Estoy solo. Es de noche y estoy en mi jardín, sentado en una reposera, ocupando un metro cuadrado de tierra. Un libro pesado en mis brazos y la luz de un farol que llega desde atrás me permite leer. Comienzo a hacerlo. Me detengo. Miro hacia arriba. Noche estelar, cielo impecable. Pienso. Estoy en mi barrio, que pertenece a mi pueblo, a mi ciudad, a mi provincia, a mi país. País que forma parte de un continente, de uno de los cinco que existen en nuestro mundo, en nuestro planeta Tierra. Planeta donde viven cerca de siete mil millones de personas como yo, en una extensión de trescientos diez y siete millones de kilómetros cuadrados que ocupan una superficie hemisférica, que generalmente vemos en imágenes representativas como una esfera. Esfera que es parte de un sistema solar, compuesto de otros varios planetas que giran alrededor de una estrella que nos da nada menos que la luz y el calor, a la que llamamos sol y que se encuentra a dos billones de kilómetros de distancia de este mundo redondo que habitamos. Sigo pensando. Retomo la lectura. Un rayo de sol emitido desde su origen tarda ocho minutos en llegar a mi casa, recorriendo la distancia hasta mi jardín a la velocidad de la luz, es decir a trescientos mil kilómetros por segundo. Me impresiono y no paro de leer. Nuestro sistema solar, si el de usted que lee y el mío, forma parte de una Galaxia del espacio exterior, del cosmos, que le llamamos Vía Láctea (estudiada por Galileo en el año 1690 y por Kant en 1755 y denominada “láctea” porque al mirarla en el cielo deja traslucir un color blanco producto de sus estrellas, gases, y cuerpos que la conforman). No se si decirlo asi pero corresponde: esta Vía Láctea es también “nuestra” galaxia que para dar más precisiones (y dentro de la dificultad para dar números exactos) los estudios astronómicos aseguran que tiene entre doscientas mil a cuatrocientas mil Millones de estrellas más. Estoy absorto. Para graficarlo de algún modo es como un “barrio cerrado” enorme, una “urbanización de puta madre” (dirían los españoles, al menos por su dimensión, no se si por su lujo). Pero me equivoco. Es grande pero no tanto. Sigo leyendo a Carl Sagan y me entero que existen muchos de estos “barrios” en el universo y que muchas galaxias doblan o hasta triplican el tamaño de "nuestra" Vía Láctea. Las cantidades me abruman: se estima que existen más de cien mil millones de galaxias en el universo, lo cual implica que existen allá arriba, en el cosmos, nada más ni nada menos que setenta sextillones de estrellas (el número siete seguido de veintidós ceros, para que quede claro y expresarlo en números: 70.000.000.000.000.000.000.000 de estrellas más sus respectivos planetas por encima de nuestras cabecitas, algunas titilando y dando una señal de existencia, otras, muchas, en la oscuridad que no implica su ausencia...). Hago un momento de reflexión. Vuelvo a mirar hacia arriba y pienso "que pedazo de pelotudo soy!!, Yo creía que estaba sólo. ¿Cómo podemos ser tan necios y petulantes y pensar que el único lugar en que hay vida es este grano de arena que llamamos Tierra? ". Silencio. Continuo observando el cielo con algo más de atenciòn mientras giro la cabeza embobado, tomando conciencia de nuestra pequeñez. Esto me pone nervioso. Cambio de tema. En la cabeza me da vuelta una pregunta: "¿Desde hace cuanto tiempo estará todo esto en el espacio?". Sagan me lo vuelve a responder: las estrellas y el universo tendrían, según todos los estudios efectuados, quince mil millones de años de antigüedad. Repitámsolo: quince mil millones de años. Intento comprender la cifra, intento entender el tiempo transcurrido y para ellos reflexiono: una vida humana promedio abarca hoy ochenta años (generaciones atrás bastante menos). Comparativamente esta duración de la vida es un suspiro. Sigo pensando. Han pasado quince mil millones de años desde que existe el universo y en esta ínfima parte de ese cosmos, en la Tierra, comenzó la vida humana hace solamente cuarenta mil años con la aparición de un hombre "inteligente", nuestro pariente "el hombre de Cromagnon". Los estudios sobre los hombres de las cavernas y su evolución asi lo confirman. Cuarenta mil años desde el "hommo sapiens sapiens", dos mil quinientos desde Socrates, sólo dos mil desde Cristo. Comparativamente, estas fechas del calendario pasadas con los quince mil millones de años que tendría de antiguedad el universo, nuevamente, no es nada, es un instante, ayer nomás... Me surge la pregunta obligada: "¿Qué habrá pasado antes cuando no había vida humana en la tierra? Fue un tiempo largo: 14 mil millones novecientos sesenta mil años dónde nadie pensó...donde nadie razonó...donde nadie sabía que iba a morir....solo naturaleza y animales. ¿Cómo habrás sido esa época de nuestro planeta? ¿Cuando tardó en llegar el hombre?". Comienzo a sentirme incómodo en mi reposera. Me muevo, me acomodo y cierro los ojos. Vuelvo a pensar en el tamaño: en el contexto de las dimensiones astronómicas del "vecindario" de estrellas con sus planetas en que vivimos, el nuestro, la Tierra, ocupa mucho menos, pero mucho mucho menos, que un milímetro cuadrado, y mi metro cuadrado de jardín, donde estoy sentado, es algo asi como la molécula de un átomo. Me vuelvo a mover. Pienso en el ser humano y en el poco tiempo que tiene de historia si lo comparo precisamente con el tiempo del cosmos... Definitivamente no me puedo quedar quieto. Me levanto de mi reposera, estiro las manos y las piernas despacio, con cuidado, camino por mi jardín, miro como distraído hacia arriba por última vez (con un pelín de vergüenza)y me dispongo a entrar en casa. Al abrir la puerta corrediza veo una hormiga, de las muy pequeñas, que se desplaza apurada hacia su hormiguero. Me cuido de no pisarla y sigo con la vista su ruta... Como que la comprendo mejor...
Me despabilo finalmente y entro a casa. El tiempo, la distancia, el espacio y las dimensiones entran conmigo. Me han cacheteado de realidad. Llego a una conclusión: tamaño insignificante, lugar pequeño, tiempo escaso, vecinos que no conozco... muchos... A esto le llamo ubicarse.
Me despabilo finalmente y entro a casa. El tiempo, la distancia, el espacio y las dimensiones entran conmigo. Me han cacheteado de realidad. Llego a una conclusión: tamaño insignificante, lugar pequeño, tiempo escaso, vecinos que no conozco... muchos... A esto le llamo ubicarse.
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