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"Negociar con la vida", segunda edición de Penguin Random House Grupo Editorial


Acaba de salir a Librerías, la segunda Edición de mi libro "NEGOCIAR CON LA VIDA". No puedo tener mayor privilegio que esta nueva versión, mejorada y ampliada, cuente con el Prologo del Filosofo, Pedagogo, Escritor, Profesor y Amigo José Antonio Marina. Compartir estas líneas es un placer y una emoción que jamás imaginé posible.


Negociar con la Vida - Prólogo a la 2da Edición
La misión de un prólogo, tal como yo la entiendo, consiste en explicar al lector en ciernes por qué debe adentrarse en el libro. El prólogo debe ser, por lo tanto, la narración de una experiencia previa. El libro de Manuel Alvarez-Trongé me interesó, en primer lugar, por el enfoque que su título ya revela. La vida es una realidad omnipresente y elusiva a la vez. Por eso tiene razón el autor al citar la frase de John Lennon: “La vida es aquello que nos pasa mientras estamos haciendo otras cosas”. Parece insensato gastar sin darnos cuenta lo único que poseemos. El grande y dramático Quevedo lo expresó con hondura:

Como el que, divertido, el mar navega,
Y, sin moverse, vuela con el viento,
Y antes que piense en acercarse, llega.

Ante esta sinrazón, conviene detenerse un momento, reflexionar, tomar conciencia de lo que se está haciendo que es, nada más y nada menos, vivir. Una manera de hacerlo, muy de moda en la actualidad, es concentrándose en el momento, atendiendo intensamente a cuanto experimentamos. Es la mindfulness. Pero Alvarez-Trongé es un hombre de acción. No quiere sólo contemplar la vida, enriquecerla con la comprensión, sino que es consciente de que hay es preciso negociar con ella.

Desearía hacer zoom sobre esta palabra: “negociar”. El autor la define como “un proceso de comunicación mediante el cual pretendo conseguir un resultado”. Es, pues, una actividad que necesita, al menos, dos actores. En el caso de este libro cada uno de nosotros y su vida. Podría parecer un recurso teatral -que el mismo autor utiliza al comienzo del libro- fingir una conversación entre estos dos personajes: el Autor y La Vida. Pero tras esa ficción hay algo muy real. La biografía de una persona consiste en realizar un `proyecto bregando con las condiciones dadas. La primera de ellas, sus deseos, su carácter, su biología, el hecho inevitable de que tiene que enfrentarse con el envés de la vida, que es la muerte. En esta dialéctica tan platónica, en la que el yo quiere dirigir hacia su meta, a los caballos díscolos que lo transportan, no hay lugar para un golpe dictatorial, sino para la hábil negociación entre el auriga y los corceles. Fuera de la metáfora, les pondré un ejemplo tomado de la neurociencia. Cuando el gran neurólogo Joaquín Fuster habla de la libertad, nos dice que en nuestro cerebro están siempre funcionando múltiples redes neuronales que intentan dirigir nuestra acción: distintos deseos, distintos proyectos, distintas normas. Niega que haya un comandante en jefe que dé las órdenes. Piensa, más bien, que hay una continua negociación entre redes neuronales que el sujeto intenta articular para realizar sus planes. En el libro de Álvarez-Trongé se trata lúcidamente de esta negociación, que implica una cierta humildad, pero también la clara confianza en la posibilidad de éxito. La vida nos impulsa, pero cada uno intenta dirigir esa fuerza a su manera.

El segundo gran atractivo de este libro es que, para ayudarse en esa negociación, Álvarez-Trongé se vuelve a los grandes filósofos. Tiene, por ello, una idea utilitaria de la filosofía, como debe ser. A los filósofos no hay que glosarlos, reverenciarlos, admirarlos o detestarlos. No. Hay que utilizarlos, como una formidable herramienta para pensar. Lo mismo que se utiliza un cuaderno, una agenda o un ordenador. Ellos ya pensaron lo suyo, y ahora, cada uno de nosotros, debemos pensar lo nuestro. Los grandes filósofos inventaron conceptos, que nosotros podemos utilizar, como utilizamos un destornillador. El autor tiene una idea más viva de la filosofía del que suelen tener los filósofos profesionales, empantanados en citas eruditas y en comentarios de texto. Si las ideas de un filósofo no me valen, las tiro a la papelera, porque lo importante no es pensar por pensar, sino pensar para realizar lo pensado. El momento decisivo de la inteligencia es, obviamente, decidir. O, dicho con una bella expresión castellana, decidirse, es decir elegirse a sí mismo. Al final, este libro es un breve tratado sobre la decisión.

La puerta está abierta, y debo abandonarles. Ya es hora de que entren en el libro.

José Antonio Marina

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