No creo que los recuerdes. Sinceramente me sorprendería mucho que los sepas. Vamos a ver: vos te acordás de los nombres y apellidos de tus bisabuelos? Me refiero al padre y madre de tus cuatro abuelos. Son solamente ocho personas: padre y madre de tus dos abuelos por parte de tu padre y lo mismo por parte de tus dos abuelos de rama materna. Ellos son tus bisabuelos, es decir abuelos de tus padres. No hay tanta distancia en el parentesco. Es tu línea directa de ascendencia, sin embargo, salvo alguna circunstancia excepcional es difícil que te acuerdes sin consultar algún escrito del nombre de tus ocho bisabuelos. Te los habrán nombrado alguna vez pero el recuerdo es muy vago por no decir inexistente. Somos ignorantes de ese parentesco. Reconozcámoslo. Recordaremos uno o dos de ellos, con suerte y producto de alguna circunstancia extra-ordinaria, pero no a todos. La pregunta que quiero plantear es qué supone esta ignorancia. No es solo mala memoria o falta de información. Lo que realmente supone es la falta de trascendencia del ser humano. Ya no se acuerdan del ser que fue, que pasó por esta vida. Todo se diluye. Basta que pasen unos años para que todo o casi todo se borre. Mis hijos, o tus hijos, no tiene ni idea de quienes fueron ni que hicieron mis abuelos o los tuyos. Esta es la generalidad. Pues bien, si las historias de vida se olvidan, se esfuman, se derriten en dos o tres generaciones, cual es la real trascendencia de un hombre o una mujer? Y aquí la pregunta más difícil: cuál pensás que puede ser tu trascendencia? Por cuál acto de tu vida te recordarán? Porqué característica? Por cuál circunstancia? Pensemos qué sabemos de nuestros parientes que se han ido. Es muy probable que recordemos bien a nuestros padres si vivimos con ellos. También a nuestros abuelos y en su caso. Dependerá que hayamos compartido con ellos algo de su vida o que mucho nos hayan contado. Pero la verdad es que en la “escalera de arriba”, de pisos altos y de donde provenimos, nos cuesta saber el nombre siquiera de los que estaban en el segundo y ni que hablar del tercer o cuarto escalón.. Esta es la realidad. Es obvio que hay excepciones y en muchos casos muy valederas, pero lo efímero de la existencia y la falta de huellas que perduren, hace que las vidas se olviden y sean intrascendentes. Cuál será la razón por la que nos recuerden a nosotros? La canción de la muy buena película Coco se titulaba Recuérdame. Y lo que ella suponía bien vale esta pregunta final: y por cuanto tiempo habrá un recuerdo nuestro?
La frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” , formulada por José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914), constituye uno de los núcleos más vitales del pensamiento filosófico en lengua española. Ya ha sido objeto de análisis en este Blog pero reflexiones posteriores me obligan a hacer esta actualización de mi cavilación. Su potencia es tal que amerita analizarse con el paso del tiempo y reside no solo en la afirmación del sujeto como ser situado —inseparable de su contexto vital—, sino en la exigencia ética contenida en esa segunda mitad: “si no la salvo a ella no me salvo yo”. La pregunta que queda pendiente a responder es: ¿Soy yo el mismo yo el que la ha "salvado" hace diez años atrás? ¿Aquella "salvación" es la misma que haría ahora? Estas inquietudes han dado origen a esta segunda profundización sobre la frase de Ortega. Lo explico a continuación. Tradicionalmente, se ha interpretado que...
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