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Teatro silencioso

Lo hice despacio (como se hacen aquellas cosas que uno quiere que se alarguen) con una sonrisa entrecortada en la mirada, disfrutandolo y mirandola como nunca antes lo había hecho, aunque lo hacia todos los días, desde que el sol me despierta hasta que los ojos se caen. Fui lentamente, observando, revisando la postura de quienes la habitan, memorizando una anécdota de cada historia, de cada enseñanza. Recuerdo (creo) las grandezas de las que fueron capaces quienes allí están. Trato de recordar el momento de cuando los descubrí, de cuando viaje a su mundo, de cuando me metí allí adentro sintiéndome parte. Si, lo dije bien, sintiendo. Pensé en lo que significan estos espacios. Me hace muy feliz que mucha gente disfrute de lo que alli se cuida; yo al menos puedo dar un testimonio de mi satisfacción y de mi alegria, pero no con ello agoto los elogios que usted pueda tener en mente.
Estoy hablando de ellas. Si, de las bibliotecas, y muy especialmente de la que tengo en frente de mi cama, en la pared a la cual miro cuando abro los ojos y que dejo de mirar (lo vuelvo a decir) cuando los cierro. Es que estuve haciendo el orden de fin de año. Una tarea que me apasiona y disfruto. Es para mi un gesto de cariño que tiene la misma ternura que acariciar un animal dormido o la cabeza de un niño de dos o tres años (que mira hacia arriba sin comprender porque revolvemos sus ideas), pero que es mas intensa. ¿Por que? Porque es un ir y venir de gestos, de ademanes, de movimientos. Porque es un mimo a su espíritu. Una caricia a su alma. Una serie de cariños a su respeto. Eso es para mi (y para muchos que aman las bibliotecas) hacer orden en su dimensión, en sus estantes, en sus rincones. La actividad tiene varios pasos, varias acciones. Se trata de sacar un libro, leer su titulo, pensar en su autor, dar vuelta una hoja, cerrarlo, volver a colocarlo bien, en su lugar, mirarlo, quererlo, observarlo como se observa una obra de arte, comprendiendo su esencia, analizando su posición, ni un centímetro mas profundo ni uno mas acá. Quedarse pensando. Es que las bibliotecas son los depósitos sagrados del tesoro mas valioso del ser humano. Allí viven quienes han derrotado a la muerte. Ni mas ni menos. Quienes han trascendido su existencia.
Probablemente por ello Borges dijo que lo mas parecido a un paraíso que el podía imaginar era una Biblioteca. Reconozco que es obvio
que comparten espacio con autores que aun continúan con vida, pero ello no amilana a mi argumento. Sigue siendo ese habitat solemne donde todos los condóminos y residentes tienen el mismo poder: se comunican desde sus textos sin importarles la vida. Porque son independientes a ella. Siguen viviendo aun muertos. Pues nadie puede negar que los textos de un libro son la manifestación mas categórica de un signo vital. Me atrevo a defender este argumento en un juicio por jurados. Los autores de esos libros que ocupan las bibliotecas y que se han marchado fisicamente de este mundo, permanecen y han superado, a su modo, el punto final de sus vidas. Ellos siguen manifestándose. Se comunican con vos que disfrutas sus hojas, con usted que las piensa, con aquel que las repasa y con todos los que las leen. Porque leer un libro es un proceso de dos personas que se comunican, quien esta recibiendo el mensaje que interpreta y quien lo ofrece desde sus párrafos. Y los dos están en ese momento. Esa es la prueba de vida. Cuando Platón habla conmigo desde "El Banquete" soy yo quien lo esta resucitando. No importa que el escribió este párrafo en el siglo IV antes de Cristo. Para mi, en ese instante en que lo leo, es decir el 21 de Diciembre de 2011, Platón se comunica conmigo y lo que es mas, su vivacidad es tan presente, que conmigo se
comunica distinto que con usted, porque yo lo leo y lo entiendo a mi manera que no es igual que la suya. Allí esta el milagro. Soy yo quien establece un vinculo particular con Platón distinto al que han establecido todos los lectores previos, desde su genial discípulo Aristoteles hasta la relación que con el estableció Immanuel Kant. ¿Por que? Pues porque yo o porque usted interpretara a su modo lo que lee, le dará su significado, su contexto, su comprensión. Y eso es una muestra de vida. Usted se comunico con Platon hoy o ayer o lo hará mañana y será en cada uno de esos instantes cuando la existencia de Platon o de cualquier autor que no este entre nosotros, este de todos modos con usted que lo lee. Porque leer es un proceso de comunicación de dos personas, del autor y de quien lee y allí hay dos personas con "vida". Y esto sucede, saltando distintas generaciones y años, cuando me comunico con Borges cuando ordeno y releo un relato de
"Ficciones". Y así lo hago con Dante y su "Divina Comedia" o con Savater y "La vida Eterna" o con Fiodor Dostoyevski y "El Jugador" o el alejado "Oliver Twist" de Dickens que sobresale allá en el extremo derecho del segundo estante de mas arriba. Así les estoy dando vida. Así me la dan ellos. Es por ello que sostengo que las Bibliotecas son, ademas de un paraíso, un teatro silencioso de sabiduría infinita, conocimiento que no muere, relatos, novelas, ensayos, poesías, cuentos que continúan vivos y que muestran sus signos vitales cuando alguien los lee. Interpretar es volver a la vida a un autor que ya no esta. Es escuchar lo que nos dice ese artista que reside en ese teatro silencioso del saber, que cuando es leído hace sonar su música, se despierta y vuelve a vivir. Por eso quiero a las bibliotecas. Porque son un santuario del saber que con humildad permanecen en silencio, guardando su secreto: han superado la vida, han superado la muerte.

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