El hombre se sabe mortal y es tal saber que le despierta a la tarea de pensar. “De algo estoy absolutamente seguro: he de morir, la vida se acaba, tengo días y horas por vivir y mis mejores deseos para que sean muchos y muchos pero no me puedo engañar: este cuerpo que tengo tiene en algún lugar, que no descubro, fecha de caducidad grabada en tinta indeleble. Esto me hace reflexionar: es ahora, es cuando estoy vivo cuando debo pensar bien QUE HACER con esta vida a vivir". El tema puede generar cierta ansiedad, algo de miedo y hasta un poco de desesperación. Lo reconozco. Pero miremoslo distinto. Pasada esta etapa viene la calma de la reflexión y el camino de regreso de la angustia: “Es tan cierto que voy a morir como es tan cierto que ahora estoy vivo. Si la muerte significa no estar más presente físicamente en esta vida, debo decir que de algún modo he derrotado ya una vez a la muerte! ¿Cuándo? Cuando nací. Al menos para mi no habrá muerte eterna porque siento la grandeza y la alegría de estar vivo!!”
Cuando constata su presencia en la vida el ser humano se exalta, toma conciencia, se alegra, Y es la alegría la que afirma y asume la vida frente a la muerte, frente al miedo, frente a la desesperación. Pero no debiera ser un éxtasis pasajero sino una actividad pensada estratégicamente e ir más allá: a luchar por celebrar la vida, a luchar contra estar anestesiado, a luchar contra el malestar y la queja por todo, a luchar contra el "no darse cuenta", a luchar para estar atento, para sorprenderse y dejarse sorprender, a luchar para divertirse, a luchar para “aligerar” las mochilas y las culpas que se cargan sin saber porque ni para que. Y esta lucha se extiende a la actividad con los amigos porque es la amistad el lazo más fuerte que une a aquellos que sabemos que vamos a morir pero luchamos juntos por vivir bien, de la mejor manera posible. Eso es darse cuenta.
Cuando constata su presencia en la vida el ser humano se exalta, toma conciencia, se alegra, Y es la alegría la que afirma y asume la vida frente a la muerte, frente al miedo, frente a la desesperación. Pero no debiera ser un éxtasis pasajero sino una actividad pensada estratégicamente e ir más allá: a luchar por celebrar la vida, a luchar contra estar anestesiado, a luchar contra el malestar y la queja por todo, a luchar contra el "no darse cuenta", a luchar para estar atento, para sorprenderse y dejarse sorprender, a luchar para divertirse, a luchar para “aligerar” las mochilas y las culpas que se cargan sin saber porque ni para que. Y esta lucha se extiende a la actividad con los amigos porque es la amistad el lazo más fuerte que une a aquellos que sabemos que vamos a morir pero luchamos juntos por vivir bien, de la mejor manera posible. Eso es darse cuenta.
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