvado para constituirme en quien soy. Con la autenticidad de mi convicción y con la responsabilidad de mi valentía a ser el ser humano que resulta de un proceso de crecimiento, de un proceso de análisis, de un proceso de vida. Ser res-ponsable es estar listo para res-ponder y saber dar respuesta supone el coraje de contestar según mi esencia. Nadie dice que es fácil y quizás su dificultad lo haga, en algunos casos, imposible. No podemos juzgar. Pero si podemos concluir que es más fácil cuando comprendemos a aquel ser humano que se encuentra rodeado por lo que le circunda. Comprender las circunstancias no es lo mismo que estar con ellas de acuerdo. Se trata de salvarlas. Y salvarlas es también ser consciente de lo que significan para salvar lo que corresponda y gestionar lo que definamos, lo que queremos y también, porque no, lo que podemos. Salvar es también hacerse cargo. Allí estoy yo, y allí puede que también esté el lector. Esa es su decisión. Ese es el desafío de hacerse yo, diariamente.
Está claro que Ortega apuntó a que no somos solo lo que la genética hizo de nosotros sino que somos también lo que la circunstancia (o las circunstancias) modeló y ha hecho de cada uno y cada una de aquellos y aquellas que hemos disfrutado y disfrutamos la vida. Somos, entonces, una fusión de lo que heredamos y de todo aquello que nos ha circundado y nos circunda, y nos ha formado y conforma nuestra personalidad. Allí está mi educación, mi religión, las reglas impuestas por mis padres, por mi escuela, por mis maestros, por mi ambiente social, cultural, deportivo. Allí están las normas que he adoptado y que rigieron y rigen mi vida. Pero, ¿qué más me esta diciendo Ortega exactamente? ¿Me está diciendo que no soy yo, sino lo que las circunstancias hicieron y hacen de mi? Pues si. Allí está el desafío de su afirmación. Y la preguntas obligadas que siguen a esta definición, entre otras, surgen a mansalva: ¿fui realmente libre al constituir mi yo o las circunstancias me lo impidieron y fueron los límites que no me animé a sobrepasar? ¿Esas circunstancias me han permitido ejercer mi libertad? ¿Es ejercerla haberme quedado dentro de esas fronteras que tejieron mis circunstancias? ¿Todavía lo impiden? ¿Las visualizo o son cual rejas invisibles que operan como una celda que no consigo ver pero que me impide salir del encierro que supone? ¿Podría haber sido distinto? ¿A cuáles de esas "circunstancias" modifique? ¿Logré cambiar esas "circunstancias" y convertirlas en propias con mi convencimiento y reflexión cabal o nunca las puse en tela de juicio? ¿Cuáles de mis características personales son genuinamente mías, creadas por mi y no por aquello que me "circunda"? Si mis circunstancias hubiesen sido otras, ¿quién sería yo? ¿Dejan de llamarse circunstancias cuando yo las analizo, las tamizo, las modifico y las adopto?
Apasionantes incertidumbres. Como hemos visto en la otra Entrada que dediqué a este tema la parte más sugestiva de la frase de Ortega está en el final. Él nos dice "si no las salvo a ella (a mi circunstancia) no me salvo yo" Y con la palabra "salvar" lo que Ortega está diciéndonos es que debemos dejar de silenciarlas, debemos ponerlas "en relación", debemos hacer el proceso de "comprensión", de "análisis", de "adopción" de la circunstancia, en su caso o de rechazo. De otro modo no madura nuestra personalidad, no hay auto conocimiento, no nace nuestro verdadero yo, nuestro crecimiento queda trunco y sin ese "salvar" el ser humano se diluye en cuanto a su individualidad y queda ahogado en su circunstancia. Y esto es grave. Ahogado por su circunstancia que lo ha creado a su propia esencia pero no a la propia del yo que tiene vida propia y libertad para ser. Fuerte. Veamos esto más despacio.
¿Qué significa madurar? ¿Qué significa hacerse adulto, hacerse hombre o hacerse mujer, o mejor dicho, hacerse ser humano? Algunos me podrían decir que uno se hace uno cuando declara la independencia de los demás, cuando asume la responsabilidad propia de su causa. ¿Y esa proclama de libertad no será "salvar" las circunstancias? Aceptar, comprender, pulir, adoptar y adaptar las circunstancias de cada uno es crecer. Y a veces también es crecer rechazarlas, saltarlas, evitarlas o mandarlas a "tomar por culo" como dicen los compatriotas del mismo Ortega. El gran psicólogo Carl Jung denominó a un proceso muy similar, el proceso de individuación de un ser humano y de este modo describió lo que constituye a un ser autónomo. Esto supone la diferenciación del otro, la particularización de mi propia esencia, mi auto conocimiento y mi confirmación. Es evidente que ante un Psicólogo de su envergadura, las distintas fases a recorrer y la oposición entre lo consciente y lo inconsciente constituyen el eje central que analiza el ego y su integración, como vía principal de acceso o de "salvación de mis circunstancias" en el lenguaje ortegano. Lo que quiero marcar con la mención de Jung, es que la frase de Ortega va mucho más allá de lo que sus palabras suponen.
Ortega con esta frase nos ha incitado a pensar nuestra historia, a analizarla en relación con lo que nos rodea, para entender porqué y cómo construimos nuestro yo. Pero el gran secreto de su frase es lo que no menciona. La pregunta a la que nos obliga Ortega es la referida al "Yo y mis circunstancia" y el tiempo. Casi se mezcla con el gran libro de Heiddeger que nos plantea el Ser y Tiempo. ¿Cuándo soy? ¿Cuándo salvo mi circunstancia? Y ¿lo hago en mi adolescencia? ¿En mi juventud? ¿En mi adultez? En definitiva, ¿salvo mi circunstancia una vez en la vida o dos, o tres? ¿O la salvo todos los días para ser yo?
Me inclino por responder que soy yo y mi circunstancia cuando la salvo a diario, cuando me presento y actúo como soy yo, no como es mi circunstancia. A ella la he salvado para constituirme en quien soy. Con la autenticidad de mi convicción y con la responsabilidad de mi valentía a ser el ser humano que resulta de un proceso de crecimiento, de un proceso de análisis, de un proceso de vida. Ser res-ponsable es estar listo para res-ponder y saber dar respuesta supone el coraje de contestar según mi esencia. Nadie dice que es fácil y quizás su dificultad lo haga, en algunos casos, imposible. No podemos juzgar. Pero si podemos concluir que es más fácil cuando comprendemos a aquel ser humano que se encuentra rodeado por lo que le circunda. Comprender las circunstancias no es lo mismo que estar con ellas de acuerdo. Se trata de salvarlas. Y salvarlas es también ser consciente de lo que significan para salvar lo que corresponda y gestionar lo que definamos, lo que queremos y también, porque no, lo que podemos. Salvar es también hacerse cargo. Allí estoy yo, y allí puede que también esté el lector. Esa es su decisión. Ese es el desafío de hacerse yo, diariamente.
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