Domingo soleado. Disfruto del verde, de los colores del otoño. Pongo música, leo el diario. Busco el carbón, me ensucio las manos, lucho contra el viento, enciendo el fuego. Traigo la bandeja de madera, la sal, mi cuhillo y no tengo manos para abrir la puerta. "Papá" escucho desde atrás. Apenas me puedo dar vueltas. "Abrime la puerta por favor" alcanzo a decir. Silencio y acciòn. Paso, acomodo como puedo las cosas. Se me cae la sal. "Papá" vuelve a repetir mi hija de doce. Ahora puedo ver que tiene una hoja en la mano y un lápiz. "No ves que estoy ocupado ahora". Silencio mientras me doy vuelta y hago algunos cortes de papel de diario para abajo del carbon. La miro. Ella me mira y hace ruido con el lápiz sobre la mesada. "¿Que querés?" digo en la forma más dulce que suenan esas dos palabras. "Papá, ¿que es para vos la libertad?". Toma el lápiz y lo acerca a la hoja. Miro de costado, como Monzon el día que Briscoe le pegó una trompada y no alcanzaba a entender donde estaba... Pienso. Me mira. Hablo en vos baja: "Libertad es hacer lo que se puede". Toma nota despacio. Me vuelve a preguntar "¿cómo?" para reconfirmar si entendiò bien: "lo - que - se - ¿quiere?". "No" contesto, mientras tomo aire, "lo que se puede". "Ahh, PUEDE. Había entendido QUIERE... Gracias" me dice mientras toma su hoja y se va. Miro el fuego, muevo el carbón. Recupero el pulso. Me quedo pensando. Esto no es hacer un asado, es hacer filosofía...al calor de la parrilla y de la sinceridad. Hacer lo que se puede hacer...Libertad a fuego lento.
La frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” , formulada por José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914), constituye uno de los núcleos más vitales del pensamiento filosófico en lengua española. Ya ha sido objeto de análisis en este Blog pero reflexiones posteriores me obligan a hacer esta actualización de mi cavilación. Su potencia es tal que amerita analizarse con el paso del tiempo y reside no solo en la afirmación del sujeto como ser situado —inseparable de su contexto vital—, sino en la exigencia ética contenida en esa segunda mitad: “si no la salvo a ella no me salvo yo”. La pregunta que queda pendiente a responder es: ¿Soy yo el mismo yo el que la ha "salvado" hace diez años atrás? ¿Aquella "salvación" es la misma que haría ahora? Estas inquietudes han dado origen a esta segunda profundización sobre la frase de Ortega. Lo explico a continuación. Tradicionalmente, se ha interpretado que...
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