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Deuda educativa de Argentina: pandemia, crisis, desigualdad y oportunidad

Pese a avances legislativos importantes y a la expansión de la escolarización en los tres niveles, nuestro país enfrenta hoy una enorme deuda educativa. Esta está vinculada con la cantidad de alumnos que no finalizan los estudios obligatorios, con la baja calidad y con la desigualdad educativa en la República. La pandemia y sus consecuencias agravan este panorama.Si bien gran parte de la sociedad se ha percatado de los distintos problemas originados por no tener clases presenciales desde marzo (la brecha digital, las dificultades tecnológicas que supone la educación a distancia, las consecuencias socioemocionales en los estudiantes, docentes, madres y padres que se encuentran sobre pasados, etc.), no todos parecieran ser consciente del escenario de “tormenta perfecta” que hoy se presenta para la educación argentina. ¿Qué significa esto? Que se ha configurado un contexto muy grave producto de la conjunción de tres datos de extrema complejidad: 1) la reciente manifestación de Naciones Unidas y de Unicef declarando que las consecuencias educativas de la pandemia configuran una situación de “catástrofe generacional” para los aprendizajes de los menores y de “emergencia mundial educativa-declaración del Secretario General, 06.08.2020 y documento del 26.08.2020-, 2) el aumento de la pobreza en nuestro país en medio de una emergencia sanitaria que no da tregua (Unicef Argentina estimó el 5 de Agosto pasado que el 62,9% de niños, niñas será pobre para diciembre 2020), y 3) las debilidades educativas pre-Coronavirus (con mayoría de los estudiantes que no terminaba sus estudios obligatorios en tiempo y forma -CEA, “Graduación escasa y desigual” Julio 2019- y que registraba muy bajo nivel de calidad de aprendizajes y una dolorosa desigualdad extendida a lo largo de toda la República –Educar2050 “Aprendizaje bajo, desigual y estancado”, 12/2019). Todo esto supone una crisis, con amenazas y oportunidades. ¿Por qué no aprovechar el momento para encontrar consensos y lograr un verdadero cambio educativo nacional? La Argentina se construyó en base a un acuerdo que tuvo como uno de sus cimientos fundamentales a la justicia educativa. La educación fue un gran ecualizador, un igualador social. Los datos nos indican que desde hace más de tres décadas ya no lo es. La cuna de un bebé que nace en un hogar pobre es, en gran medida, su destino. Las niñas y niños más desfavorecidos siguen siendo unos años más tarde las y los jóvenes más desfavorecidos. Las últimas pruebas Aprender del último año del Secundario (2017) nos muestran que en Matemáticas solo el 13,2% de los alumnos del Nivel Socio Económico (NSE) Bajo alcanzan la calificación del nivel “satisfactorio”, mientras que en el NSE Alto lo alcanza el 55,4%. Otras evaluaciones, en este caso las PISA dadas a conocer en Diciembre 2019, reiteran esta información e indican que “la brecha de nivel socio-económico en Argentina es de las más amplias de Latinoamérica y el mundo” (A.Ganimian –Informe sobre el desempeño de Argentina PISA 2018, Educar 2050). Como señala Pinto, M.F. en el documento de CIPPEC de abril 2020, Pobreza y educación: desafíos y políticas, “las distintas evaluaciones de aprendizajes sugieren que, no sólo los alumnos argentinos exhiben un desempeño pobre si se lo compara con los demás países de la región, sino que las habilidades que incorporan durante su paso por el sistema educativo se distribuyen de manera muy desigual, con un fuerte gradiente socioeconómico”. Estos datos y conclusiones en el Mes de la Educación invitan a una reflexión. Tal como señala Axel Rivas, en su trabajo con F. Mezzadra y C. Veleda La construcción de la justicia educativa “sólo si reconocemos en todos los alumnos una igual dignidad…altas expectativas… y se conocen de igual forma sus particularidades, podrán concebirse políticas tendientes a reducir las injusticias del sistema educativo”.

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