La vida suele representarse mediante una línea con comienzo y fin. Si bien esta sucesión de puntos puede ser oscilante, subir y bajar, solo a los fines de ser más gráfico, y más simple, imagino una línea sin curvas que se recorre desde un punto A hasta un punto B. En Geometría esto se llama segmento: “parte de una línea recta entre dos puntos”. El punto de partida es, obviamente, el día del nacimiento, el punto final será el día de la muerte.
Así ordenamos biografías, por ejemplo Jorge Luis Borges, nació el 24 de Agosto de 1899, murió el 14 de Junio de 1986. Solo me resta trazar una línea recta entre estos dos puntos y allí tengo graficada una vida, mediante un segmento. Si pretendiéramos graficar la vida de alguien que vive, como por ejemplo la de usted, amigo lector, el segmento tendría punto de partida (si, el de su nacimiento, cuyo aniversario festeja año a año y conocen vuestros familiares y amigos) pero no punto de llegada. El gráfico queda inconcluso. Habría un gran signo de interrogación en su lugar. Pero la incertidumbre es solo de fecha porque tenemos si la certeza absoluta que quien vive, muere, somos productos con fecha de vencimiento que no leemos, pero con vencimiento asegurado que completa el segmento con este punto final. Esta imagen del segmento “abierto” con un gran signo de interrogación refiriendo al día de desenlace incierto hace pensar. Es que el signo de pregunta de por si es un símbolo que origina reflexión. ¿Qué es lo que no sabemos? Parecería que hay muchas cosas que desconocemos de este paseo por el segmento, no solo el cuando termina, sino el qué debemos hacer, el porqué lo estamos haciendo, el para qué recorremos esta línea, el cómo vamos, entre otras. Teniendo presente que este recorrido plantea una sola certeza que es que se termina, surge obligada una pregunta precisa ¿Lo estamos haciendo bien? que no es otra cosa que preguntarnos ¿Estamos viviendo apropiadamente?. Y aquí nace otra duda existencial ¿qué es vivir apropiadamente? Veamos si podemos establecer un marco que ayude a dar respuestas ordenadas. En primer lugar, partamos de la base del sentido común: esta línea que caminamos, llamada vida, la transitamos con nuestro organismo, que tiene un cerebro que piensa y decide y un cuerpo que envejece. Ese cerebro aludido nos da la categoría de animal racional social y alli se originan las relaciones con los demás: nacen los sentimientos que por algún motivo que ignoro con precisión se centran, más metáfora que realidad, en el corazón. Tenemos entonces tres palabras con la letra “C” que sintetizan al ser humano viviente: Cerebro, Corazón y Cuerpo. Las tres pueden responder la pregunta en cuestión “¿Estás viviendo bien?” desde su función vital: Mente, Sentimientos y Estado físico general. Los interrogantes entonces pueden ser más directos para darnos una respuesta acabada a la pregunta general anterior. Puedo preguntar (y preguntarme) muchas y muchas cosas. A continuación van sólo algunas piedras disparadoras que pueden ordenar la respuesta (y golpearnos como “piedras” que son…): ¿Cómo está mi cabeza? ¿La estoy desafiando y ejercitando como se merece y su capacidad lo justifica? ¿Qué es lo que me pide? ¿Qué me apasiona y no estoy haciendo?
Y respecto al Corazón y mis sentimientos: ¿Cómo me siento? ¿A quien amo? ¿A quien quiero? ¿A quien debo amar más y a quien menos? ¿A quien quiero hacerle el bien que quiero para mi?
Y cuando pienso en mi Cuerpo, en mi físico, en mis músculos, en mis articulaciones, en mis órganos debiera preguntarme: ¿Cómo estoy? ¿Cómo me cuido? ¿Qué debo hacer para recorrer este camino en buena forma? ¿Le dedico el tiempo necesario?
