Ir al contenido principal

Perdiendo encontrando: Lección dos

No encontré el árbol que había marcado el baqueano al cruzar el cañaveral. Busque y busque pero la X no estaba. El nos había dejado allí, en ese sector. Tenia que estar por pero no lo veía. En seguida pensé, este boludo además de sacarnos cuarenta pesos por hacer nada no marco bien el árbol. La frustración por no haber pescado, la bronca por haber perdido tres anzuelos, mi soberbia que me condujo a quedarme solo, la impaciencia ante nada de éxito y especialmente mi presunción de invulnerabilidad me llevaron a tomar lo que seria, como verán en seguida, una pésima decisión. Me dije a mi mismo: cruzo solo estas cañitas y a cagar con la marca del baqueano! Mi razonamiento tenia fundamento en mi falta de humildad: son unos minutos, ¿como no voy a cruzarlo yo? Y mi admiración conmigo mismo me empujo a caminar entre cañas.... No me di cuenta pero apuré el paso. Quería terminar rápido con esto. Fue otro de mis errores. Las cañas se fueron estrechando. Ya no eran una decena. Eran cientos de cañas juntas, separadas por milímetros, cañas altas, verde oscuro y ramificadas. Ni me percate de mi furia. Que las cañas fueran más altas y estuvieren más entrelazadas me dio más bronca. Interprete mal la señal de mis piernas y brazos. Ambos se movían con mas fuerza, como recibiendo una señal de un cerebro externo que quería darle una lección al cañaveral.... Era como que funcionaban en forma independiente y yo las miraba orgulloso con perspectiva. Lo que sucedía era que caminaba enojado y con violencia. Ningún obstáculo me iba a detener... ¿a mi? Con cada paso y manotazos que daba pretendía castigar a las cañas que se me presentaban impasibles diciéndome por acá no... ¡Tomá! Allá va otra. Y pisaba de costado, lanzando la pierna a media altura, dándome el gusto de ver doblarse un par de cañas. No me daba cuenta que cada vez me internaba mas en el centro de un cañaveral cerrado. Aparecían cañas cada vez mas cerca. Me desplazaba con dificultad. Me paraba a medias en la que pisaba y decenas de otras aparecían detrás y delante, desafiándome. Casi las escuchaba reírse de mí...
¡¡Para que!! Más carbón a la chimenea del desequilibrio. Habré seguido este ritmo y avanzado cinco o seis metros en diez minutos y alguna alarma sonó en mi cabeza como diciéndome: ojo tarado que te estas metiendo en el centro del cañaveral y te estas perdiendo... Pero solo el escuchar el mensaje con nitidez me hizo avanzar con más decisión. ¿¿Como me iba a perder yo?? Cruzo estas cañitas de merda y rápido. Y en cada paso me perdía y me comprometía más. Así fue que sucedió. Las cañas me cubrían por completo. Me había metido tanto dentro de su centro que prácticamente no podía moverme y apenas entraba la luz del sol. Hice un esfuerzo mas, levante la pierna y pise fuerte una caña alta para ganar algo de movimiento. De repente todo fue confusión. Se quebró la caña y con ella empecé a caerme yo. No entendía lo que pasaba. Me había quedado sin piso. Fue como que la tierra se abrió y caí en un pozo o zanja, no llegue a distinguirlo. Fue un segundo pero habré caído dos metros hacia una especia de lecho oscuro con restos de agua. Me fui para adelante. Atine a cubrirme la cabeza pero del brusco movimiento y entre alguna caña y vegetación del lugar mis anteojos quedaron en algún trayecto de la caída. Quede en posición de costado, contra una tierra negra, en cuclillas. Me dolía el codo izquierdo. Por unos instantes me quede en silencio, atontado, sorprendido, muerto de miedo. Intente ver con la poca luz que llegaba a ese pozo y me di cuenta que sin mis anteojos de miope era poco lo que podría distinguir. Sin ellos yo no veía nada. Mas de doce de dioptría en cada ojo y prácticamente a oscuras me dejaban literalmente en la sombras. Me sentí aterrado y lo que es más, humillado. Respiraba agitado. El miedo me ordenaba no moverme. Permanecí así unos instantes hasta que con la mano empecé a palpar el lugar. Buscaba desesperado mis anteojos. No estaban. Me moví despacio e intente acostumbrarme a esa oscuridad. Debajo mío un hilo de agua y el olor a humedad me indicaban que estaba en algo que podría ser un lecho o un conducto que llegaba al lago. Mi pequeña mochila estaba todavía en mi espalda. Algo había amortiguado la caída. Mi caña no estaba. Habría quedado enganchada en el cañaveral. Apenas me movía. Empecé a pensar. El silencio era un grito atroz que me decía: estás solo. Mire para arriba con respeto. Comencé a comprender. Las cañas me habían ganado y yo estaba perdido. Acepte la derrota, entendí a la naturaleza que me rodeaba y aseguro que de una u otra manera y sin expresar palabra pedí disculpas. Me di cuenta que había sido un imbécil soberbio y que de esta saldría precisamente con mas humildad que falsa valentía. Agachado, intente medir cuan abajo estaba. Serian dos metros, quizás menos pero apenas tocaba con las manos estiradas algo que parecía la superficie. Vi una rama a un metro mío que podría ayudarme. La traje cerca y la apoye contra una de las paredes del pozo. Quería usarla como escalón para subir. Puse una pierna en el medio, me agache para tomar impulso y pise la rama para subir. Se partió casi sin ruido. Estaba podrida por la humedad. Me volví a quedar quieto. Intentaba pensar y me di cuenta que podría gritar, pedir auxilio. Y una voz interior me decía: ¿vos pedir ayuda? Me decidí y me escuché a mi mismo en voz muy baja decir: "Auxilio". Hablaba bajito como para que nadie se entere de mi papelón, de la vergüenza que sentía. Nadie respondió obviamente. Entonces grite mas fuerte: "¡¡¡Chicos!!!" ¿Me escuchan?" Y pasados unos momentos y ya a voz en cuello: "¡¡¡Auxilio!!!". "¿Alguien me ayuda?"
Nada. Silencio absoluto. Me sentí bastante boludo y me dije, tenés que salir solo. Ya mis ojos estaban más acostumbrados aunque entre nosotros, no veía un carajo. Me desplacé unos metros y había otra rama. La toque. Estaba parada y parecía mas firme. Era mi opción. Debe haber sido el susto pero tome envión y di un salto enorme pisando esta rama como punto de apoyo y llegue con los hombros a la superficie. Me agarre de algo. De nuevo las cañas tapaban todo pero al menos me permitieron que un par de ellas fueran mi sostén para salir de a poco del pozo. Tire de esas cañas como pude y poco a poco subí hasta que una de mis rodillas llego a la superficie. Me pare como pude y tome verdadera conciencia que estaba perdido. Gire 360 grados y todo era cañaveral. Tenia que decidir como moverme, hacia la derecha, izquierda, adelante o atrás. Mi única "guía" era la zanja que estaba detrás, lado al que no quería volver. Moví despacio (ahora muy despacio) mis piernas. Aplaste casi con delicadeza y respecto un par de cañas y fije la vista en el cielo intentando ubicar donde había mas luz. Me convencí que era para la derecha. Avance con respeto. Un paso pensaba el próximo. Me pareció que las cañas se hacían algo mas bajas, que de milímetros entre ellas había centímetros. Y fue axial. Camine cinco minutos entre cañas y poco a poco aparecieron espacios mas claros. Mi problema era que no veía bien. Debía concentrarme porque entre la poca luz, las cañas y algunos troncos y árboles que comenzaron a aparecer podía volver a caerme o pisar donde no debía. En algún momento pude divisar una montaña por detrás de los árboles y me dije allí debe estar el lago. Lo olí. No fue otra cosa. Es imposible explicarlo pero intuí que ese era el lugar. Y efectivamente, allí estaba. Ahora sabía que de una u otra forma bordeando todo el lago llegaría a algún campamento. Comencé a tranquilizarme. Camines despacio, moje mis borceguíes y poco a poco me fui acercando. Habré caminado una hora larga pero llegue al puente del campamento. Entre despacio orientándome donde estaba nuestra carpa. Allí estaban mis anteojos de repuesto. Allí estaba mi salvación. Alguna gente me miró. Yo no respondí la mirada. Y llegue. Me senté exhausto dentro de la carpa, me puse los anteojos, así estuve un rato hasta que salí. Me quede mirando el lago, los árboles, las montañas. Ya caía el sol. Y empecé a pensar la lección que había recibido.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Para qué sirve Educar?

