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Nadie afuera

Argentina padece, desde hace muchos años, un problema grave que afecta su futuro pero que pasa desapercibido para gran parte de la ciudadanía. Se trata de la sangría de estudiantes que dejan sus estudios obligatorios: la tasa interanual que mide este flagelo nos indica que en el año 2019 alcanzó a 360 mil alumnos/as. Esto supone que 1000 estudiantes por día quedaban fuera de la escuela antes de la pandemia. Pero, lo más grave es que esta cifra se multiplicaría por tres producto del impacto del COVID. En efecto, las estimaciones indican que hay hoy cerca de un millón de niños, niñas y jóvenes en riesgo de exclusión educativa, lo que supone que todos los días cerca de 3000 estudiantes están quedando afuera del sistema. Esta dolorosa realidad obliga a una serie de reflexiones. En primer lugar, la falta de datos: hoy no sabemos a ciencia cierta qué cantidad de estudiantes están fuera porque carecemos de un sistema que lo mida rigurosamente y en tiempo real. Hace muchos años que se viene trabajando en esta herramienta y ahora pareciera que pronto la tendremos disponible, pero no deja de ser triste que luego del “tsunami” que supuso (y supone) el COVID para la educación, no sepamos hoy cuantas víctimas dejó ni conozcamos los nombres de cada una de ellas. En segundo lugar, el lenguaje utilizado para denominar el problema. Se identifica este tema como “abandono escolar” o “deserción”. Estos términos ponen indirectamente la responsabilidad sobre el estudiante que “habría decidido” desertar o abandonar. Esto no es justo. Lo que se produce es una exclusión educativa que surge como consecuencia de una serie de variables y dimensiones (individuales, sociales, políticas, económicas, culturales, escolares) que impactan en la capacidad del alumno de poder completar su trayectoria. Esta diferencia de términos no es menor y requiere de una reflexión impostergable que nos debemos como sociedad: ¿de quién ha sido el abandono que produjo el enorme impacto social, político y económico que definió la suerte de los estudiantes excluidos? ¿Ha sido de esos estudiantes o de la sociedad en su conjunto, incluida su clase dirigente, que no ha podido darle la contención suficiente para no quedar fuera de la escuela? En tercer lugar, quizás la reflexión más difícil: ¿qué podemos hacer para amortiguar este problema y generar una solución? Hay muchos esfuerzos que se están haciendo tanto en las provincias como a nivel nacional. Lo importante es que se reconozca el problema y que toda la sociedad tome conciencia de su dimensión. Por eso, desde Educar 2050 lanzamos la campaña Educación ATR (A todo ritmo) NADIE AFUERA: para que se visibilice esta apremiante cuestión y la sociedad toda se sume en un tono pro positivo, con un solo color celeste y blanco que ponga luz a las buenas iniciativas y las potencie para que se repliquen en el extenso territorio de nuestra Nación. Es indudable que para mejorar su educación Argentina debe poner en marcha un plan especial en este sentido. Y para ello debe tenerse claro que antes de que los niños, niñas y jóvenes dejen de asistir a la escuela, se encuentran en una situación de “exclusión potencial”, que generalmente se asocia con repitencia, sobre edad, baja calidad de aprendizajes, inasistencias recurrentes e indisciplina. Las causas que producen la exclusión están ligadas con los antecedentes del estudiante, la necesidad de salir a trabajar, el sin sentido de los aprendizajes, el embarazo adolescente, el cansancio y las dificultades para estudiar. Obviamente influye la situación de la familia, de la escuela y de la comunidad que son parte del capital social del estudiante. Por eso es importante lograr una correcta lectura de las señales ya que en el marco de los altos índices de pobreza, todo esto contribuye a mantener estructuras sociales con altos niveles de desigualdad que es hoy un problema acuciante en todo nuestro país y constituye un motivo para acelerar y generar recursos para enfrentar este desafío. Un sistema de protección de trayectorias educativas debe generar intervenciones basadas en evidencia y debe usar la tecnología como herramienta indispensable para poder colocar a la escuela como centro de toda intervención. Las iniciativas ya sea de retención como de reincorporación necesitan de cambios disruptivos en el curriculum, en la pedagogía, en el uso de tecnología, en la creación y ampliación de escuelas de reingreso, en el fortalecimiento de programas de recuperación y aceleración de aprendizajes y en la flexibilización de la oferta educativa para adecuarla a las necesidades de poblaciones vulnerables. Todo esto nos muestra que el desafío es gigantesco y proporcional a la amenaza que supone para el futuro de la Nación. Por eso es indispensable unirnos en una consigna: nadie afuera. Agosto 2021

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