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Aprender de los errores

En las dos Entradas previas, que recomiendo leer empezando por la primera en el tiempo, relaté lo que viví un día de Enero 1976. A lo largo del tiempo me he dado cuenta que aprendí mucho más de lo que caminé y de lo que viví ese día. Fueron precisamente los años los que me mostraron cuanto. Las experiencias fuertes son como los cuadros: hay que mirarlas de lejos para comprenderlas integralmente. De cerca pierden perspectiva y hasta confunden. Las lecciones de vida son iguales a las buenas pinturas. Es por ello que segmento a continuación lo que relaté en las dos entradas previas. Sirve para ordenar:
1º) Somos vulnerables: Sentirse invulnerable. A los diez y ocho años todos hemos sentido lo mismo. No nos damos cuenta de los peligros. Presumimos de nuestra capacidad, especialmente subestimamos los riesgos. Pero lo que aprendí excede la edad. Sentirse invulnerable a los 18 o a los 20 puede ser natural. Lo que no lo es es tener esa sensación a los 40, 50 o a los 60, es decir en la edad donde se supone la madurez y la prudencia debiera regir nuestra conducta. Sentirse invulnerable a esa edad es esencialmente embriaguez de poder, gula. Y el "poder" desde dos puntos de vista: desde lo que significa una posición hecha en la vida precedente, es decir en lo laboral, artístico, deportivo o profesional y desde el "poder hacer". No tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad no es tan extraño como pudiera parecer. Justamente lo complejo de la situación es que uno no se da cuenta del sentimiento, sencillamente lo ejecuta (hay varios ejemplos que la vida va mostrando de este sentirse superior, pero hay uno que siempre cito por lo gráfico de su accionar: la trompada de Monzón a su pareja que termina matandola y conduciendo al ex Campeón Munidal -que todo lo podìa- a vivir sus ultimos días condenado en la cárcel). Darse cuenta que uno es asbolutamente vulnerable ubica nuestro accionar, pone límites, realza la vida, da razón a los momentos que deben celebrarse, valora los detalles, focaliza la atención en aquellos momentos que lo valen, hace crecer. Sentirse todo poderoso nos ciega parcialmente. No nos deja ver la realidad tal cual es. Los "cañaverales" nos parecen obstáculos menores: "Jamás me detendrán a mi". Cuando algún yuppie de turno se monta sobre su nuevo puesto, sea Presidente de una empresa, Director General, CEO, CFO o la sigla que corresponda a la moda de turno debe ser consciente que está "montado" a un título que no es su esencia, es solo la armadura que le han preparado para la batalla. Los aplausos, las comidas, la alfombra roja, las recepciones y los elogios son para esa armadura no para los que la usan. No percibirlo es sentirse invulnerable, creersela, no tenerlo claro, creer que aplastaremos estas cañas con dos patadas sencillas... Y los pozos y las zanjas existen. Y muchos se caen... Primera enseñanza.
2º)¿Qué significa "perderse"?: Muchas veces en la vida podemos perdernos. Precisamente saber que podemos hacerlo sirve para tener más claro el mapa por donde caminamos y evita este tipo de experiencias. Lo que me enseñaron las cañas del sur es que cuando uno se pierde en la vida es igual que un sendero: ¡uno cree que no se está perdiendo!. De nuevo la soberbia nos manipula. ¿Cómo me voy a perder yo? Perderse es equivocar el camino, no saber dónde estamos, no saber como seguir, no conocer la ruta. Lo que me enseño esta aventura al borde del lago es que las alarmas están para ser escuchadas, no para apagarlas y seguir. Yo me di cuenta en algún momento que me estaba perdiendo pero apagué ese despartador de realidad. Y en la vida pasa lo mismo. Evitar perderse es detenerse a pensar...sin mentirse. El Perderse comienza al convencerse que uno no se puede perder. Segunda lecciòn.
3º) Saber pedir ayuda: Nos cuesta. Quizás es un sentimiento de superioridad, una barrera que nos impide reconocerlo. Cuando tuve que gritar "Auxilio" no tenía voz. Apenas era un murmullo. Yo mismo me sorprendì del tono tan bajo en que me escuche pidiendo ayuda. Solamente el tomar conciencia de mi error, de mis equivocaciones me dieron una cachetada de realidad. Y alli fue cuando grité a voz en cuello: "¡¡¡Auxilio!!!" con todos los signos de admiración con que mi desesperación aplastó a mi orgullo. Fue alli que comprendí que el pedir ayuda a toda voz era también la otra cara de la moneda de poner todo de mi mismo si no la recibía. Y asi fue. El gritar pidiendo que me ayudasen me ubicó en el problema. Quien escuchó ese grito fui yo mismo. Y decidí ayudarme. En la vida es igual. Para recordarlo. Tercera enseñanza.
4º) No es bueno estar sólo cuando hay riesgos: Preferí la soledad. No necesitaba a nadie para disfrutar el lugar y no entendí el riesgo de cruzar unas cañas. Subestimé al bazqueano. Cuando empece a perderme y no encontré la marca en el árbol culpé a la persona equivocada (como aquel que recibe un mensaje que no quiere oir y resuelve matar al mensajero). Pensar que uno solo puede superar riesgos sin la ayuda de nadie es un error. Es buscar la soledad como demostración, nuevamente, de poder. Y la vida (y los cañaverales de este mundo) nos muestran que esto no es así. Con esto no quiero decir de no valorar la soledad y hasta disfrutarla. A lo que me refiero es que a los verdaderos problemas es bueno enfrentarlos acompañados, escuchando otras visiones, confiando y teniendo ayuda cerca. Cuarta lección.
5º) Ser conciente de aquello que nos permite estar bien: Cada uno tiene algo que no valora lo suficiente hasta que esto falta. En este caso fueron mis anteojos que hacian mi invulnerabilidad tan fina y delgada como el hecho que se perdieran... Existen cientos de ejemplos que cada uno podrá imaginar. Será el bastón para el rengo o será... aquella cuota de cariño que recibimos todos los días y que echamos de menos cuando no está. La "miopía", es decir la necesidad, siempre está. Nos olvidamos de ella porque lo mas normal es calzarnos esos magníficos armazones con vidrios que nos posibilitan nada menos que ver... De lo que debemos ser conscientes es que los necesitamos, asi como a los anteojos, como al bastón, como al cariño...y que debemos cuidarlos porque las necesidades siempre están, aunque no las querramos ver. Quinta enseñanza.
Hay más. Sólo invito a descubrirlo. Una experiencia traumática, que sólo mostró una cara, nos despabila y nos invita a la reflexión. Literalmente de un golpe. Gracias a las cañas, gracias a la zanja. Aprender de los errores. De eso trata la vida...

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