" Educar. (Del lat. educāre). 1. tr. Dirigir, encaminar, doctrinar. 2. tr. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.. Educar la inteligencia, la voluntad ." Estas son las dos primeras definiciones que nos da el Diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra "educar". Mucho se ha escrito sobre el sginificado del término. A mi criterio la educación es esencialmente un proceso de mejora de vida . Educar supone creer especialmente en tres verdades: 1) en el perfeccionamiento de aquel a quien se educa; 2) en su capacidad y deseo de aprender; y 3) en que la transferencia de conocimientos de quien enseña no es tal si no va acompañada por la elaboración propia de una reflexión de quien los recibe. Educar no es colmar un depósito de tecnicismos, conceptos y sapiencias ajenas sino que la verdadera educación, -y me refiero especialmente a la educación del menor pero apli

Salvar mi circunstancia para salvarme yo

José Ortega y Gasset es recordado, entre otras cosas, por una frase profunda y desafiante de su obra Meditaciones del Quijote: "Yo soy yo y mis circunstancia, y si no las salvo a ella no me salvo yo". Es bastante sencillo explicar el concepto de "circunstancia" yendo a la etimología del concepto ( circuntatia ) que apunta a lo que nos "circunda", es decir a lo que nos rodea, a nuestro entorno, a nuestra cultura, a nuestra historia. La circunstancia de un joven nacido en la jungla africana no es la misma que la del joven nacido en la península escandinava. Yo soy yo y "lo que me ha hecho así o lo que me sigue haciendo así" parecería querer decir Ortega. Y con esta poderosa primera reflexión de su frase nos deja una serie de dudas por responder: ¿Ortega me está diciendo que no soy yo, sino lo que la circunstancia hizo y hace de mi? Si esto fuera así: ¿soy realmente libre o las circunstancias son los barrotes de mi celda que no me han permitido

Tiempo y vida

No quiero acudir a una definición de diccionario.  Quiero definirlo yo. Estoy absolutamente seguro que vos que lees estas líneas también lo podés hacer. De algún modo todos sabemos lo que es el tiempo   Lo conocemos desde que nacemos. Antes de nuestro capacidad de hablar manejamos los tiempos. Al poco tiempo de nacer supimos qué significa “hora de comer” y poco después empezamos a saber “cuándo” era el momento de dormir y poco a poco fuimos conociendo los “momentos” de nuestros padres (comenzamos a tener una idea del tiempo cuando intuimos que ellos deben estar a nuestro lado o regresar a casa). Todo esto fue y es con-vivir con el tiempo y quien convive con nosotros es nuestro compañero.  Llegamos así a una característica que nos permite una 1er definición: el tiempo es un compañero de vida. Esta bien. Es un avance pero solo eso. No me convence por completo. El tiempo no es “alguien” que nos acompaña. Es más que eso. Está con nosotros pero en una forma diferente a la compañía. Obvio es