El sol se pone en el horizonte. Es una maravilla a nuestros sentidos. Colores, distintas tonalidades, luz que cambia, el astro rey que se cae sobre una linea que percibimos clara. Mucho mayor es la emoción y el sentimiento cuando el sol moja el mar. Parecería que es prolongación de algo que tocamos. Como que compartimos su deseo de zambullirse. Como que el sol se hace más humano al descender, al comprobar su movimiento. Lo vemos, casi tocamos su proyección de rayos sobre el mar que llega a la orilla, a nuestros pies. Tenemos algo en común. Sentimos su último calor y especialmente nos damos cuenta de él cuando no está. Nace el misterio de su huída. Sus primeras proyecciones. La atmósfera que refleja tonos que mezclan el rosado con el celeste, el naranja con el violeta, nubes que mutan de blanco a turquesa desteñido o a una gran capa de torero arrugada y desplegada. Silencio que se escucha. Estremece y enamora. Momento único. Señal diferente que cachetea nuestra indiferencia. Mar que cre
Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma una café con la vida, en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta de sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa.