Puede haber distintas formas de llamarla. No obedece a un solo nombre. Obedece si a una firme convicción que se conjuga en presente: se trata de buscar la buena vida. Algunos le llamaran disfrutarla, vivir con intensidad, celebrarla, no dejarla pasar. Casi que no importan las palabras. Mueve el concepto. Y no es solo saber vivir. Se trata de acción, de aventura, de placer. De nada me serviría saber vivir si solo guardo ese saber en mi mente, en intenciones, en indecisiones de eterno retorno, en temores al paladear y al saborear. Darse la buena vida requiere de coraje y de una decisión a conciencia. No es para aquellos que solo respiran, es para aquellos que ejercen la tarea del vivir con atención. Seres pensantes que conocen la oportunidad de una rosa en flor, y su fugacidad. Seres que han tomado en serio esta vacación que sin su voluntad le han ofrecido sus padres al brindarles la posibilidad de existir. Seres que han aceptado que también sin su voluntad se irán de este mundo, hoy, mañana o el día que venga después. Allí, en ese ambiente de seres reflexivos y valientes, se hace fuerte el deseo de la buena vida. Sin trabas cerebrales, sin mochilas de culpa, con la libertad y la convicción en cueros. Para homenajear el presente sin ningún miedo al futuro. Pensando en grande, disfrutando el sano placer de lo mejor de lo mejor de tus gustos, de tus sentidos. Y dejando atrás la mediocridad del cobarde que quiere y no decide. Porque eso es quedarse mas cerca de la muerte. A esperarla sin moverse, sin vivir. Y eso hace mal. Hace a la mala vida.
Aunque es evidente que la búsqueda de la buena vida y específicamente sus consecuencias merecen una decisión previa. Decidir supone el análisis, la reflexión y la adopción de una postura de acción. Puede que este proceso sea fugaz, intuitivo y hasta a veces cuasi automático, pero tales características no le quitan su propiedad. La toma de decisiones no se evalúa por la celeridad o lentitud de su mecanismo previo. Es una decisión y punto. Ella vale por la voluntad que la origina independientemente al proceso que la hizo nacer, sin perjuicio, para los caos excepcionales que lo merezcan, de la existencia de un vicio que lesione la libertad de elección. Ahora bien, usted se preguntara a esta altura cuales son las herramientas con las cuales se elige la buena vida. Pues con aquellas que en la vida le indican que cosas están bien y cuales están mal. Si, efectivamente. Me refiero a su Etica y a su Moral que le da sustento. Y en este sentido, hay un solo precepto que debe servir como guía (y digo como "guía" no como "mandamiento") orientadora de conductas. Me refiero a la regla de oro: "No hacer daño". Allí esta una pauta general que servirá, en todos los ordenes de la vida, al ejercicio de tu derecho a vivir bien. Es que este derecho implica y supone tu libertad de decidir. "Haz lo que decidas" es la principal obligación (y responsabilidad) que debiera regirnos como seres humanos bajo esta frontera o alarma que significa el "no hacer daño" a los demás y a uno mismo, con todo lo que ello implica. Porque el "No hacer daño" debe mirarse en ambas vías y justifica la reflexión sobre aquellas decisiones que puede que no dañen a nadie, a ningún tercero, pero si que impliquen un perjuicio propio, a aquel que se olvida de si mismo en esto de encontrar la buena vida y que vive la mala...la mala vida. Por eso amo lo contrario. El otro extremo. Con el valor de reflexión, el convencimiento y la humildad de mi fragilidad y vulnerabilidad. Por eso quiero aprovechar y lanzarme a esta aventura de vivir la buena vida. Porque termina y se hace tarde...
Aunque es evidente que la búsqueda de la buena vida y específicamente sus consecuencias merecen una decisión previa. Decidir supone el análisis, la reflexión y la adopción de una postura de acción. Puede que este proceso sea fugaz, intuitivo y hasta a veces cuasi automático, pero tales características no le quitan su propiedad. La toma de decisiones no se evalúa por la celeridad o lentitud de su mecanismo previo. Es una decisión y punto. Ella vale por la voluntad que la origina independientemente al proceso que la hizo nacer, sin perjuicio, para los caos excepcionales que lo merezcan, de la existencia de un vicio que lesione la libertad de elección. Ahora bien, usted se preguntara a esta altura cuales son las herramientas con las cuales se elige la buena vida. Pues con aquellas que en la vida le indican que cosas están bien y cuales están mal. Si, efectivamente. Me refiero a su Etica y a su Moral que le da sustento. Y en este sentido, hay un solo precepto que debe servir como guía (y digo como "guía" no como "mandamiento") orientadora de conductas. Me refiero a la regla de oro: "No hacer daño". Allí esta una pauta general que servirá, en todos los ordenes de la vida, al ejercicio de tu derecho a vivir bien. Es que este derecho implica y supone tu libertad de decidir. "Haz lo que decidas" es la principal obligación (y responsabilidad) que debiera regirnos como seres humanos bajo esta frontera o alarma que significa el "no hacer daño" a los demás y a uno mismo, con todo lo que ello implica. Porque el "No hacer daño" debe mirarse en ambas vías y justifica la reflexión sobre aquellas decisiones que puede que no dañen a nadie, a ningún tercero, pero si que impliquen un perjuicio propio, a aquel que se olvida de si mismo en esto de encontrar la buena vida y que vive la mala...la mala vida. Por eso amo lo contrario. El otro extremo. Con el valor de reflexión, el convencimiento y la humildad de mi fragilidad y vulnerabilidad. Por eso quiero aprovechar y lanzarme a esta aventura de vivir la buena vida. Porque termina y se hace tarde...
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