Ir al contenido principal

Salir a buscarla



No nos damos cuenta o no queremos darnos cuenta. Hay momentos que realmente estamos distraídos. Otros que fabricamos una falsa distracción. Son instantes, segundos, a veces minutos, donde algo o alguien intenta contactarse con nosotros, transmitirnos un mensaje, hablarnos, comunicarse. Pero nosotros no lo percibimos o hacemos que no lo registramos. No vemos, no escuchamos, no sentimos. Permanecemos ajenos. A veces son ocasiones donde se intenta llamar nuestra atención desesperadamente por las ventanas de nuestros sentidos. Sin embargo no respondemos. Nada distinto sucede que merezca esa atención y por tanto continuamos haciendo lo que siempre hacemos.

Hay ocasiones, por supuesto, que sí nos damos cuenta del alerta. Pero hay algo en nuestro interior que no quiere escuchar, que se escapa, que niega, que se marcha lejos, que no está. Decidimos no responder. Es que queremos que todo siga igual. Queremos que nada cambie más alla de lo imprescindible. O a la máximo nos permitimos cambiar para no cambiar. Es que queremos, básicamente, seguir nuestra rutina, no modificar nuestra costumbre. Y asi seguimos igual, sin percatarnos...

¿Que pasaría si esa señal, si ese intento de comunicación con nosotros, no fuere de un tercero sino de nosotros mismos?

Pensémoslo. ¿Como reaccionaríamos si fuere nuestra vida la que nos pide una pausa? Digamoslo de otro modo para reiterar el
concepto y remarcar su importancia: una pausa que nos reclama la vida, nuestra vida. Si, ¿porqué no?, nuestra propia vida que se intente comunicar con nosotros pidiendo que nos detengamos, que hagamos una parada. Puede que sea una intuición, puede que sea un susto, puede que sea una idea casual que se cruza por nuestra mente, pero justamente ese puede ser el mensaje. Algo así como un cartel de “PARE” que vemos a la vera del camino, un peatón llamado vida que nos hace "dedo" pidiendo que le traslademos. ¿Puede ser que nuestra vida quiera conversar con nosotros?

La primera reacción es de negarlo. "Mi vida es mía. No se comunica conmigo de esta forma". Pero ¿estamos seguros que no lo intenta?

Veamos un ejemplo: ¿cuantas veces nuestro cuerpo nos manda mensajes? Podremos enojarnos. Podremos sorprendernos. Pero la verdad es que nuestro cuerpo es autónomo. Nos pertenece pero no obedece a nuestra voluntad. Reacciona a su manera. Muchos de sus procesos nada tienen que ver con nuestro manejo. Nosotros no somos el "Jefe" de todos nuestros órganos. Muchas veces ellos accionan y reaccionan por su cuenta. No estamos ordenándole constantemente a los pulmones que respiren, al corazón que bombee sangre o a las pestañas que pestaneen. No. Ni tampoco lo hacemos cuando estamos inconscientes al dormir. Sin embargo en esas horas de pérdida de conciencia seguimos respirando y la sangre continúa circulando. Y asi es como nuestro cuerpo no es un dependiente total de nuestra voluntad. No. Va por su cuenta. Se enferma cuando quiere y en muchas oportunidades sin que nuestra voluntad sea relevante. Y nos envía señales. Y bastante claras. He aqui un ejemplo que nuestra vida no es absolutamente nuestra y que algo tan importante como nuestro cuerpo, muchas veces, intenta comunicarse con nosotros (y muchas veces pidendo que nos detengamos...).

Pues bien: si lo hace el cuerpo, ¿por que entonces nuestra vida no puede pedirnos una pausa? ¿Por que no? Si hasta Serrat lo dice en aquellos bellos poemas donde canta: "De vez en cuando la vida toma conmigo café; y está tan bonita que, da gusto verla"

Buscamos excusas para no reaccionar. Puede que miremos para otro lado. Puede que sigamos nuestro rumbo. Puede que hasta nos moleste que quiera detenernos. Es que estamos ocupados hasta para darle una cita a la vida. Y así huimos hacia delante. No hemos tenido tiempo para hablar con ella, para escuchar que nos quiere decir, para comprender su mensaje. Lo que sucede es que pese a escapar hacia delante en los momentos de calma el mensaje se reitera y hasta parecería más fuerte.

Me pregunto: ¿Habrá que seguir escapando? ¿No habrá llegado el momento de actuar a la inversa, de invitar a la vida? ¿No habrá llegado el momento de salir a buscarla?

Le propongo algo. Escuche esta versión de Serrat que figura en el video que encabeza esta Entrada (si es que todavía no la ha escuchado).
Y quédese en silencio. De vez en cuando... conviene.

Pienselo despacio. Quizás debiera salir a buscarla.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Para qué sirve Educar?

" Educar. (Del lat. educāre). 1. tr. Dirigir, encaminar, doctrinar. 2. tr. Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.. Educar la inteligencia, la voluntad ." Estas son las dos primeras definiciones que nos da el Diccionario de la Real Academia Española sobre la palabra "educar". Mucho se ha escrito sobre el sginificado del término. A mi criterio la educación es esencialmente un proceso de mejora de vida . Educar supone creer especialmente en tres verdades: 1) en el perfeccionamiento de aquel a quien se educa; 2) en su capacidad y deseo de aprender; y 3) en que la transferencia de conocimientos de quien enseña no es tal si no va acompañada por la elaboración propia de una reflexión de quien los recibe. Educar no es colmar un depósito de tecnicismos, conceptos y sapiencias ajenas sino que la verdadera educación, -y me refiero especialmente a la educación del menor pero apli

Salvar mi circunstancia para salvarme yo

José Ortega y Gasset es recordado, entre otras cosas, por una frase profunda y desafiante de su obra Meditaciones del Quijote: "Yo soy yo y mis circunstancia, y si no las salvo a ella no me salvo yo". Es bastante sencillo explicar el concepto de "circunstancia" yendo a la etimología del concepto ( circuntatia ) que apunta a lo que nos "circunda", es decir a lo que nos rodea, a nuestro entorno, a nuestra cultura, a nuestra historia. La circunstancia de un joven nacido en la jungla africana no es la misma que la del joven nacido en la península escandinava. Yo soy yo y "lo que me ha hecho así o lo que me sigue haciendo así" parecería querer decir Ortega. Y con esta poderosa primera reflexión de su frase nos deja una serie de dudas por responder: ¿Ortega me está diciendo que no soy yo, sino lo que la circunstancia hizo y hace de mi? Si esto fuera así: ¿soy realmente libre o las circunstancias son los barrotes de mi celda que no me han permitido

Aprender a Abogar

Si tuviéramos que definir con un solo concepto cual es el objetivo buscado por el sistema de enseñanza del Derecho en la Argentina, seguramente la mayoría coincidiría en que el objetivo aludido es la formación de expertos en leyes. Tan arraigado está este concepto que el común de la gente sintetiza nuestra profesión como “la carrera de Leyes”. Esta no es solamente una definición popular, sino es la síntesis de una realidad palpable: las Facultades de Derecho preparan futuros profesionales conocedores de reglas de conducta obligatorias, es decir se enseña el “qué” del Derecho, pero no el “cómo”. Veamos si lo podemos aclarar. .- El “qué” y el “cómo” del Derecho La currícula de la Carrera de Abogacía está orientada a preparar en forma enciclopédica a los alumnos, obligándolos a estudiar diferentes códigos a fin que sepan aplicar tal o cual norma ante la consulta específica del cliente. Y ante la presencia del conflicto judicial se les enseña nuevamente “leyes”, las llamadas “leyes de fo