Son sólo algunas preguntas. Apuntan al tema central de nuestra existencia y es útil formularlas y reformularlas. La vida es vida porque hay muerte. Todos somos concientes que concluye. Es que se trata de una temporada de vacaciones con cierre de temporada incierto. Y no hay ballotage. No volvemos a vivir la vida. Se acaba. Por ello hay algo que se impone obligadamente: debe celebrarse intensamente esta caminata. Con cabeza, corazón y cuerpo. Tomemos conciencia: es un segmento…y tiene punto final
Así ordenamos biografías, por ejemplo Jorge Luis Borges, nació el 24 de Agosto de 1899, murió el 14 de Junio de 1986. Solo me resta trazar una línea recta entre estos dos puntos y allí tengo graficada una vida, mediante un segmento. Si pretendiéramos graficar la vida de alguien que vive, como por ejemplo la de usted, amigo lector, el segmento tendría punto de partida (si, el de su nacimiento, cuyo aniversario festeja año a año y conocen vuestros familiares y amigos) pero no punto de llegada. El gráfico queda inconcluso. Habría un gran signo de interrogación en su lugar. Pero la incertidumbre es solo de fecha porque tenemos si la certeza absoluta que quien vive, muere, somos productos con fecha de vencimiento que no leemos, pero con vencimiento asegurado que completa el segmento con este punto final. Esta imagen del segmento “abierto” con un gran signo de interrogación refiriendo al día de desenlace incierto hace pensar. Es que el signo de pregunta de por si es un símbolo que origina reflexión. ¿Qué es lo que no sabemos? Parecería que hay muchas cosas que desconocemos de este paseo por el segmento, no solo el cuando termina, sino el qué debemos hacer, el porqué lo estamos haciendo, el para qué recorremos esta línea, el cómo vamos, entre otras. Teniendo presente que este recorrido plantea una sola certeza que es que se termina, surge obligada una pregunta precisa ¿Lo estamos haciendo bien? que no es otra cosa que preguntarnos ¿Estamos viviendo apropiadamente?. Y aquí nace otra duda existencial ¿qué es vivir apropiadamente? Veamos si podemos establecer un marco que ayude a dar respuestas ordenadas. En primer lugar, partamos de la base del sentido común: esta línea que caminamos, llamada vida, la transitamos con nuestro organismo, que tiene un cerebro que piensa y decide y un cuerpo que envejece. Ese cerebro aludido nos da la categoría de animal racional social y alli se originan las relaciones con los demás: nacen los sentimientos que por algún motivo que ignoro con precisión se centran, más metáfora que realidad, en el corazón. Tenemos entonces tres palabras con la letra “C” que sintetizan al ser humano viviente: Cerebro, Corazón y Cuerpo. Las tres pueden responder la pregunta en cuestión “¿Estás viviendo bien?” desde su función vital: Mente, Sentimientos y Estado físico general. Los interrogantes entonces pueden ser más directos para darnos una respuesta acabada a la pregunta general anterior. Puedo preguntar (y preguntarme) muchas y muchas cosas. A continuación van sólo algunas piedras disparadoras que pueden ordenar la respuesta (y golpearnos como “piedras” que son…): ¿Cómo está mi cabeza? ¿La estoy desafiando y ejercitando como se merece y su capacidad lo justifica? ¿Qué es lo que me pide? ¿Qué me apasiona y no estoy haciendo?
Y respecto al Corazón y mis sentimientos: ¿Cómo me siento? ¿A quien amo? ¿A quien quiero? ¿A quien debo amar más y a quien menos? ¿A quien quiero hacerle el bien que quiero para mi?
Y cuando pienso en mi Cuerpo, en mi físico, en mis músculos, en mis articulaciones, en mis órganos debiera preguntarme: ¿Cómo estoy? ¿Cómo me cuido? ¿Qué debo hacer para recorrer este camino en buena forma? ¿Le dedico el tiempo necesario?
Son sólo algunas preguntas. Apuntan al tema central de nuestra existencia y es útil formularlas y reformularlas. La vida es vida porque hay muerte. Todos somos concientes que concluye. Es que se trata de una temporada de vacaciones con cierre de temporada incierto. Y no hay ballotage. No volvemos a vivir la vida. Se acaba. Por ello hay algo que se impone obligadamente: debe celebrarse intensamente esta caminata. Con cabeza, corazón y cuerpo. Tomemos conciencia: es un segmento…y tiene punto final
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