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Wilde tenía razón

"Amarse a uno mismo es el inicio de un romance que dura toda la vida".
"Si alguien dice la verdad, es seguro que tarde o temprano, será descubierto".

Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde nació en Dublin, Irlanda, en el mes de Octubre de 1854 y falleció muy jóven y pobre, a los 46 años de edad, en el mes de noviembre del 1900 en París. Fue autor de numerosas obras de teatro, escritor, periodista, poeta, amante de la belleza, fundador del esteticismo. Fue, esencialmente, una mentalidad brillante que no pudo ser contenida ni por su cuerpo ni por el contexto social en el que vivió. Su genialidad la derrochó en frases como las del comienzo de esta Entrada, resumiendo la vida con una miradá distinta, desde el extremo de donde la miran los fuera de serie, pero siempre con aguda y afilada sabiduría lo que le permitió dejar claro la hipocresía de la rutina y la ironía de su utilidad.
"El placer es la única cosa por la que se debe vivir. Nada envejece tan rápido como la felicidad".
"El tiempo es una pérdida de dinero".

Wilde estudió en el Trinity College de Dublin y luego en Oxford. Dio conferencias en América, Canadá y París. Se separó de su primer mujer, se casó con la segunda con quien tuvo dos hijos y vivió aventuras amorosas que le llevaron a la carcel por indecente (!??), donde terminaron por destruir su genio y apagaron la luz de su alma y la creatividad de su cerebro. El autor de "La importancia de llamarse Ernesto", de "Ravenna" y de "El retrato de Doryan Gray", entre otras tantas obras, debió vivir sus ultimos años bajo el peso de tener que recurrir a un nombre falso, impedido de vivir con su amigo Alfred Douglas y en condiciones de absoluta indigencia hasta su muerte, en el año 1900, en las puertas del siglo XX.
"Uno debería ser siempre un poco improbable".
"Cualquier preocupación sobre qué está bien y qué está mal demuestra un estancamiento en el desarrollo intelectual".

El sabio mensaje de sus frases que aun hoy continúan escuchándose en la mente de quien las lee e interpreta, muestra una revancha de un ser que perteneció a otra era, de un adelantado del pensamiento y de la vida, de un adicto a la libertad, de una mente sensible y brillante que hoy reiría desde algun lugar placentero y volvería a escribir "Pluma lápiz y veneno", porque Oscar Wilde tenía razón y derecho a vivir como le plazca.
Si mañana, usted o yo, nos encontraramos súbitamente con él, ante nuestra sorpresa nos miraría a los ojos y seguramente diría despacio lo que adelantó genialmente en vida: "No te había reconocido. Es que he cambiado tanto".

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