El desarrollo económico futuro de la Argentina
depende de diversos factores que condicionan su éxito. La situación política,
el liderazgo de las autoridades, la economía internacional, la producción
nacional, el tipo de cambio, serán, entre muchos otros, algunos de los
condicionantes aludidos. Pero hay un factor que no se está mirando con la
atención que merece. Me refiero a su calidad educativa.
Hoy está ampliamente
reconocido a nivel mundial que el nivel de educación de una nación influye
decididamente en su desarrollo económico. En materia educativa la Argentina en los
últimos quince años ha mostrado logros de cantidad pero no en calidad: nuestros
jóvenes no aprenden. Hay un acceso generalizado a la
educación primaria, ampliación de la cobertura de la secundaria
e incluso una expansión de la cobertura en el nivel inicial pero nuestra
deuda es con el “derecho de aprender” garantizado por nuestra Constitución
Nacional. De eso se trata la verdadera inclusión, de "aprehender" el
conocimiento, de adquirirlo, no solamente de incluir alumnos en la escuela. Las
pruebas internacionales (PISA en el Secundario y TERCE en la Primaria) y también
las pruebas nacionales (ONE) nos muestran que la mayoría de nuestros alumnos no
logra ese aprendizaje. Por donde quiera que se miren, los resultados
indican que el estudiante promedio no domina los conocimientos básicos ni
los puede aplicar correctamente en situaciones de la vida real (casi un 70% de
los alumnos de 15 años no dominan los conocimientos mínimos para resolver un
ejercicio simple de Matemáticas). Los Operativos Nacionales de Educación (ONE)
confirman estos resultados. El documento “El Termómetro Educativo” (educar2050.org.ar) así lo verifica.
Todo esto indica que las habilidades necesarias para el mundo del trabajo y la
producción no se están obteniendo, y esto es crítico para el desarrollo futuro
del país. Asimismo los problemas de desigualdad educativa son mayúsculos en el
país: las escuelas de las regiones más vulnerables obtienen resultados muy por
debajo de las escuelas ubicadas en zonas de poder adquisitivo medio y alto,
pero a su vez hay otro dato muy doloroso
para la Argentina: las mejores escuelas de nuestro país están al nivel de las
peores del mundo desarrollado (PISA 2012).
Todo esto constituye un alerta que
nos debe mover a la acción. Estudios internacionales (Hanushek y Woessmann
2007) muestran que mejorar el 10% de los logros de aprendizaje de los alumnos
podría generar un crecimiento constante cercano al 1% del PBI (0,87%).
Este
debiera ser un objetivo país. Desde Educar 2050 hemos lanzado un sueño: la
campaña #YoVotoEducación para que se convierta en un grito de la ciudadanía
exigir como prioridad nacional, mejor enseñanza y aprendizaje. La buena
educación es la base del desarrollo económico y de una Argentina posible.
Despabilemos y reclamemos con nuestro voto. Será el primer paso de una
transformación educativa, base del crecimiento genuino que la Argentina merece.
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