La creencia o no creencia en Dios siempre ha sido un tema polémico. Supuso desde la persecución y muerte hasta el destierro y la tortura en vida. Se mató a mucha gente por no creer, y aún hoy existen casos -demasiados casos-, de gente asesinada, golpeada, lastimada, proscripta, discriminada, insultada, sancionada y rechazada por no creer en Dios o por tener diferencias de fe. Baruch Spinoza, Galileo Galilei, Giordano Bruno, Salomón Rushdie son algunos nombres de famosos pensadores perseguidos por cuestiones de fe. Los cientos de miles perseguidos y quemados en la hoguera por la Santa Inquisición de la Iglesia Católica, los muertos en Guerras religiosas, el genocidio judío y hasta los hechos del 11 de septiembre 2001 son ejemplos de violencia vinculada a Dios. Por eso es que tocar este tipo de temas necesita valentía y una invitación a la tolerancia (esa vieja amiga de John Locke), más allá de merecer respeto, delicadeza y precisión. Es que se necesita comprender al que piensa distinto
Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma una café con la vida, en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta de sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa.