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Diminutos

Debía tener siete años. Lo recuerdo porque lo que hice produjo una foto en mi cerebro. Cierro los ojos y me puedo ver en ese instante, en esa posición. Estaba en Mar del Plata. En la casa de verano de mi abuela materna, en la calle Mendoza 2228, casi esquina Colon. Era una tarde soleada. Hora de la siesta. Mis padres dormían y yo podía jugar en los límites de esa casa, no traspasarlos. Así fue que salí por la puerta delantera y fui caminando por un pequeñísimo jardín hasta la puerta de madera, tipo tranquera y pintada de blanco, que estaba en el acceso, lindante con la vereda (que yo, reitero, a esa altura de mi vida no podía tocar). Estaba aburrido y con algo de bronca por no poder ir a la calle a jugar con mi pelota. En la casa grande de enfrente, justo cruzando, donde vivía mi amiga Margarita, si se podía jugar pero yo estaba atrapado entre mis limites. Fue así que de repente las vi. No se si habrá sido por mi aburrimiento o por mi mal humor pero el hecho es que estaba cabizbajo, m...

No hay una sola

Parecería que todos estamos de acuerdo en que al tomar decisiones en nuestra vida, como objetivo último y hasta a veces inconsciente, apuntamos a la felicidad. Puede que no tengamos este objetivo claramente definido y que inclusive muchas veces tomemos una decisión a sabiendas que lo que decidimos no nos hace feliz instantáneamente pero lo hacemos reconociendo que detrás de ese primer sentimiento hay algo bueno para mi vinculado con este concepto. Casi que la decisión obedece al "inconsciente adiestrado" hacia ese destino: la felicidad. Veamos un ejemplo. Si resuelvo ir a trabajar un domingo a la oficina, probablemente eso no me guste, me deprima y hasta me enoje, pero lo hago porque se que me beneficia, me ordena, adelanto temas pendientes, etc. Es decir, contribuye a que, sin perjuicio de mis primeros sentimientos, al recapitular me sienta bien conmigo mismo porque me satisface la decisión. De algún modo el haber ido a trabajar ese feriado contribuye a mi felicidad futura...

Juan Carlos Tedesco

Despedir a Juan Carlos Tedesco es no despedirlo. Su sabiduría, su tono siempre amable, sus convicciones y especialmente sus enseñanzas no se han ido ni se irán jamás. Hace muy pocos días atrás me comunique con el para conversar, como tantas veces lo hicimos desde Educar 2050, sobre su mirada de la situación actual e intercambiar ideas sobre el nuevo Plan que el Gobierno ha puesto sobre la mesa. Con su sencillez habitual y su elegante caballerosidad me dijo que estaba sin energías pero que "acordemos un momento para vernos". Y ese momento llega después de su partida y se extenderá, para todos los que lo valoramos, por mucho tiempo ya que seguiremos "viendo" a Juan Carlos cada vez que pensemos sobre educación. Juan Carlos seguirá presente y entre nosotros en las bases de su mensaje: la educacion como valor. Por eso su partida es una oportunidad para reflexionar sobre sus enseñanzas sobre la importancia de planificar la educación del futuro y sus ideas sobre la inversi...

No todo cambia (entre el poder del Celular y aquello que no debe cambiar)

Es cierto que la tecnología nos abruma con sus avances y sus sorpresas. Es absolutamente cierto que el celular ("smart phone" o "teléfono inteligente" o simplemente "el móvil" como le llaman los españoles) ha invadido nuestras vidas y nos ha otorgado más poder. Cual Julio Cesar de la Roma antes de Cristo, el celular se ha convertido en Emperador del mundo. Todo lo ha conquistado. Desde Oriente a Occidente. Todos dependemos de su Majestad: el “Celular moderno” que no es más que el “Caballo de Troya” de su real poder: la computadora (o el "Ordenador") que viene en sus entrañas. Su apariencia y hasta las técnicas de ventas nos engañan: no se trata de un teléfono.  Quizás de las tareas menores que hagamos con él sea la de hablar con un semejante. Hoy mensajeamos, miramos las redes sociales (sociales?), sacamos fotos, nos angustiamos por la baja señal y/o la falta de cobertura para leer un periódico o para no perder las imágenes recién subidas de va...

¿Qué queda al morir?

¿Qué queda al morir? “Después de todo la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida” Mario Benedetti (1920-2009) Todo el mundo sabe que va a morir. Es ley inexorable de vida. Frente a esta verdad irremediable los seres humanos hemos adoptado básicamente dos teorías: una es la que entiende la muerte física como comienzo de una vida distinta; la otra es la que acepta la muerte como el final, sin reconocer otra vida posible. La primera se basa en la fe y es sostenida por diferentes religiones que, con matices, sostienen que existe esta “otra” vida después de la muerte, ya sea en el Paraíso o en el Infierno como “vida eterna”; y hay hasta algunas creencias que sostienen que al morir nace una vida distinta en una reencarnación. Son, como dijimos, expresiones y dogmas religiosos cuyo fundamento no es la razón sino la fe. La segunda postura, que no cree en otra vida después de la muerte, analiza el tema desde la realidad del fin de la existencia física: el fallecimiento es el final y no...

Prioridad los que menos tienen

El 48% de los niños y niñas argentinas en edad escolar son pobres (el 48,8% de 0-14 años y el 39,7% de 15-29). Esta información, de por si tremendamente dolorosa, se conjuga con otras dos que integran el panorama de la realidad de los argentinos más necesitados: 1) según surge del Observatorio de la Deuda Social Argentina alrededor de 1.400.000 personas cayeron debajo de la línea de pobreza en el año 2016 y 400.000 se sumaron a la indigencia; 2) luego de años sin estadísticas serias, el Indec reveló que el 32,2% de los argentinos es pobre y el 6,3% es indigente. Los números citados parecen no indignar lo suficiente. Hace ya diez años atrás leí en un diario extranjero un título que me conmovió "Hambre en el país de la carne". Una década después continua habiendo hambre en diversos lugares de Argentina y el ataque al flagelo de la pobreza, más allá de muy buenas iniciativas nacionales y provinciales, no puede decirse que sea prioridad de sus ciudadanos. Los argentinos reclamam...

Vivir bien

Una rara mezcla de toma de conciencia, con hacer lo que nos gusta. Una combinación de gratificación a los sentidos, con el esfuerzo que ello supone. Una fusión de buenas decisiones, con la alegría de compartir. Una receta que contiene el amor a uno mismo, con la pasión desmesurada por otro ser humano que nos acompaña. Una cuota de locura, con la autorización a uno mismo a realizarla. Un olvido de la culpa y un reemplazo por la responsabilidad de disfrutar un recurso que se agota. Un no hacer daño a los demás, matizado con la empatía y el sacrificio por mis sueños. Una tendencia a sentir lo que siente el otro para ejercer humanidad. Una mirada realista sobre lo pequeños que somos en el universo confundida con lo relativo de cualquiera de nuestras actitudes. Todas estas frases encierran una parte del concepto "vivir bien". Es que en definitiva, se trata de ser protagonista, de perseverar en la búsqueda de nuestra felicidad, de saber divertirse en todo y esencialmente de estar...