No es este el título de una obra teatral ni de un libro que nos invita a la reflexión sobre una vida encaminada a la felicidad. Tampoco es la descripción del paraíso que algunas religiones proponen ni el slogan vendedor de un nuevo producto que realza nuestros sentidos, nuestras emociones, nuestras virtudes amatorias. No, no es eso. "La incomparable sensación de disfrutar sin límites" apunta a un servicio que justamente produce sensaciones, es decir "impresiones que las cosas causan por los sentidos". Y estas impresiones no son comunes. El título refiere a que no se pueden comparar, es decir a que son producidas de una manera única, fuera del "standard" a que estamos acostumbrados. Esto parecería significar que lo que se percibe es prácticamente indescriptible para quien tiene la dicha de vivir la experiencia. Es que el título refiere que quien es bendecido por este servicio es conducido a "disfrutar sin límite". Esto último es categórico. Apunta al gozo de un ser humano, pero no a un gozo rutinario como el común de los mortales, sino a la percepción agradable que trasciende la fronteras de lo natural. Es "sin límites", es decir sin término, sin punto final, no tiene fronteras. Esto es muy fuerte.
Mi primer conclusión, luego de hecho este primer análisis, fue que este servicio que anunciaba -disculpe el lector pero debo reiterarlo- "la incomparable sensación de disfrutar sin límites", era una acción para servir suministrada por algun ser divino. No me cabía otra interpretación. Algo que producía sensaciones de disfrute que no finalizan, infinitas, debá ser suministrada por alguien que no habita este mundo, algo asi como un dios que, tras este título convocante, nos ofrecía seguirlo para obtener esta recompensa. Pero tras mi perplejidad inicial me animé a investigar más a fondo. Algo había que no me convencía. Y efectivamente mi intuición era correcta. Me había equivocado.
Caí en la cuenta de mi error cuando leí la letra chica que proseguía al título referido. Y allí comprendí. "La incomparable sensación de disfrutar sin límites" no dependía del poder de un dios benevolente sino que era simplemente la primer página de un folleto comercial de la tarjeta "Infinity Platinum" del Banco Santander Río que me habían entregado ayer en la casa central del microcentro porteño.
Reflexioné. Asimilé mi error. No me sentí bien. La promesa de una "incomparable sensación" y del gozo "sin límites" me había confundido. Me había transportado por un instante a ser el elegido, el beneficiado de un poder divino y ahora me percataba que la satisfacción y felicidad eran sensaciones que pueden lograrse en la tierra a traves de un simple plástico pequeño. ¿Cómo no me había dado cuenta? ¿Cómo había estado tan ciego ante una realidad tan accesible?. Volví a reflexionar. Había dejado pasar un buen tiempo de mi vida sin haberme percatado donde estaba el secreto de "la incomparable sensación de disfrutar sin límites". Pero ahora lo había entendido bien. Tenía a mi alcance la salvación eterna, sin fin, "Infinity". Prolijamente doble el folleto y lo coloqué en mi biblioteca entre los lugares donde atesoro las obras que me han impactado. Me quedé mirando el estante, me di vuelta despacio y me fui caminando con una sonrisa. Tenía el secreto. Ahora, lo había comprendido bien.
Mi primer conclusión, luego de hecho este primer análisis, fue que este servicio que anunciaba -disculpe el lector pero debo reiterarlo- "la incomparable sensación de disfrutar sin límites", era una acción para servir suministrada por algun ser divino. No me cabía otra interpretación. Algo que producía sensaciones de disfrute que no finalizan, infinitas, debá ser suministrada por alguien que no habita este mundo, algo asi como un dios que, tras este título convocante, nos ofrecía seguirlo para obtener esta recompensa. Pero tras mi perplejidad inicial me animé a investigar más a fondo. Algo había que no me convencía. Y efectivamente mi intuición era correcta. Me había equivocado.
Caí en la cuenta de mi error cuando leí la letra chica que proseguía al título referido. Y allí comprendí. "La incomparable sensación de disfrutar sin límites" no dependía del poder de un dios benevolente sino que era simplemente la primer página de un folleto comercial de la tarjeta "Infinity Platinum" del Banco Santander Río que me habían entregado ayer en la casa central del microcentro porteño.
Reflexioné. Asimilé mi error. No me sentí bien. La promesa de una "incomparable sensación" y del gozo "sin límites" me había confundido. Me había transportado por un instante a ser el elegido, el beneficiado de un poder divino y ahora me percataba que la satisfacción y felicidad eran sensaciones que pueden lograrse en la tierra a traves de un simple plástico pequeño. ¿Cómo no me había dado cuenta? ¿Cómo había estado tan ciego ante una realidad tan accesible?. Volví a reflexionar. Había dejado pasar un buen tiempo de mi vida sin haberme percatado donde estaba el secreto de "la incomparable sensación de disfrutar sin límites". Pero ahora lo había entendido bien. Tenía a mi alcance la salvación eterna, sin fin, "Infinity". Prolijamente doble el folleto y lo coloqué en mi biblioteca entre los lugares donde atesoro las obras que me han impactado. Me quedé mirando el estante, me di vuelta despacio y me fui caminando con una sonrisa. Tenía el secreto. Ahora, lo había comprendido bien.
Comentarios
Publicar un comentario