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¿De qué estamos hablando cuando hablamos de felicidad?

 "Estado de grata satisfacción espiritual y física". Asi comienza definiendo el Diccionario de la Real Academia Española el significado de la palabra felicidad. Lo interesante (y polémico) es que esta es una definición reciente. Hasta hace unos años atrás la Real Academia la definía distinto. Se podía leer en la primera acepción de "felicidad" que esta era un "estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien". No quiero incurrir, al comienzo de estas líneas, en una discusión sobre los aciertos o desaciertos del diccionario de nuestra lengua pero si mostrar, con este ejemplo, la dificultad que conlleva responder la pregunta que plantea el título de esta reflexión.  Por otro lado, lo que obviamente ningún diccionario describirá es si este estado de satisfacción, que hoy supone el concepto según esta mirada, es un objetivo viable. Cuando utilizo este término lo hago con intención manifiesta: "viable" deviene de la palabra "vida", supone que puede vivir, es decir que se utiliza cuando un asunto, una aspiración, un deseo o una necesidad, entre otras cosas, "por sus circunstancias tiene probabilidades de poderse llevar a cabo". Y mi pregunta que encabeza este escrito apunta a analizar tanto lo que implica realmente el término como así tambien si, justamente, la felicidad humana, "esa grata satisfacción espiritual y física" (como alude el diccionario) es viable para una vida o solo es viable para un momento y, en su caso, cuáles son los caminos para alcanzarla. Mayúscula aspiración la mía.  Veamos si podemos juntos con tamaño desafío. La segunda acepción que el Diccionario de la Real Academia tiene hoy de esta palabra ya es algo más "descafeinada", es decir coloca a la felicidad ya no como un estado activo de gran saisfacción sino como "ausencia de inconvenientes o tropiezos". Quizás esta segunda manera de entender la felicidad puede ser algo más factible, obviamente también temporal porque no tener ningún inconeviniente en la vida parece un truco de magia y algo impropio en la vida integral de un ser humano pero no me complace. Definir un objetivo tan alto como el que la felicidad supone de una manera negativa, es decir, definir a ese "estado de gran satisfacción" como la ausencia de problemas, tampoco me parece muy apropiado ni justo. El diccionario debería apuntar a definir la esencia del concepto y en este caso me da la impresión que no lo logra ya que estamos frente a algo que comprende un estado de ánimo que produce alegría y cierta exaltación por sentirse pleno, por lo tanto definir felicidad por el lado de las ausencias parece una definición no muy "feliz", valga la tautología. Dicho esto, me quiero alejar del diccionario y adentrarme en interpretar cuál es la verdadera respuesta a la pregunta del título y definir cuán temporal es, cuáles son sus límites y cuáles son los caminos que nos conducen a ella.  Vamos despacio. 

Algunas personas definen su sentido de vida en la búsqueda de la felicidad sin comprender este caracter temporal y limitado del término. Cuando los razonamientos se complican para encontrar la justeza de un concepto siempre es conveniente recurrir a la Filosofía, y cuando de felicidad se trata, el análisis de Epicuro, en la antigua Grecia, es indispensables para entender el punto de partida de nuestra cultura, de nuestras circunstancias y porqué no, de las deformaciones y mandatos que la sociedad y el tiempo han realizado en la forma de vivir y en la forma de pensar. Epicuro fue un filósofo posterior a Sócrates, Platón y Aristóteles que forjó sus ideas estudiando las vías de acceso a la felicidad más que las vías de acceso al conocimiento, a las instituciones y a la política como lo hiceron sus predecesores. Epicuro fue más humilde en su análisis y más austero en sus reflexiones. El pretendía descubrir qué era lo que llevaba a un hombre a ser feliz e identificó este desafío como el gran objetivo de la filosofía. Fue un sabio de la acción, no solamente del pensamiento. Vivía en un jardín muy pequeño, rodeado de amigos que disfrutaban la vida por el placer de compartir y no por fastuosas circunstancias relacioanadas con el placer mismo. En ese sentido Epicuro entendió que los seres humanos buscamos la felicidad a través de la concreción de tres tipos de deseos o apetencias (algo que vemos reflejado mucho tiempo después y con mayor detalle en la pirámide de Maslow). En primer lugar estan los deseos naturales necesarios, es decir los que tienen que ver con nuestras caracteristicas vitales, respirar, comer, beber, dormir, entre otros. En segundo lugar los deseos naturales no imprescindibles para vivir pero si que están en nuestra esencia como por ejemplo la sociabilidad, la actividad sexual, la seguridad, entre otros y en tercer lugar una clase de deseos imaginarios, que son proyecciones que el humano hace de los deseos naturales anteriores, es decir de los necesarios (que también se denominan "necesidades") y de los deseos no imprescindibles. Esta tercer clase de deseos, los que imaginamos, responde a un impulso del hombre y de la mujer a tener más, es decir no responden a una necesidad física, como los otros dos, sino puramente mental. ¿Qué implica lo hasta aqui dicho? Pues que la felicidad, ese estado de grata satisfacción  física o espiritual, tiene caminos de acceso que responden a la satisfacción de las necesidades y los deseos de los seres humanos pero que muchos de esas vías no son necesarias ni imprescindibles, responden solo a la mente humana que a través de su imaginación construye deseos de segunda categoría (para llamarle del algún modo). Esto no supone que la imaginación sea mala o buena. Solo es una realidad. Definir a la imaginación de los deseos de una u otra forma depende de la ética y hacia alla vamos.

La primer pregunta obligada, luego de los párrafos precedentes, es saber si somos infelices porque no alcanzamos los deseos innecesarios. Y esta es una interpelación personal, que cada uno debe responder cuando se analiza y se responde al oído lo que entiende por felicidad. Puede que muchos de ustedes interpreten que si bien es cierta la escala de necesidades y deseos que Epicuro describió, la definición de las necesidades de cada uno no son clasificables, es decir lo que puede ser necesidad para uno puede que no lo sea para otro. Pongamos un ejemplo. La necesidad de comer puede ser muy distinta en una u otra persona. Es estrictamente cierto que un plato de pescado puede saciar el hambre de las dos, pero es perfectamente entendible que una de ellas convierta en necesidad, comer algo distinto y se decida por la carne o las verduras. Nadie podría objetar la causa de su decisión. Pues esto que es tan sencillo entenderlo con la comida, sucede con otros deseos que conducen a la felicidad. Para unos el deseo de seguridad puede ser vivir con lo justo, ni un centravo más ni uno menos. Hay otros que si la cuenta en el banco no excede las diez cifras no están satisfechos. Lo mismo sucede con la necesidad y el deseo del sexo, de vivienda, de trabajo, de viajes, del automovil que nos transporta o del lugar de vacaciones que elegimos. De vuelta la pregunta importante bucea más profundo y apunta al pasado y al futuro: ¿porqué y para qué lo hacemos? ¿Cuál es la necesidad de elegir un cuarto de hotel A o B si cualquiera de los cuartos cubre mi necesidad de descansar? Puede que a esta altura alguno de ustedes piense: "Es que yo elijo el hotel o el auto que quiero y que a mi me haga feliz! Qué tanta vueltas!" y coincido con la mirada pero lo que intento es descubrir que hay detrás, ¿una necesidad o un deseo? ¿y porqué una se convierte en otra? ¿es por capricho? ¿es por una real necesidad? ¿es por un gusto?. Hacernos estas preguntas ayudan a conocernos, a identificar nuestras circunstancias que nos condujeron hasta aqui, a ver en que consiste para nosotros la felicidad, ese estado de gran satisfacción física o espiritual a la cual accedo precisamente al cumplir mis necesidades y deseos. Pero si los deseos innecesarios y que hemos llamado de segunda categoría responden a mi imaginación, ¿controlo mi imaginación o ella me controla a mi? 

Parecería que, las definiciones que hemos analizado antes nos condicionan una conlusión: la felicidad no puede concebirse como un estado de satisfacción física o espiritual permanente. La vida humana no es asi. Esa felicidad no es viable. Si puede concebirse de manera temporal y cuando nuestras necesidades y nuestros deseos han sido alcanzados. Epicuro nos decía que al bajar nuestro nivel de deseo la felicidad es más asequible. Justamente pare él la felicidad era sinónimo de poca apentencia y compartir lo deseado con los amigos. Su Jardín era ese lugar donde el placer era estar juntos. Y para los griegos la palabra placer significaba alegria. Obviamente los tiempos han cambiado pero las reflexiones de Epicuro nos ayudan a entender de qué hablamos cuando hablamos de felicidad, pero no a definirnos a nosotros lo que es la felicidad de cada uno. Esa la decide, precisa y justamente, cada uno y está muy bien pensar en el porqué y el para qué de nuestros deseos que imaginamos, y está también muy bien llevar la conducción del carro de nuestra voluntad para que nuestras "necesidades" no se basen en caprichos destructivos de nuestra avaricia intelectual que pueden suponer nuestros gustos. Esa es la cuestión: ¿nos controlan nuestros gustos o nosotros los controlamos a ellos? ¿Quien tiene el mando? Al final de lo que se trata es de tomar nosotros las decisiones y que ni las circunstancias ni nuestra imaginación nos manipule. Se trata de vivir con pasión, pero con pasión propia y sin temores inventados, que la felicidad supone un estado de grata satisfacción física o espiritual que va sumando momentos hasta alcanzar la mayoría. Allí esta la vida feliz: en que al final recordemos y seamos recordados por esa mayoría de momentos felices. De eso tenemos que hablar cuando hablamos de felicidad y en el jardín que nos toque.  

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