No me refiero a distraerse. Tampoco a dormir sin soñar. Lisa y llanamente no pensar en nada. Detener el tiempo, permanecer en el instante y no recordar. ¿Qué sucedió? ¿Estaba consciente? ¿Dónde está el límite de la conciencia? ¿Es mi memoria la que fija el límite de mi cordura? Al final parecería que es ella quien guía nuestras facultades mentales. Aquello que pensamos lo registramos. Aquello que vivimos, también. Es lo que nosotros creemos. Así lo afirmamos. Pero ¿que pasaría si sufriéramos una alteración imperceptible y no registráramos hechos concretos de nuestras vidas, algo que hayamos hecho? Eso es factible. De hecho todos tenemos ejemplos de determinados episodios que no recordamos en absoluto y cuando alguien nos los recuerda y nos insiste caemos en la cuenta. Recordamos. Y hasta a veces nos decimos en silencio (hasta con algo de vergüenza): "Lo tenia absolutamente borrado"... Si, esto es así, esto nos pasa. Y las hay de las otras experiencias, cuando actuamos sin saber, producto de una anestesia, de una droga o del alcohol. Perdemos la conciencia. Pero existen supuestos peores, donde lo que sucede es que actuamos concientemente pero no registramos lo que hicimos. "No se si lo hice". Lo que hoy quiero reflexionar es que si aceptamos tener esta clase de "olvidos", de pequeñas cosas que luego recordamos, también podría ser que haya otras cosas que hayamos vivido y las hayamos ocultado en nuestra memoria, con intención o sin ella. Pasan los años, pasa el tiempo y hay ocasiones en dónde no podemos precisar cuando fue, en que lugar, con quién estábamos y si fue así o fue distinto. La "foto" no se visualiza con precisión. La conciencia del pasado y nuestra historia es una facultad crítica para sentirnos sujetos ubicados en el tiempo, en el espacio. Pero no debiéramos estar tan seguros de todo lo que hemos hechos. En otra dimensión, con otra presencia, quizás sólo con energía o con la mente, puede que hayamos hecho muchas cosas más de las que creemos. No recordarlas no significa no haberlas hecho. Hay cosas que no se graban...y sin embargo se hacen. El grabador no todo lo registra. Nuestra memoria tampoco.
La frase “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” , formulada por José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914), constituye uno de los núcleos más vitales del pensamiento filosófico en lengua española. Ya ha sido objeto de análisis en este Blog pero reflexiones posteriores me obligan a hacer esta actualización de mi cavilación. Su potencia es tal que amerita analizarse con el paso del tiempo y reside no solo en la afirmación del sujeto como ser situado —inseparable de su contexto vital—, sino en la exigencia ética contenida en esa segunda mitad: “si no la salvo a ella no me salvo yo”. La pregunta que queda pendiente a responder es: ¿Soy yo el mismo yo el que la ha "salvado" hace diez años atrás? ¿Aquella "salvación" es la misma que haría ahora? Estas inquietudes han dado origen a esta segunda profundización sobre la frase de Ortega. Lo explico a continuación. Tradicionalmente, se ha interpretado que...
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